Nathy Peluso lanzó “Grasa” el pasado 24 de mayo, su segundo larga duración de estudio luego de cuatro años que lo separan del primero, “Calambre”. Con él, vuelve a habitar el foco desde la imponencia, con aires de reivindicación, honestidad y mucho carácter.
No mucho antes de su lanzamiento, Nathy compartió un teaser en su Instagram en el que, con un cartel promocional de fondo que revelaba su título en rojo, bien grande, vaticinaba: «Este es un disco muy personal». La profecía se cumplió: «Grasa» es un álbum personal porque la representa fielmente. Esto se logró con su participación activa en la gesta del proyecto, donde produjo principalmente back to back con Manuel Lara (además de contar con las presencias estelares de pablopablo, Benjamin Alerhand Sissa, Didi Gutman y Zecca, entre otros), además de co-escribir todas sus canciones.
La trayectoria de Natalia (nacida en Luján, pero residente en España desde los diez años) ante todo entiende de ocupar los no lugares y generar qué decir a partir de eso. Su primer show up con “Esmeralda” en 2017 marcó la pauta: ella era la novedad porque sonaba fresca y distinta, y en ese momento (con el trap pateando las puertas de la identidad nacional), nadie estaba proponiendo ese retruco tan femenino a la música.
Luego llegaron ‘Corashe’, ‘La Sandunguera’ y ‘Natikillah’, una seguidilla de proyectos que confirmaron lo que ya se intuía: el punto no era que nadie estuviera haciendo música como ella, sino que Nathy hacía lo suyo de una manera tan propia y poco antes vista que, a simple vista, impactaba, llamaba la atención. Ahí, también aparecieron las especulaciones y una crítica que, por un lado, festejaba la aparición de una artista con sus características y que, por otro, plantaba por qués: de qué iba ella, por qué hacía tal o cual cosa y, sobre todo, por qué se regocijaba en ambas de sus nacionalidades para crear arte. Todo lo que vino después para su carrera y en consonancia, este disco, vienen a afirmar eso: Peluso siempre tuvo el dedo índice de alguien por encima de la cabeza, y en “Grasa” lo señala ella también.
En tiempos donde la música funciona a nafta de potencias camaleónicas y donde las influencias de todos los tiempos se fusionan con los sonidos más actuales, “Grasa” asiente y suena estrictamente multisectorial. Peluso, que nos acostumbró a verla trajeada de diversas personerías, en este álbum se desliza ahora bailando por una parva de géneros y subgéneros sin adaptarse a los parámetros de cada uno de ellos, sino apropiándose, a su manera y con su impronta. A todas luces, este es un disco de jugársela y poner la firma, patentar, hacerlo suyo.
Así, contra una etimología siempre polisémica como lo es ‘grasa’, la sandunguera propone otra concepción de las cosas. En Argentina, la palabra alude mayormente de manera despectiva a todo aquello que brilla artificialmente por el mal gusto que transmite, que es barato y vulgar, pero grasa también tienen la pizza y las burgers que más nos gustan. Acá, Nathy no quiso limitarse a lo clásico de acomodarse bajo un calificativo negativo y hacerle la contra, sino proponer a la grasa como sentimiento, como estilo de vida, ir sobrado de actitud, alardear la fuerza, bancarla y, sobre todo, recordar lo importante que es reconocerse, tenerse y amarse. En sus palabras para Billboard News: “Vino de un sentimiento. Yo quería una palabra que tuviera muchos significados, que la gente pudiera apropiarse de ella y que se pudiera resignificar tras escuchar el disco”.
El concepto se contrasta en la totalidad del proyecto de manera orgánica gracias a sus líricas y esteticismo. Durante su carrera Peluso explotó al máximo su componente teatral (ya lo veíamos en sus comienzos, por ejemplo, en ‘Estoy Triste’, una oda a la soledad y la angustia) y en “Grasa” encuentra su boca de éxtasis para elevarlo al mil por ciento. Sabe que se le da bien, sabe cómo hacerlo y se reunió con las personas indicadas para materializarlo.
