Cayo Apuleyo Diocles, auriga romano nacido en el año 104, durante su época fue tan avallasadoramente exitoso como deportista que ganó, proyectando la inflación, alrededor de 15 mil millones de dólares. Los 1700 millones de Michael Jordan a su lado son una anécdota. En una escala tan grande como la de Diocles fue el estrellato de Carlos Gardel en los años ’20 y ’30.
Pionero absoluto como ídolo musical del mundo entero, los videoclips, en ser referente y vara para todos los que sigan, en el tango canción y en tantas otras cosas. Muerto en 1935, mucho antes de la existencia del formato LP, cuando estaba a pleno publicando canciones perfectas como ‘El Día que me Quieras‘, que lo hicieron inmortal. Fue dueño de los datos de color más fascinantes: Tenía incrustada en el pulmón una bala, documentación uruguaya falsa para no ser convocado al ejército, le dio el empujón a Frank Sinatra para que se dedique a cantar y un mítico etcétera. Más de ocho décadas desde su último suspiro y, todavía, cada día canta mejor.
En su clásica dupla con Alfredo Le Pera imaginó ‘El Día que me Quieras‘, la mayor canción de amor. Semblanza de un romance en tiempo futuro y confesión tan pura de fe que parece haber inventado el amor platónico. De una dulzura solo comparable a la angustia que genera ‘Sus Ojos Se Cerraron’. Gardel sueña con ese lazo al que el macho porteño solo le sabe llorar o reclamar. La obsesión con el pasado, dicha insuperablemente por Julio Cortázar a través de Horacio Oliveira: “La verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás”; es eclipsada por esa voz que todavía da que hablar, que cuando canta es imposible no percibir que lo hace sonriendo.
Su pasión convoca a entregar el corazón por ese día, porque el amor, como el abismo, devuelve la mirada.
La noche que me quieras
Desde el azul del cielo
Las estrellas celosas
Nos mirarán pasar