BRAT: el eterno verano de Charli XCX

Ya era hora que el mundo se ponga a sus pies. Luego de cimentar una obra notable en los márgenes del mainstream, Charli XCX publicó “BRAT”, el disco que siempre estuvo destinada a hacer. Una captura del suceso pop del año y de su artífice.

1. Rewind

Es agosto de 2014 (es decir, verano en el hemisferio norte del planeta) y Charlotte Emma Aitchison está vestida de colegiala en el pasillo de un típico colectivo amarillo de escuela estadounidense mientras entona la letra de su más flamante single, un estribillo tan de manual como efectivo, de esos que le salen de taquito: “No quiero ir a la escuela / solo quiero romper las reglas”. 

En este momento, saber quién es Aitchinson no es asunto de público conocimiento y averiguarlo lleva un poco más que un scroll rápido por Instagram: falta todavía una década para que de forma consecutiva se convierta en portada de Rolling Stone, Vogue, GQ, Billboard, The Observer, WSJ, The Face, i-D, Re-Edition y otros tantísimos medios que la retratarán como la artista fenómeno de su era. No por eso está alejada del spotlight: a sus 22, Charli XCX cuenta con dos éxitos globales grabados como artista invitada (el gigantesco ‘I Love it’ de Icona Pop y ‘Fancy’, quizás lo único memorable que Iggy Azalea le dio al mundo), además de una buena lista de créditos como autora en canciones firmadas por a-listers de la talla de James Blunt, Marina & The Diamonds y Selena Gomez. Para colmo, está a punto de lanzar su segundo disco junto a las multinacionales Atlantic Records y Warner Music, “Sucker”, con el que planea dar un golpazo de aire pseudo punky en el mainstream (plan que, a su pesar, terminará fallando cuando las pretensiones comerciales del álbum colapsen con su intención rupturista. Años más tarde dirá que lo que intentó hacer fue lo que logró Olivia Rodrigo con su debut, “Sour”).

Hasta ahora, Charli se porta como la alumna predilecta de la industria. La aptitud está: lleva el hit en la sangre, un talento que en parte gestó como niña fan de Britney Spears y, por otra, afiló entre los clubes londinenses y los rincones más burbujeantes de MySpace, donde dio forma a su primer material. En una época en la que los charts insisten en seguir desgastando la fórmula electro-pop hasta el hartazgo (de fondo todavía suena el eco de David Guetta), su facilidad para la melodía y su pulso dance la destacan como potencial de alta cotización para un mercado que, siempre al acecho, se asoma listo para devorarla, hacerla una moda pasajera y dejarla olvidada en el cajón de los one hit wonders. Aún con sus destellos de genialidad (inmediatamente plasmados en sus primeras grabaciones: la mixtape “Heartbreaks and Earthquakes” y su LP debut, “True Romance”), su incipiente discografía no revela del todo mayores argumentos que puedan contradecir este rumbo. 

En parte, lo sabe. Entre toma y toma, con un convencimiento un poco endeble, defiende a ‘Break the rules’ (“Quería hacer un tema tonto. Las mejores canciones pop son estúpidas, por eso son tan geniales”), sin advertir que pronto la detestará. En algún lugar de su cabeza, mientras la crew contrada por el sello la adorna de elogios, Charli se pregunta si este es el sueño de la popstar, si esta es la música que la identifica y si su obra perdurará en el tiempo.   

Por ahora, nada indica una proyección alejada de lo convencional. Y, sin embargo, ocurre la anomalía.

2. So, I

Una estrella fugaz: un haz veloz y de un brillo tan deslumbrante que ilumina el camino de quienes tienen la suerte de ser alcanzados por su estela. A SOPHIE le basta un paso muy efímero por esta tierra para convertirse en referente de una generación deseosa por renovar el calibre experimental del pop. Su rayo atraviesa a Charli por completo.

Es verano de 20151 y el día que se conocen la escocesa lleva una valija con flores, velas y su Elektron Monomachine, la licuadora de sonidos sintetizados que mezcla y deforma para crear serpentinas artificiales de ruido plástico y metalizado. Con ella, se internan en una habitación juntas durante tres días. En una etapa de confusión plena, desanimada por las lógicas de la industria y su horizonte artístico, Charli ve el futuro. Y el futuro, con el magnetismo de sus ojos espaciales y el naranja intenso en su pelo, contiene una idea: el pop puede ser algo más. Debe ser algo más. Debe subvertir las expectativas, debe provocar y debe evolucionar: debe liberarse.

