La verdad del tango

Toda mitología personal se edifica sobre una tensión fundamental: la que existe entre el destino y la historia que se construye para poder sobrellevarlo. La obra de H de Perra junto a C.Spaulding asume esa dualidad como el método mismo para fundar una verdad.

«Cruz y Ficción» es un disco que nace con la fatalidad de un destino bíblico. Cada instrumental de C.Spaulding suena como los martillazos que fijan la cruz sobre la tierra: golpes potentes, con la solemnidad ritual del impacto que da comienzo a un combate. La palabra de Dios, según la primera sentencia del álbum, necesita de un cuerpo para cumplirse. Ese vehículo de carne y hueso es el emcee: un cronista encargado de traducir la divinidad al dialecto de la supervivencia.

El andamiaje musical que construye el productor español es un quiebre deliberado con cualquier ensueño sonoro que pudiera haber tramado en su colaboración previa con Mir Nicolás. Si “A BCN DREAM” sugería una luminosidad mediterránea, una postal transatlántica, «Cruz y Ficción» es el sonido de una tormenta eléctrica formándose sobre la ciudad, donde los ritmos son los relámpagos y la palabra es el estruendo. Spaulding construye el patíbulo y el púlpito con los mismos materiales. Esta dualidad se vuelve audible en la materia misma del sonido: una extraña belleza de texturas casi operísticas que sirve de lienzo para que la voz de H de Perra la surque como un hierro oxidado, inscribiendo la herida de lo real sobre la promesa de lo sublime.

Sobre este tire y afloje, H de Perra se erige para asumir su rol mesiánico sin el velo de la ironía, con la gravedad de quien fue elegido para una tarea que lo excede y, al mismo tiempo, lo define. El LP se abre con un dogma que funciona como una declaración de principios: “Cuando Dios te entrega una palabra, tú te transformas en su cumplimiento”. La voz deja de ser un elemento de expresión para convertirse en encarnación. Su cadencia se funde con los ritmos en una sintonía perfecta. No hay distancia entre el narrador y lo narrado. Es la anulación del artista en favor del instrumento: una carga que lo obliga a darlo todo por una visión que es, a la vez, cruz y ficción.

Esa revelación irrumpe en lo que tal vez sea la línea más evocativa del álbum: “Esta es la verdad del tango”. Muy lejos de un simple latiguillo, es una tesis teológica y cultural. El tango, para el oriundo de estas orillas, es más que un género musical: es un sistema filosófico completo, una forma de comprender la traición, el desengaño, el honor y la muerte. Que esa verdad adopte la forma del gotán implica que la salvación y la condena se juegan en las mismas ochavas, con los mismos códigos del arrabal y la misma melancolía. Es la universalidad del evangelio pasada por el filtro de la identidad rioplatense: un sincretismo donde los milagros y prodigios ocurren “a diez minutos del sol y a tres cuadras del diablo”.

Pero encarnar una verdad colectiva de esa magnitud exige una técnica individual extraordinaria. Es una carga que obliga al creador a construir los cimientos para sostenerla, y es ahí donde la «ficción» representa esa praxis. El propio H de Perra ofrece una pista sobre este método cuando confiesa estar «estudiando el arte de concretar lo imposible / aunque usted no lo crea, de Ripley«. En una primera lectura, la mención apunta al coleccionista de rarezas Robert Ripley. Sin embargo, la densidad psicológica del álbum invita a ir más allá. Tomemos, por ejemplo, al Thomas Ripley de la novelista Patricia Highsmith: un artesano de la supervivencia cuyo método es un ciclo de cálculo, ensayo e improvisación para sostener el personaje que necesita ser. Pero no nos confundamos: este método exige un conocimiento propio absoluto. Porque claro, sin ello, el intérprete no representa una ficción, sino que se convierte en ella, pasando de ser el artífice de un simulacro a ser el simulacro mismo. 

Esa proeza, para no ser un mero delirio, necesita un anclaje en lo material, un sistema de recursos propio que le permita existir al margen del mundo convencional. Por eso, el narrador debe operar bajo una lógica distinta. Rechaza explícitamente los incentivos convencionales y propone una jerarquía de valor donde el dinero es apenas el primer eslabón para un fin mayor: “Convertimos moneda en billete, billete en kilos, kilos en tiempo”. 

Lo más preciado dentro de este sistema, no obstante, permanece oculto y su obtención implica un sacrificio físico y real. El artista es consciente de los peligros de su propio éxito; sabe que el reconocimiento alimenta el ego y que ese crecimiento personal atrae una atención indeseada, un riesgo espiritual que asume con pleno conocimiento. 

Forjada en la desconfianza y la certeza, emerge una filosofía de vida que ve el mundo exterior como un escenario de apariencias donde él es el único que descifra las intenciones ocultas. Esta percepción, a su vez, se combina con un fuerte sentido del determinismo, con la creencia de que el destino está sellado. Tal fatalidad no lo paraliza, sino que lo libera: si el resultado final es inalterable, lo único que queda es la pureza de la ejecución. El mundo se divide así, en una binariedad cruda, donde el único santuario posible es el propio ser.

Aun así, también acechan los fantasmas del pasado. La obra se convierte en un ejercicio de arqueología personal, un método para procesar la propia historia sin caer en la nostalgia. Es en ‘El Pésame’, uno de los momentos más introspectivos del disco, donde la voz poética del presente se ancla en las experiencias formativas de la niñez como la explicación fundamental de su identidad actual. ¿Cuál es, entonces, el motor del sonido de H de Perra?

Mis barras suenan igual a los vidrios que rompí jugando con mi primo
tirando piedras al lado aburridos haciendo bardo
inventamos otra realidad no queríamos frustrarnos
viviendo con los ojos de niño que la vida vino a robarnos
El Pésame

Lo que a priori era una travesura infantil comienza a entenderse como un temprano acto de resistencia contra la frustración. Las barras de hoy son la continuación de esa misma energía que hacía estallar los cristales. El arte se torna el único refugio posible para proteger esa pureza original. En esta alquimia de transformar el dolor en un ideal se forja un nuevo tipo de fraternidad, una que suple los lazos que la vida no proveyó. Y es la propia entrega vocal de esa canción la que materializa el pacto: el tono de batalla cede su lugar a una calma reflexiva. La voz baja, se serena y se convierte en la de un hermano mayor que mira el pasado y advierte sobre el futuro, para entregar una enseñanza forjada en la propia herida.

La dualidad que da nombre al proyecto encuentra su síntesis. «Cruz y Ficción» se presenta entonces como un acuerdo inquebrantable con el propio camino. El dolor, la carga y la verdad se entrelazan de manera inseparable con la narrativa construida, con la persona y con la estética. Una cosa le da sentido a la otra hasta que se vuelven indistinguibles. El resultado es la fundación de una legalidad personal y artística, un universo que se rige por sus propias normas, construido sobre las ruinas de un orden anterior que fue deliberadamente desafiado. Al completar este ciclo de sacrificio y resurrección a través del arte, H de Perra consigue una forma de permanencia. La obra se instaura como una entidad completa y un cuerpo final ensamblado a partir de todas sus partes dispersas, inmortalizado en su propia leyenda.

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