El short film del álbum, dirigido por Agustín Puente y producido por The Movement by Landia, está compuesto de planos secuencia que encadenan una canción con la otra, dando una idea de continuidad en un set que nos permite ver todo desde múltiples perspectivas. Este equipo de trabajo le permite patentar sus bases estéticas (labrar lo que el día de mañana va a aludir a ella, como el guante brillante de Michael Jackson o el body de Jean Paul Gaultier de Madonna) retratando los excesos, el placer, la soledad y la fuerza de una auténtica front woman.
Las líricas del disco vienen a masticar y transformar el hate en combate y plantar, a partir de adjetivos autorreferenciales como cochina, rota, fuerte, coqueta, desubicada y maleante, las tratativas. Ahí aparecen beats dosmileros con aires a Timbaland para retratar el deseo y el placer, salsas clásicas reversionadas que puntualizan en las preocupaciones producto de la fama, R&Bs para expresar la envidia y el amor familiar, y el trap más eléctrico para reafirmar la fuerza egocéntrica más necesaria.
Así, nos encontramos con temas como ‘Remedio’, ‘La Presa’, o ‘Ideas Radicales’, que tratan el amor desde ópticas tan diferentes que refuerzan la idea de la cinematografía como algo primordial. Mientras que ‘Remedio’ nos retrata a través de una cámara lenta constante a una Nathy trajeada de gangster, rendida ante los excesos y el asumir que aquel a quien ama la va a dejar por ser muy ella, ‘La Presa’ e ‘Ideas Radicales’ (una de ellas, una salsa con coros espectaculares de El Gran Combo de Puerto Rico; la otra, un R&B muy sentido) expresan, desde un rosco cenital en movimiento, la imposibilidad de un romance de brebajes y pasión, donde el dramatismo, las ansiedades y las culpas son cuota diaria.
Por otro lado, la faceta de fronteo la vemos en canciones como ‘Legendario’, ‘Todo Roto’, ‘Menina’ y ‘Manhattan’. ‘Legendario’ se planta a todas luces como el single primordial del disco. Desde un plano que da la sensación de estar en movimiento espacial constante entre tonos metalizados ( recuerda a ‘Virtual Insanity’ de Jamiroquai), expresa que todo tiene un por qué y que la mejor manera de hacerlo es perdurando. Por su parte, ‘Todo Roto’, en colaboración con Paco Amoroso y Ca7riel, y ‘Manhattan’, con Duki, bancan la posta de que los sueños se cumplen, el ropero se llena de ropa cara y aquellos lugares que anhelamos alcanzar simplemente llegan a nosotros. Ley de asunción and shit. Ambos temas, retratados desde lugares simples: una limusina y el depósito de un supermercado entre cajones de birra.
Me pasa factura
Desde aquí se ve mucha altura
No me queda casi nada que perder
Y si lo pierdo será haciéndoloLegendario
Por último, ‘Menina’, en colaboración con Lua de Santana, se planta como la más rica a nivel visual. Si bien el montaje nos recuerda a la escena de “American Psycho” en la que descubren la escena del crimen de Patrick Bateman, acá tenemos un monocromático de blancos estructurales en la que Nathy nos engancha a través de su despliegue lírico y actitudinal.
No hay un Velázquez en toda la fiesta que pinte a esta menina
No me arrepiento ni me cuestiono lo que deseo
Si lo necesito, con la cuchara yo lo meneoMenina
Las influencias y puntos de referencia de “Grasa” a nivel estético miran fijo hacía la mafia setentera al estilo “Godfellas”, la actitud femme fatal, cortes visuales que le guiñan a películas como “La Haine” e incluso la ya mencionada “American Psycho”, e inspiraciones claras que beben de Kanye, Kendrick y el gangsta rap de N.W.A.. Todo esto le permite a Nathy reforzar su identidad siempre ecléctica y su capacidad de no quedarse en lugares por comodidad, sino empacharse y seguir probando las cosas que llaman su atención.
Peluso es una referente para lo que se viene, y con este álbum lo demuestra. La capacidad de maduración, fusión, reflejo y versatilidad que plasma nos hacen saber que no le tiene miedo a la crítica y mucho menos al futuro, sino que tiene ganas de seguir arriesgándose por ese arte multisensorial que tanto le gusta crear. Nathy hizo suya la grasa para regalarnos un disco redondo, un concepto auto producido y mantras para sostenernos en los momentos más vulnerables. Tienes que aprender a amarte, perra.