Como un choque de astros, el encuentro reconfigura el universo XCX. De acá en adelante, Aitchinson se lleva una aliada, una mentora (no pretendo exagerar con este término, Charli se ha encargado de aclararlo en más de una ocasión), y “Vroom Vroom”, punto de inflexión en su carrera que sella un nuevo destino. Bastan escuchar los primeros segundos del EP para advertir que el cambio de dirección es rotundo y se aleja de las pretensiones radio friendly de su sello para acercarla hacia la creación de una música mucho más propositiva. Latente desde siempre, su sentido de la inventiva se reaviva y la pone en el asiento delantero, en pleno control sobre su obra. Así lo exclama en el hook de su nuevo banger (y de acá en más, su caballo de batalla): “All my life / I been waiting for a good time / So let me ride / Let me ride”.

SOPHIE no viene sola: la escuda una nueva guardia. Con AG Cook a la cabeza, PC Music lleva consigo una bandera de un pop deconstruido, desfigurado digitalmente y rearmado como la piezas de un rompecabezas multidimensional, arriesgado y maximalista, a contracorriente del estándar cancionero actual. Allí, la música de Charli empieza a tomar forma en el punto de encuentro entre sus dos imaginarios predilectos: internet y la pista de baile, aquellos lugares donde los cuerpos desconocen sus fronteras. Partygirl desde siempre (a sus 15 ya tocaba en raves), las producciones de PC Music la devuelven a sus raíces de club, marcadas por la presencia de la electrónica y la estética virtual. De ahí en adelante, su obra se agiganta: en poco más de tres años, sus siguientes trabajos (en especial la trilogía que conforman “Pop 2”, “Charli” y “How i’m feeling now”) la propulsan como la creme del hyperpop, la cara más visible de un género que durante un tiempo se mantiene subterráneo en los engranajes del ciberespacio. A un ritmo incesante, su nombre se vuelve fetiche entre los heads y los blogs de música, se gana el aprecio cuasi unánime de la crítica especializada, los Black Country, New Road le dedican un tema y la comunidad queer la abraza como su mother. Un fenómeno hecho y derecho que, aún así, corre por el carril del costado. 

3. Von dutch

I want it all / Even if it’s fake: disparador de tantos sentidos posibles (¿habla sobre el amor? ¿El éxito? ¿La fama? ¿El consumo? ¿Internet? ¿La vida?) que es todos y ninguno al mismo tiempo, imposible de descifrar para los aficionados de la literalidad en Genius y, a la vez, un dardo certero al corazón de nuestra era. Charli revierte su propio dictamen: sus canciones pueden inundarse de cursilerías, repeticiones que lucen (solo lucen) banales y frases al estilo de “I need that bad boy to do indo me right on a Friday / And I need that good one to wake me up on a Sunday”, pero lejos están de ser tontas, mucho menos intrascendentes. 

Pop 2” (con ese nombre que es, redundantemente, puro gesto pop) marca el camino: es la inauguración de un recorrido otro, la versión alternativa, el segundo intento de una artista que desvía la mirada y se aventura por otra avenida. En ese sendero, Charli reescribe su propio gen. Si Britney y las Spice Girls le habían hecho creer en el sueño, vivirlo se convierte en un viaje mucho más vertiginoso y caótico, en el que decide abrazar el desorden. O, también, desandar la mímica de pop girl que conoce tan de memoria. 
En primera instancia, a partir de su voz, la que desarma, multiplica y expande. Si el agudo adolescente había caracterizado sus inicios, ahora el autotune es la llave que utiliza para retorcer sus cuerdas y estirarlas hasta nuevos límites. Sin necesidad de virtuosismo, se apropia del recurso para volverlo su sello insignia y darle un carácter total. Ahora, las vocales no sólo lideran (nunca pierde el hook de vista), sino que las usa como motivo rítmico y, a la vez, las desgarra en capas y texturas que se integran al soundscape, bajo las virtudes del copy/paste, la distorsión digital y el glitch. Siempre en función de exprimirlas como instrumento emocional, algo que se manifiesta al máximo en canciones como ‘Thoughts’ o ‘Lucky’ (prestar especial atención a su versión en vivo).

