Mil péndulos. Todos a destiempo, a su ritmo. Fractal en movimiento de vaivén perpetuo. Un todo de contextos y épocas que se parten en estilos e historias que se rompen en detalles caprichosos de volver al centro. Péndulos reposando en la cresta para acelerar, nunca surcando el mismo trayecto con la misma intensidad, nunca conservando el momento.
Un grupo de personas le da un empujón a unos cuantos para tomar impulso, de una palmada. Esos matices que se alejaron por inercia, y en ocasiones por la fuerza, se acercan para posarse en las manos de quien logra predecir su trayectoria, de manera fortuita o adrede. Así viejos cantos y acentos, imágenes e identidades, nos encuentran tras años sin visitarnos.
Califato ¾ es de esas cofradías que recibe uno o varios péndulos como anfitriones, negándose a que el pasado se vaya para siempre. Es en la cultura andalusí donde operan su misión, la cual ponen en marcha más con la calidez de una feria que con la distancia de un museo, ya que, lejos de pretender que la tradición debe conservarse invariable ante cualquier contexto como si de una niña enferma a la que no hay que dejar morir se tratase, entienden que el tiempo es la pendiente de un río y los péndulos ya no son los mismos de antes.
Acá el flamenco se suma al contexto actual en vez de mirarlo con la nostalgia fria con la que se observa una foto en blanco y negro. La forma en la que se ejecuta la herencia tiene por medio nuestra propia técnica y no la de los muertos. Matar un recuerdo para dejar vivir un legado.
Es en esta realidad que nos toca, con pantallas led y secuenciadores, donde queremos escuchar el llamado de los patrones rítmicos múltiplos de 3 apurandonos a movernos, a recorrer los puestos con un memento mori en la espalda y un carpe diem en la frente.
Cada nuevo ingrediente agregado, IDM, Trip o Hip Hop, es un nuevo semicírculo en el mismo arco polilobulado, de naturaleza cambiante, como siempre lo fue. Con respeto e irreverencia, una vuelta más al péndulo.