Sho-Hai - La Última Función

41 años está lejos de la edad en la que uno espera que un rapero se mantenga en su prime. Pero es a esa edad que Sho-Hai, leyenda del hardcore español, publicó su segundo y mejor disco solista. Mientras que sus compañeros de Violadores del Verso se alejaron del rap duro, Hate se mantuvo ortodoxo. Una fidelidad que no lo limitó, sino que le dio herramientas para que su persona artística siga creciendo sobre sus mismas bases. Su carisma es especial y su perspectiva es una rareza en el Hip Hop.  Sho-Hai es un equilibrista de alcoholímetros, mejor sommelier que…

41 años está lejos de la edad en la que uno espera que un rapero se mantenga en su prime. Pero es a esa edad que Sho-Hai, leyenda del hardcore español, publicó su segundo y mejor disco solista. Mientras que sus compañeros de Violadores del Verso se alejaron del rap duro, Hate se mantuvo ortodoxo. Una fidelidad que no lo limitó, sino que le dio herramientas para que su persona artística siga creciendo sobre sus mismas bases. Su carisma es especial y su perspectiva es una rareza en el Hip Hop.

 Sho-Hai es un equilibrista de alcoholímetros, mejor sommelier que amante, que aun en el paso de los años sigue renegado de la corriente. Se repite la acidez de su humor en una apática voz de la experiencia. Las imágenes siguen vívidas y grotescas, como la de Kim Kardashian cagando. Pasa de encarnar un poltergeist a un inodoro en POVs de horrorcore, así como reflexiona sobre la muerte, los fracasos amorosos y los éxitos raperísticos.

 Un año atrás, en 2016, Kase.O trascendía con «El Círculo«, su camino del héroe, pero para su compañero el viaje de la adultez llegó muy distinto. El Bufank tuvo una vida dedicada a los mismos vicios y virtudes, por lo que pasado, presente y futuro se parecen mucho. El porvenir aparece en esos viejos borrachos que son parte inamovible del paisaje de los bares de barrio. Un destino lúgubre, pero que se siente como el único aceptable. Para tomar no hay que tener sed, hay que tener ganas, y el hígado de Sho-Hai aguanta todos los estragos de su corazón. 

La madurez lírica y los autoretratos sinceros no siempre toman la forma que uno espera, con sabiduría y conciencia ostentable. Una gran representación también puede ser plenamente auténtica y desalentadora, matizada pero agria. No es la media en el rap y por eso «La Última Función» como obra vale el doble.

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