Hay voces que parecen escapar de los mismas cantantes. Sí, escaparse. Cómo si fueran más grandes que ellas mismas. Llevan impresas las marcas de melodías pasadas, crean texturas entre dicciones ornamentadas y se expresan en caudales fuertes de voz que siempre están ansiosos por salir a flote. Porque nada tiene riendas absolutamente firmes cuando aquello que te empuja está cimentado sobre un vendaval de emociones.
Queralt Lahoz es esa voz.
Esta artista oriunda de Santa Coloma de Gramanet, núcleo de la migración andaluza, es eco de todo aquello que la rodeó mientras crecía. Desde un barrio de inmigrantes enmarcado en un variopinto musical, hasta la firmeza de mujeres vehementes que fueron parte central de su crianza. Su música es esa modernización que se ramifica desde la matriz flamenca que la caracteriza.
Que me perdonen los demonios
Porque yo no sé si Dios me acompaña
Pero si es así, ella es mi abuela
De la Cueva a los Olivos.
En sus canciones el rap se permite charlar con los boleros, el flamenco se fusiona con el pop, el sabor latino dialoga con el soul y el dancehall marida con el R&B sin sonar como algo forzado. La paleta se presenta como alguien que convive con esos sonidos de personalidades tan distintas, no como quien en el afán de homenajear el todo termina careciendo de identidad.
Es ahí donde radica la pureza de su música, la identidad sonora que construye es su propio ADN sobre el pentagrama. Utiliza las historias del boca en boca familiar, sus vivencias personales y las situaciones que pasan frente a ella para desarrollar su propia historia.
No se amparan en actitudes desligadas para aparentar una personalidad inquebrantable. Nacen de esas hendiduras, por eso resulta tan imponente su voz y actitud en la obra. Porque no hay nada que demuestre más empoderamiento en una persona que verla cantar directo desde las entrañas sobre lo que realmente le pasa.
Pureza en vivo y en directo
Registro audiovisual del evento en formato reel.
La voz de la Queralt ocupó hasta el espacio más recóndito de La Tangente. La proyección de ese caudal es tan poderoso que el público por algunos segundos quedaba mudo. Son esos momentos donde los silencios no se traducen en una falta de conexión con con el otro, sino que más bien evidencian el estado de alucinación total de quién escucha.
El show estuvo dividido en dos actos, como si fueran dos estados, divididos por su vestuario. Inició con temas más apegados a la confianza que tiene en sí misma. Luego se abrió de alma para desplegar sus emociones y cerró el show festejando. Y como si fuera poco, nos regaló el tango ‘Las Cuarenta‘ en acapella.
Hay que destacar la conexión que se vio con su banda. Desde el ida y vuelta entre la batería y sus tacos, hasta la forma de entablar conexión con el piano. Esa unión es evidente, sobre todo cuando -sin querer- escuchas que su cántico previo a subir al escenario es ‘U.N.I.T.Y‘ de Queen Latifah.
Y es que no por nada la palabra «Pureza» le va como anillo al disco. Queralt Lahoz es de esas grandes voces que toman el escenario por asalto y dejan una experiencia inolvidable.