«Para los monstruos, para los marginados, para los desposeídos, para los bichos raros, para los migrantes, para los rechazados, los burlados, los ridiculizados, los incomprendidos, los otros». Así dedica su arte Arca, aunque también podría servir de definición para su propia música.
La inquieta cantante, compositora, DJ y productora venezolana reafirmó su impredecible sonido con el lanzamiento de su cuarto disco “KicK i” en 2020, el primero de cinco que comparten nombre (como franquicias de películas de terror) y que significan el despliegue musical del que es capaz y muestra en 12 tracks.
Alejandra Ghersi tiene 35 años y veinte de carrera donde lanzó discos que fueron desde lo experimental, Hip Hop industrial, pasando por el reggaetón, haciendo que artistas como Lady Gaga, Bjork o Kanye West pusieran el ojo en ella y la eligieran como productora o compositora. Sin embargo, el tiempo transcurrido no es motivo para asentarse en un solo lugar, género o sonido, para Arca pareciera ser todo lo contrario: la mutación, transformación y evolución son los patrones que se pueden encontrar en sus obras musicales. Lo incómodo parece ser su zona de confort.
En 2020, plena pandemia, lanzó “KicK i”, el primero de una serie de discos e inaugura una etapa donde consolida su identidad sonora al mismo tiempo que la desguaza y explora otros sonidos.
“KicK i” es la carta de presentación de una etapa que resume los distintos niveles de experimentación que puede alcanzar: un ecosistema de humores diferentes y búsquedas que —también — aparecen en los discos homónimos que le siguen, sin interrupciones en su continuidad, sin que queden desubicadas. Lo experimental es algo que se repite sin ser redundante a lo largo de las canciones. Ella misma declaró tener como premisa no repetirse y los resultados que obtiene se notan: en sus álbumes no hay figurita repetida. A diferencia de “kiCK iiiii” o “kick iiii”, de sonido puede encontrarse más solemne, futurista, donde predomina lo instrumental o la repetición de frases utilizando la voz como un instrumento más, en “KiCk i” adelanta que puede moverse entre ritmos atrevidos (como un reggaetón), salirse de lo experimental y volver a entrar, e invita a dejarse sorprender con los discos que le siguen. “KICK ii” y “KicK iii”, por otra parte, forman parte de los humores o ritmos más frenéticos que promete en el primer disco de esta serie. La voz no es solo una manera de crear melodías en esta etapa, sino un vehículo para encontrar sonidos que de otra manera quizás no podría realizar.
“KicK i” desafía el pasado, presente y futuro: canciones como ‘Time’ demuestran una sonoridad que bien se podría escuchar en artistas que eligió David Lynch en sus películas y series de los 90: el efecto de reverberación para la voz en tonos agudos nos lleva a una escena romántica y onírica propia de “Blue Velvet” o “Twin Peaks”. ‘KLK’ —en colaboración con Rosalía— podría sonar en cualquier club, no solo por haber invitado a una de las artistas más disruptivas y en tendencia de los años que corren, sino también por la base de reggaetón, por el uso del autotune o por ese camuflaje de la voz en la pista que pertenecen a un sonido que podríamos llamar actual. El futuro sobrevuela todo el disco a través de los efectos sobre las voces y las pistas experimentales con las que jugó desde que era Nuuro, su nombre artístico anterior.
A medida que transcurren los tracks, el ambiente creado durante 38 minutos y que —además— cuenta con la participación de Bjork, SHYGIRL y SOPHIE, expone su principal característica: la deformación como estandarte. En los sonidos, en las voces, en las palabras o en sus videos musicales (como en ‘Mequetrefe’, donde el visual es un casi primer plano de Arca mostrando distintos personajes y tanto su cara como su cuerpo se deforman a lo largo de toda la canción sobre un fondo blanco), cada componente del disco es una manifestación en contra de “lo normal”.
La estetización de lo “feo”, lo “no bello” o lo contrahegemónico no es algo exactamente nuevo en el ámbito del arte, pero si lo combinamos con la creatividad infinita y arriesgada que Arca propone, podemos decir que sí estamos ante algo que llama la atención. El cuestionamiento de la norma mediante la reivindicación de la deformidad parece ser su norte y el motivo por el cual sorprende, atrae y convoca en todo el mundo, sin dejar de lado sus raíces venezolanas que se pueden escuchar en la presencia de instrumentos tradicionales como el furruco (que provoca un sonido grave y es fundamental para marcar el paso en estilos típicos) que aprendió a interpretar de chica. Esta huella nacional quedó en su identidad y en la creación de sus múltiples sonidos aunque se fue a vivir a Estados Unidos en su infancia y hoy actualmente reside en Barcelona, España.
Como supo declarar en una entrevista, en la música tiene que haber alegría. Incluso en tiempos de pandemia, cuando lanzó el disco, decidió asumir el riesgo porque consideró que la crisis y la celebración podían coexistir. Hoy festeja y se purifica de lo que una vez escondió: ser una artista que estira los límites como un chicle y que llama la atención por su constante innovación.