Hayden Silas Anhedönia, conocida artísticamente como Ethel Cain, es hoy por hoy, una de las artistas musicales más interesantes del mundo. No necesariamente por su fama o su virtuosismo, sino por su gran talento y capacidad para construir, para y a través de su música y prosa, mundos narrativos inmersivos y profundos, meticulosamente estilizados con tramas e historias llenas de detalles que atrapan al oyente y le ponen a flor de piel sensaciones e ideas que de otra manera podrían sentirse ajenas a uno. Este método no solo se cristaliza en sus lanzamientos oficiales, sino que también se complementa con sus proyectos musicales paralelos, escritos en su blog de Tumblr, posteos en redes sociales y otras piezas audiovisuales que realiza, construyendo así una verdadera narrativa transmedia a través de la cual los oyentes conectan aún más con el material.
Ciertamente esto es lo que logró con “Preacher’s Daughter” de 2022, su disco anterior, con el cual no solo se catapultó hacia el frente del panorama del pop alternativo de corte cantautor mundial (y a la lista canciones favoritas del año del ex-presidente norteamericano Barack Obama, por alguna extraña razón), sino que construyó un lore entero alrededor del personaje de Ethel Cain, con el que explora las temáticas del gótico sureño, con sus pequeños pueblos religiosos en el sur norteamericano y sus familias, de sus pasados oscuros, su decadencia y su oscurantismo. Quizá dándole una nueva dimensión a la palabra “play” (como una obra de teatro) en el concepto de “long-play”. Y ciertamente este no es el camino que escogió con su último trabajo, “Perverts”.
Como en otra época la característica principal de los formatos de larga duración era mostrar los profundos cambios sonoros y estilísticos que una agrupación o artista pudiese tener en su carrera, o como si una de las “Eras” de Taylor Swift se tratara, Hayden da un giro de 180°, estética y conceptualmente. Tan abrupto es este cambio que generó bastante controversia entre sus fans, muchos sintiéndose alienados con su nuevo estilo y muchos otros regocijándose de que la artista dió el salto hacia nuevas fronteras, con algunos otros pocos aprovechando la oportunidad para aplicar el viejo y confiable gatekeeping de la comunidad online.
En principio, podemos destacar el cambio radical de sonido que pone sobre la mesa. Si bien en canciones como ‘Ptolemaea’ o algunos otros sencillos antiguos ya exploró los sonidos más oscuros y pesados del espectro, nada se asemeja a lo que logra con “Perverts”: una obra de una hora y media de duración, distribuida en nueve piezas que en su gran mayoría son atmósferas densas y opresivas de drones, zumbidos sostenidos intercalados con estática radial, voces que repiten mantras ominosos como si fueran cantos gregorianos mutilados y desfigurados, y sintetizadores de sonidos post-industriales y dark ambient. Estas son ocasionalmente interrumpidas por bellas y etéreas canciones en clave slowcore y ambient pop, incluso algunas evolucionando y creciendo desde su inicial dispersión hacia paredes de sonido tan altas que coquetean con el doomgaze o directamente el drone metal.
La primera canción, que lleva el nombre del mismo disco, es una firme declaración de intenciones. En ‘Perverts’, una rendición perturbadora y lo-fi del himno cristiano de alabanza ‘Nearer, my God, to Thee’ (que irónicamente habla de la cercanía a Dios), decanta en un denso e infinito drone que oscila levemente, pero que es atacado por tenebrosos sintetizadores que se entrometen violentamente. Desde este estado, hay una transición perfecta hacia ‘Punish’, una de las pocas piezas “cancioneras” del disco, que narra la perspectiva de un pédofilo que se castiga a través de la herida de bala que le propició el padre de su víctima, y que estalla con un estribillo final en clave drone metal. A esta le siguen ‘Houseofpsychoticwomn’, otra pieza drone y ambient, con tintes de noise, y ‘Vacillator’, un tema letárgico y delicado que lentamente se va flotando a la deriva, donde se expone la mentalidad de un amante que no consuma su deseo ni sexual ni amoroso, como Sísifo que empuja esa pesada roca eternamente y nunca llegará a la gratificación eterna. ‘Onanist’ refleja parte de la iconografía de “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri y el abandono de las virtudes celestiales en pos del placer, sobre un suave y repetitivo piano que se ve avasallado por la intensidad de oscuras y distorsionadas guitarras. ‘Pullodrone’ es una descripción de uno de estos ascensos al placer, acompañada por una pieza hecha de violines embrujados que van y vienen constantemente de forma casi atonal. Luego entran ‘Etienne’ y ‘Thatorchia’, dos canciones ambient que entre los pianos y el ruido nos preparan para el clímax emocional del disco: ‘Amber Waves’, que sobre las bellísimas guitarras de la talentosa Midwife, explora la disociación y el estancamiento que, esa persona consumida por placer, experimenta cuando ya no le queda ni lo divino ni lo real y no puede sentir nada más.
