El lenguaje de «Post Mortem» es edgy hasta la médula, provocador con todos, y sin embargo, la idea tan caricaturesca de hacer un disco póstumo en vida nació del miedo. Un miedo al que Dillom se aferró y por el que creció: el miedo a morir. La respuesta primero fue el chiste, pero pasó a ser una inquietud ¿qué va a quedar de mí cuando ya no esté? Y ahí la responsabilidad de ser algo más que un pibe que hace temas rapeando.
Así Dillom, que empezó siendo uno de los menos serios de la escena argentina, se convirtió en el «trapero» que mejores decisiones está tomando sobre su legado. Primero dejar esa etiqueta y las limitaciones del trap, que en el país hay muchísimas, y segundo, tercero, cuarto y quinto empezar a explotar ideas que iban más allá de lo obvio para sembrar recuerdos en el público que lo sigue. En Bohemian Groove, el sello que fundaron con todo el equipo profesional que rodeó a la Rip Gang, se convirtieron en especialistas en mantenerse en la frontera entre no tomarse demasiado en serio a sí mismos como para perder el carisma y hacer todo de la mejor manera posible. No existe mejor marketing que ese.
La llegada de un documental del Post Mortem Tour existe en esta lógica. Los dos mayores objetivos del mediometraje son seguir profundizando la cercanía con la fanaticada y establecer que «Post Mortem» es más que un disco, es un movimiento. Claramente buscan vender una épica, pero si uno la compra puede comprobar que no es humo.
El documental se pre-estrenó en una premiere exclusiva en el Teatro San Martín de Buenos Aires, ayer, 4 de septiembre de 2023, con dos funciones: Una para prensa y otra para fans acérrimos. Los primeros tuvieron catering, los segundos souvenir. Todos contentos. Otra masterclass de fanservice sin caer en la demagogía. Entra todo como recompensa y no como regalo.
En sí la película no sale ni busca salirse del típico registro de detrás de escenas de una gira. Si sos groso en la música deberías tener giras de este tamaño y si estás a la altura también deberías tenerlas documentadas. Lo han hecho Iron Maiden, Joey Bada$$ y todos los que se les ocurran.
¿Quién diría que gracias a que C. Tangana se bajó a último momento del Lollapalooza Argentina una parte de la historia de la música argentina iba a cambiar? Quizás solo aceleró el ascenso inevitable, pero solo conocemos esta línea temporal donde la carrera de Dillom se disparó. Agotó una cantidad récord de Teatros Vórterix seguidos, recorrió las ciudades más grandes del país tocando, metió un Luna Park y remetió con y contra el Movistar Arena. El fin del azote fue en Córdoba, donde empieza y termina el documental.
Si bien la cámara no lo sigue en los shows en la Patagonia y el Norte, no falla en retratar el espíritu común de los hinchas de Dillom, siguiendo el código de etiqueta de remeras blancas pintadas con sangre falsa y hasta sobrepasándolo con disfraces de diablillos. La idea recurrente es que se sienten parte de algo más grande. Ese lugar (perdón por el cliché) de rebeldes dentro del ya rebelde panorama trapero finalmente construyó una suerte de refugio y vínculo para los que idolatran y también se identifican con Dylan, que incluso con su picardía no hay ángulo que no lo haga quedar como un tipazo.
Para que «Post Mortem» quede en la historia de la forma que ellos buscann este documental es el cierre ideal. Recién es el debut, pero ya lo celebran Miranda! y Andrés Calamaro entre otros laureados. Y lo más importante pareciera, como se ve en cada escena, que el triunfo es de todos: Dillom, la banda, los amigos, la familia, el sonidista, el tour manager, filmmakers, los fans y la música.