1976 y una banda de la segunda línea de un bar de yonkis y restos de la bohemia le dio al mundo el primer disco de new wave. El punk rock todavía contaba el paso del tiempo en meses, pero ya estaba tomando formas múltiples y Blondie le puso su firma indeleble a esta.
Su desprolijidad no era un compromiso, no se tomaban tan en serio como las otras bandas míticas del CBGB, su espíritu era más de juego. La insistencia rítmica de la guitarra y el bajo escoltando a los intentos de Clem Burke de lograr una batería omnipresente hacen a la maraña punky que irían podando en los siguientes discos. Naturalmente tenían un don para lo pop en el acompañamiento de teclados de Jimmy Destri y con Debbie Harry al frente, una cantante capaz de acotar todo el protagonismo con una entrega hipnótica, instinto para lo pegadizo y una actitud para envidiarle.
Es muy difícil no querer ser como Debbie o al menos estar cerca suyo. Su personalidad daba justo para ser el molde del primer new wave: Por primera vez en años la música de nicho se permitía ser divertida. Pocos géneros no bailables son tan capaces de subir el ánimo y el debut homónimo de la banda es ejemplar en ese sentido. Su pedaleo musical es sencillo y enérgico en la justa medida como para querer más y más. Cumplen además la cuota de hits con ‘Offender X’, ‘Rip Her to Shreds’ y muchos deep cuts adictivos como ‘The Attack of the Giant Ants’.
A pasarla bien.