Entonces, ahora no les resultaría tan sorpresivo saber que Ethel Cain no considera a este disco como una continuación o siquiera una pequeña parte de la historia construida en “Preacher ‘s Daughter”. Desde su concepción, “Perverts” es algo completamente distinto. Por lo tanto, es válido creer que la motivación detrás de hacer un trabajo así de inaccesible sonoramente puede ser enajenar a los fans que no la tomaban en serio, o incluso, para poder zafarse de acuerdos explotativos y limitantes con un sello que pertenece a un presunto abusador. Pero el motivo ulterior es traer un concepto nuevo, radicalmente opuesto a todo lo que su disco anterior representa.
Mientras “Preacher’s Daughter” construye una trama elaborada alrededor de ciertos personajes a través de sus canciones y letras, las cuales deben ser leídas e interpretadas de determinada manera para arribar a las conclusiones que la artista propone, “Perverts” es un disco que no resiste y al mismo tiempo no permite ser analizado.
“Mi intención era construir un templo”, dice Cain durante la primera sesión de su residencia en la radio NTS. Y eso es exactamente lo que logra bajo cada densa capa de ruido rosa e instrumentación. Eligió, musicalmente, mostrarnos un lugar, más que contar una historia. Y ahí es donde la escucha, más que requerir una exégesis constante, se
convierte en una experiencia, en un recorrido a través de la insondable y desoladora, pero también intrigante oscuridad de este templo, el cual será el artefacto a través del cual nos conectaremos con la “perversión”, y la tensión que radica en las dos caras de esa moneda: la culpa y el placer.
En su blog, Hayden recuerda las noches que vivió observando las torres de refrigeración de una central nuclear en Pennsylvania. Brutalmente grises y enormes, con la estática de la maquinaria industrial funcionando como banda sonora se erigen hacia el cielo como obeliscos gigantes, pero también como tributos a Dios. Por eso, se volvieron para ella, un faro de religiosidad, pero también de felicidad y de deseo. Tanto deseo, que en el mismo posteo admite haberse masturbado pensando en las torres mientras volvía a su casa. No por nada el visionario arquitecto norteamericano Douglas Darden, afirmó en su libro «Condemned Buildings« que “la arquitectura materializa el deseo”. Quizá por eso Ethel se inspiró fuertemente en la serie “The Factory Photographs” de David Lynch para los visualizers del disco. Y quizá es por eso que ella describe a la música drone como algo “erótico y meditativo”: es ahí donde yace su deseo, en esas brutales y monolíticas construcciones y su inefable estaticidad hecha sonido.
El concepto es explorado de forma más amplia con otra estructura, que deviene de la filosofía personal de Cain: los anillos, presentes en la tapa del disco y en su alter-ego ambient en Soundcloud, Ashmedai. Estos son los portales irresistibles que nos arrastran hacia el placer, estado en el cual podemos experimentar estados alterados y elevados de la conciencia, casi como si estuviésemos en el lugar de algún tipo de Dios, a pesar de las limitaciones que nuestra condición de carne y hueso le imponen a nuestro placer. En ‘Pullodrone’, uno de los puntos más álgidos del disco, se utilizan los 12 pilares del Simulacrum, del tratado filosófico del francés Jean Baudrillard, para narrar uno de estos ascensos a través de los anillos al “divino teatro”, ese punto de placer tan sublime. También se detallan crudamente esa inminente bajada, y el retorno a la vida real, nombrada como “la gran oscuridad” y la decepción y desapego que esta conlleva. De ser muy abrupta esa caida, es posible el descenso a “el agujero”, el lugar oscuro donde se hunde la gente sumida en pena y arrepentimiento, consumida y deteriorada por el vaivén constante entre este “cielo” y la realidad, y el castigo (autoimpuesto o no) a esta búsqueda semi-onanista de gratificación. “Perverts” no refiere necesariamente a la definición más estándar de la palabra, sino a su otra acepción, que indica la acción de alterar, perturbar o desordenar algo. Es esta alteración que los placeres y nuestra búsqueda constante de alcanzarlos, retenerlos o rechazarlos, nos genera.
Creo que no puede haber nada más propio que culminar este escrito con una frase de Ethel Cain en otro de sus vlogs, que confirma todo lo que aquí fue dicho y al mismo tiempo lo niega: “No puedo contarte como me siento sobre este disco, y no deberías dejar que nadie te diga cómo sentirte tú”. “Perverts” es una exploración a través del placer y sus estados y consecuencias. Y cada exploración será tan única para cada oyente como lo es su forma de llegar al teatro divino. “Le está pasando a todos”, ¿verdad?.