Mientras coetáneas coquetean con la retromanía (Dua Lipa y Miley Cyrus), el barroquismo (Lana del Rey) y el tradicionalismo folk (Taylor Swift y Lorde, en su era “Solar Power”), a la vez que gozan de éxito masivo, XCX mira al futuro. No le escapa a los flashes, pero no le importa no ser el centro de la atención. A su lado, Caroline Polachek, Sky Ferreira y Carly Jae Repsen (otro caso de un refresh artístico remarcable) se encargan de ensanchar las barreras del pop desde abajo o, en todo caso, desde la vereda de enfrente. La virtud de Charli radica en oscilar entre ambos mundos: poder sentarse en el estudio a freakear con 100 gecs y a la vez telonear a Tay Tay en una gira mundial, bajo el feeling de no conformarse nunca. 

Esa actitud también da inicio a una relación tensa con Atlantic Records, lo que hace que se gane el mote de conflictiva. Frente a las obligaciones contractuales, Charli se muestra cada vez más desobediente en la búsqueda por imponer condiciones, algo que la fuerza a luchar una y otra vez frente a las expectativas ajenas y propias. ¿Partygirl? Sí. ¿Workaholic? También. Si su carrera comienza a definirse por la autoconciencia, la exigencia se esgrime como central en el trayecto de una trabajadora incansable de la canción. De pulso fuertemente autocrítico, su obra comienza a teñirse de una lógica reactiva. Cada movimiento se desprende del anterior en una dinámica pendular, a contramano de ella misma y del resto de la escena. Incluso cuando la vulnerabilidad se pone de moda, se manda derechito a encarnar el papel de una famme fatale feroz (una performance que, con todo respeto, a otras contemporáneas les cuesta horrores2) con “Crash” (2022), un LP en el que abandona la intención vanguardista para darle el gusto a la discográfica, jugar con su personaje y vestir el traje de una diva pop al borde del colapso. Su entrega es absoluta, ya no quedan dudas: si hay algo que Charli hace al cien por ciento, es poner el cuerpo, incluso si implica hacerlo estallar en mil pedazos. Con esos restos decide, una vez más, ir por todo.

4. Club classics

En su cumpleaños número 32 (agosto de 2024, noche de pleno verano en la ciudad de Los Ángeles), Aitchison está rodeada de sus it girls favoritas. Por las instantáneas desfilan Rachel Sennott, Addison Rae, Barbie Ferrera, Alexa Demie, Gabriette, Nelly Furtado, Rosalía, Billie Eilish y Lorde (salvando la ausencia de Julia Fox, el escuadrón está casi completo). Una década la separan de ‘Break the rules’ y su cosplay forzado de colegiala púber. Ahora se la ve exultante. El outfit (anteojos negros, piernas al descubierto y remera abierta) grita “Me importa todo un carajo”. Mientras sostiene un ramo hecho de cigarrillos, celebra su natalicio y el de su sexto álbum de estudio, la razón por la cual tiene a una horda de paparazzis rodeando la fiesta. “BRAT” se publicó hace poco menos de dos meses y rompió internet.

De acá en adelante, todo va para arriba. Así como “Motomami” hace un par de años, cada hecho vinculado al disco se vuelve un suceso. El verde flúor y el título en sans serif son la materia trendy número uno en las redes, algo que no pasa desapercibido para la agenda mediática que, una y otra vez, alaba su estrategia de marketing y promoción. A la par, sus dos Boilers Rooms alcanzan un éxito inédito para una artista de su estirpe. En el transcurso de unos meses, la británica comenzará a agotar estadios en todo el mundo, aparecerá por primera vez como host de SNL, hará un sketch con The Lonely Island y protagonizará un show sorpresa en pleno Times Square. Para coronar, se convertirá en la elección obvia para encabezar las listas de lo mejor del 2024, vendrán las nominaciones obligadas a los Grammys e, incluso, el Diccionario Collins consagrará a “brat” como la palabra del año. La lista sigue y sigue.

Sobre Charli xcx (de ahora en más, en minúsculas) se dirá todo y, sin embargo, quedará todo por decir. ¿Por qué? Porque “BRAT” es, efectivamente, total.

Como los grandes tratados pop, la pieza se alza como la experiencia integral del mundo xcx, en el que se sintetizan todos los ángulos de su carrera artística. Sin limitarse a explorar una faceta, “BRAT” no juega en los bordes, es el borde: el punto de tensión donde las dicotomías mainstream/alternativo, privado/público, personal/artístico y realidad/ficción explotan por completo. La definición, tan precisa que vale la pena recuperar por más que se repita infinidad de veces, la otorga en ‘Von Dutch’: “Cult classic but i still pop”.

