Hay sucesos que exceden a la mano del hombre. No me refiero a situaciones diarias, por lo general desperfectos técnicos en la órbita de lo humano, sino hechos absolutamente imprevisibles e inevitables, como desastres naturales (o sobrenaturales).
Esta es la definición del término de la lengua inglesa “Acts of God”. Onceavo álbum de la increíble banda de Death Metal, Immolation, y que después del mega aclamado álbum del 2017 “Atonement”, la banda neoyorquina presenta un álbum con una oscuridad muchísimo más profunda. Poco recomendado para quienes no estén acostumbrados a este sonido.
Haciéndole honor a su nombre, este álbum es inevitable. Lleno de tortura, de vergüenza, de perversión. Es una piña en la cara. Un vendaval de furia y destrucción de 52 minutos, que pinta los paisajes más oscuros, relata atrocidades y pone en tela de juicio tu propia existencia.
Tiene una estructura de 15 tracks que presenta una introducción y un interludio instrumental que da paso al capítulo final del álbum. En el tracklist se pueden detectar tres momentos, el pecado (‘An act of God’), el castigo (‘Incineration Procession’), y la purga (‘Apostle’).
Muy riffero, con transiciones y cambios de ritmo ejecutados de manera espectacular. Punto fuertísimo: ‘Noose of Thorns’, el tema más largo, sin embargo, la forma en la que construye esa épica y cómo va transitando las diferentes secciones es de lo más llevadero. Además del vocalista Ross Dolan luciéndose y sacando la voz del mismísimo infierno, hay una impresionante labor de Steve Shalaty en la batería. Con cada escucha es posible detectar siempre algún arreglo más en la percusión, y ni hablar de la estupenda ejecución. Elige los momentos en los que pasar desapercibido, y momentos en los que romperse la camisa diciendo “acá estoy”. Un álbum de lujo.