Juventud Latinoamericana: recuperar el sonido y la forma de la infancia

El pasado 19 de abril estrenaron su debut, “Sonido y Forma de la Infancia”. En él se desenvuelven entre jazz, rock progresivo, funk y percusiones latinas. Conversamos con Juan Teruel, miembro fundador y mente creativa detrás del proyecto para conocer más sobre uno de los trabajos que destacan en la escena emergente en México.

Juventud Latinoamericana nace en Monterrey, Nuevo León, en la franja norteña de México. Como un organismo que se nutre del suelo, la banda florece de otros grupos como Pla Pla Pla, ya que comparten músicos que se perciben como multiinstrumentistas. Fue precisamente después de una presentación, con la adrenalina en las venas, cuando surgen los primeros indicios de Juventud Latinoamericana a inicios de 2023.

Teruel recuerda que cerca de las 3 de la madrugada empezó a grabar ‘Uno’ en complicidad con Armando Manzo, quien se desempeña en el bajo. Si bien el registro no fue el que quedó en la versión final, fue el punto sin retorno para lo que culmina por ser Juventud Latinoamericana. «Recuerdo que fui a mi casa y me acosté. Me levanté en la mañana y me dije ‘¿sí fue real?’».

El grupo adopta su nombre del álbum “Juventud Americana, el larga duración de Ases Falsos, editado en 2012, ese mismo que tiene como carátula una imagen de Juan Gabriel, el histórico cantautor mexicano. Pero algo hacía ruido: «Como que pienso en cosas gringas». La modificación no fue caprichosa, sino que explota en una posición política que emana la banda. Contra el eurocentrismo y por la necesidad de reconectar con el pasado, tanto en lo individual como en lo colectivo. Hay un origen común, ser de Latinoamérica. 

La identidad musical de México tiene una fortísima influencia latinoamericana, pero en tiempos actuales parece que las referencias constantes surgen de otras latitudes, sobre todo de Estados Unidos y Reino Unido. Como bien rememora Juan, los dos intentos más cercanos —que es una expresión muy holgada— y certeros de crear una amalgama exacta entre lo mexicano y lo latino fueron “El Silencio” de Caifanes de 1992 y “Re” de Café Tacvba, editado en 1994. Hasta entonces, pocos trabajos se basaron en una ambición como lo hizo Juventud Latinoamericana.

«Sonido y Forma de la Infancia surge como un intento de rescatar algo que siempre estuvo enfrente de mí y que me formó desde que era un niño. Cuando era niño y mi mamá limpiaba ponía cumbias, a la Sonora Dinamita. Son cosas que se miden con el cuerpo, ¿por qué nunca los había interiorizado, si son parte de mí?», agrega el músico. 

Por ello, este LP de 30 minutos en total, danza entre el jazz experimental y el rock progresivo, pero todo planteado desde una visión latina, más rítmica sobre cualquier otro componente. Esa mezcla siempre fue el objetivo, admite el músico, y define su sonido como «música latinoamericana».

Para Juan Teruel la música de América Latina es intrínseca al baile —pese a no describirse como un bailador nato—. Más allá de lo sonoro, le despierta curiosidad lo fantasiosa que es la creatividad de los latinos. «¿Por qué sólo existe tanta fantasía aquí, en Latinoamérica? Tal vez porque la vida es tan dura que tienes que inventarte unos mundos maravillosos», dice.

Aunque Juventud Latinoamericana apunta como influencias desde el límite norte hasta el sur de Latinoamérica, es inevitable hablar de la fuerte influencia que tuvo la música de Argentina en particular—no por nada tiene un cover a ‘Hipercandombe’, de La Máquina de Hacer Pájaros—. Pero hablar de sonidos argentinos en México, al menos en el mainstream es reducirse a Soda Stereo y poco más.

«Cuando yo estaba en la prepa escuchaba a Invisible, a Spinetta, pero nadie los conocía en Monterrey», rememora Teruel. No obstante, parece que las fichas se acomodaron en años más recientes y para el músico no hay mejor momento para ser fan de esos exponentes que ahora mismo. 

Lo que más le interesó de la música argentina fue la propuesta rítmica, bailable, de orígenes. «Me clavé con el proyecto de Fito Páez, que son puros ritmos latinos, carajo. Más que al jazz, le tira a la milonga, le mete a la samba, a todo lo que se le atraviese», y esa tónica fue la que buscó emular en “Sonidos y Forma de la Infancia”.  

Tal vez de un modo intencional, Juventud Latinoamericana, como banda, arropó una posición sobre la urgencia de reconexión con los principios básicos que unen a los habitantes de América Latina, fuera de los límites políticos entre naciones. Esta unión multinacional se aviva desde el arranque del álbum  con la pista ‘Volcán, misma que inicia con un coro retumbante, muy al estilo de la cumbia de Colombia y posteriormente da paso al rock psicodélico reventado con bombos cariberños. «Es una forma de resistir, resistir a la música gringa, a los referentes de siempre de Europa».

Mientras Juventud Latinoamericana buscaba un sonido que representara los ritmos e idiosincrasia latina, a su vez buscaban dar un paso de distancia a lo que sonaba en México y particularmente en Monterrey: «Yo no quiero tocar algo que no me gusta, algo que no me gusta. Quiero tocar porque nace de mí, porque hay algo dentro de mí que me dice que lo haga».

«Desde hace tiempo yo tenía ese tipo de ideas, más basadas en teclados, pero decía: “este pedo no va a funcionar, aquí todos quieren sonar como un Señor Kino, quieren sonar a bandas de shoegaze”», sumó Juan. La vocación terminó por vencer y Juventud Latinoamericana nació exclusivamente como una necesidad artística y no como una vialidad económica en la industria musical, por lo que no se ajustaron a los parámetros establecidos por el consumo musical.

Por otra parte, Juan Teruel se dijo satisfecho del resultado final de “Sonido y Forma de la Infancia”, aunque reconoce que la mejor versión de Juventud Latinoamericana no puede ser experimentada de otro modo que no sea en vivo. «Nunca hemos tocado en un venue donde la gente no quede loca. Las canciones del disco las escuchamos y dijimos: “no mames, las tocamos bien ojete”. Gente que le gusta mucho la banda nos dice: “como que les falta aquí”».

Este hecho no es un detenimiento o decepción, sino una promesa para regresar al estudio y grabar aún más y con mejores herramientas. Teruel adelanta como futuro a corto y mediano plazo la grabación de más material, pero también sublimar “Sonido y Forma de la Infancia hacia dos culminaciones: la edición en formato físico y un recital final en su natal Monterrey.

«Muy posiblemente lanzarlos en formato físico. Vinilo, CD, cassete, yo qué sé. También videos. Tenemos inquietudes visuales, el baterista  Edison, Pamela —pareja de Juan y música— y yo. Más que un tema promocional, que sea un tema de experimentación, que nos llene a nosotros. Sobre girar, estamos buscando hacer un show un poco más grande, tal vez en algún teatro para cerrar el disco. Este es el show del disco», finalizó el artista con una promesa de visitar más ciudades de México, incluyendo la capital.