Bajo esa lógica revisitista, Charli encuentra su victory lap. Libre de las presiones de los ejecutivos 3 y lejos del concepto de personaje que trabajó para su predecesor, acá apuesta por instaurar una idea. O, en todo caso, de revertirla. Calificativo de mocoso, toma un término peyorativo como “brat” para resignificarlo como actitud frente al mundo. Si el pop es un río que mama de la tradición, Charli reivindica al Lou Reed rubio que tartamudea en monosílabos a los periodistas, al Prince que abandona su nombre en señal de protesta y a la Britney que se rapa frente a cámara como manifiestos de inconformismo. Se trata también -y por sobre todas las cosas- de restituir el legado de la reinvención como gesto emblema de la música pop.

Para ello, vuelve a las bases. En “BRAT”, Charli alcanza su versión más pura. Ya desde lo estético (los rulos al natural, la pollera y la ausencia de corpiño), brinda una imagen que rompe con el filtro clean de nuestros tiempos. Y, en lo musical, regresa a su primer y eterno amor: el club. Acá, como nunca, están expuestos al máximo sus años formativos en la cultura rave y su ADN dance, de genes fundamentalmente británico y francés. Si en el último lustro el mainstream venía atravesando un revival de la música bailable a partir de testimonios como “RENAISSANCE” de Beyoncé, Charli llega para ponerle sello europeo, con anclaje en los 90 y los 2000 como décadas a homenajear. El filterhouse, Justice, Uffie y el resto de la pandilla Ed Banger son las referencias. El hyperpop pasa de largo, pero las caras de PC Music (Easyfun y AG) se sostienen, con George Daniel de The 1975 (además de ser la pareja de la dama) como adición clave. Alrededor de ellos, Charli convoca a un squad de primera (Hudson Mohawke, Gessaffelstein, El Guincho y The Dare, por nombrar algunos) que fusiona elementos del pasado con un enfoque contemporáneo y proactivo, alejado de la pose nostálgica.

¿El resultado? Un greastest hits. Banger tras banger, la omnipresencia de xcx es monumental. Basta oír la apertura y el cierre del disco: ‘360’ y ‘365’ (disculpen, pero acá no voy a dejar que las palabras medien. Simplemente escuchen y diganme que eso no es perfección pop). Track a track, Charli regala prestaciones descollantes que dan con el cuore de cada canción, una muestra no solo de su brillantez como compositora, sino de su inacabable abanico como intérprete. De la dicha en movimiento que es ‘Club Classics’ al lamento robótico de ‘I might say something stupid’, el ánimo es continuamente abarcativo, fiel al retrato de una fiesta y la ambigüedad de sensaciones que resguarda. Del placer, la dulzura y el éxtasis, a la angustia, la inseguridad y el drama, el caos oficia de equilibrio dionisíaco, con la psiquis de su autora como espejo.

Atrapada entre la neurosis y el goce de la carne, la pluma de Charli se dispersa de un lado a otro en tono conversacional, sin tapujos. Lo hace bien distante de cualquier moralismo que pretenda disfrazarse de auténtico. Para ello evoca la actitud de las chicas malas que ya no hay y que siempre le fascinaron, con ‘Mean Girls’ como su oda suprema. En esa postura también se ratifica la sensación de no encajar, el gran signo de su carrera y de su vida personal, ya a este punto indiferentes. Hace mucho que lo confesional es su marca lírica, pero en “BRAT” esa conducta se torna bestial. Que no pase desapercibido que, antes de dejarse penetrar por una lluvia de sintetizadores, se pregunta por qué quiere comprar un arma y matarse. El eco de SOPHIE no solo resuena en la bellísima ‘So, I’, sino que está en la lealtad con la que Charli se debe a sí misma, en sus luces y sus sombras. 

Esa es la esencia de “BRAT”, cuya naturaleza es expansiva en todos sus frentes. Incluso logra algo que en estos tiempos parece una hazaña, al entregar un deluxe que no desvirtúa la experiencia original e incluso la enriquece, con tres nuevas canciones que se muestran a la misma altura que el resto del tracklist. Ni hablar de su siamés en clave remix, que honra y revive el espíritu último del dance: la música como una unidad interminable.

5. Everything is romantic

Costa amalfitana, verano de 2022. Después de unos meses de actividad frenética tras el lanzamiento de  su último trabajo, Charlotte encuentra descanso. En los albores de su romance con George, registra en su retina todo lo que la rodea:

Tatuajes malos en pieles bronceadas
Un cristo en un cartel de plástico
Noches en sábanas blancas con cortinas de encaje
Capri a la distancia
En un lugar que puede cambiarte
Enamorarse, una y otra vez

Aitchinson escribe canciones desde que tiene catorce. En todo los años que pasaron desde entonces, hay algo que se mantiene inalterable y es su sensibilidad. xcx tiene un filo. Sus creaciones guardan una física de la emocionalidad que atraviesa la piel. Incluso cuando el paisaje es extremadamente artificial, siempre hay algo profundamente humano latiendo. Más que humano, corporal. Como cuando dice sentirse como propano antes de sacarse la remera y pedir que la besen fuertemente bajo la lluvia. En esa intimidad, casi táctil, se esconde una predilección hacia el (des)amor como su tema recurrente. O en todo caso, de lo que el amor y su ausencia representan: la distancia con el otro.

How i’m feeling now” es el summum de eso, pero es algo presente en todo su catálogo y sobrevuela su obra desde el principio hasta “BRAT”, inclusive. Más allá del lore, ¿de qué se trata entonces ‘Girl, so confusing’ y su retrato de dos opuestos que se atraen y repelen sin poder encontrarse? O ‘So, I’, como captura de su vínculo con su maestra, una sociedad creativa que no termina de volverse amistad y que se plasma en el recuerdo de alguien que ya no está. La industria, la fama y la atención pueden figurar como intermediarios momentáneos, pero lo que se revela detrás es la misma obsesión existencial: cuán cerca o lejos nos sentimos del resto y de nosotros mismos. 

Por eso la invocación constante de la noche, una estación sin fin, que no arranca y termina más que en sí misma, ahí donde las figuras pierden su contorno. La de Charli es la voz que reclama ese vacío. Se escabulle debajo de las luces para exorcizar los cuerpos, patentando melodías en sus mentes como un virus, en búsqueda de liberarlos de la prisión que los ata. Solo hay que seguir su susurro:

Enamorarse,
una y otra vez
una y otra vez
una y otra vez

Allí, no hay más artificio que la eternidad. 

6. 365

Regla número del pop by XCX: repetirse, pero nunca de la misma manera. Entonces, si BRAT fuese un decálogo o un manual de definiciones, creo que diría algo así:

BRAT es (ahora sí) romper las reglas.

BRAT es el verde, el color de la resurrección.

BRAT es ser vos mismo, sin importar el costo.

BRAT es el grito en la tormenta, el desahogo, el espíritu de la libertad. 

BRAT es ser bratty, iconic, bitchie, angel, unapologetic. No hay necesidad de descifrar ningún código: brat reconoce brat. 

BRAT es el rizo natural, el tatuaje en la parte baja de las espalda, la frase irónica en la remera, las manchas de sudor en la ropa, las quemaduras de cigarrillo en la piel, el beso oculto en la oscuridad de un baño. 

BRAT es el alma de la fiesta desplegándose en los bordes de una noche infinita: el calor que fue, que es y que ya no será. 

De esto último pueden estar absolutamente seguros, jamás habrá otro verano igual. Si preguntan quién fue, no se atrevan a buscar otra respuesta. 
It’s Charly, baby.


  1. Esto probablemente sea falso. Se sabe que el primer encuentro entre Charli y SOPHIE se dio en un campamento de songwriting durante algún momento de 2015 en Suecia, pero no hay precisión exacta sobre la fecha que respalde que haya sido en verano. Simplemente me gusta pensar que fue así. Pequeña licencia por cuestiones narrativas, ustedes entenderán.
  2.  Lana, Miley, Ariana: sepan disculpar, pero angel solo hay una.
  3. Por contrato, “Crash” iba a ser el último disco de estudio de Charli junto a Atlantic Records. Inesperadamente, compañía y artista acordaron renovar por un nuevo lanzamiento, pero esta vez bajo condiciones distintas. Para evitar piedras en el camino, Charli preparó un manifiesto sobre “Brat”, que le entregó al sello como un innegociable. Así lo detalló en su entrevista con Zane Lowe: “Se trató de aclararles todas aquellas cosas que debí haberles dicho cuando salió ‘Vroom Vroom, pero todavía no tenía la confianza para expresar. Esencialmente, clarificar que este disco no iba a ser un álbum de canciones tradicionales para la radio, con sus respectivos singles. Ya no vivimos en ese mundo. Y su deber como sello es reconocer que la base de fans que construí durante todos estos años espera que yo y mis colegas seamos nosotros mismos.”

Te puede interesar