Si algo caracteriza a la obra de Kim Gordon es lo vanguardista. Su necesidad de cortar de raíz con las reglas del pasado se ve reflejada tanto en su paso por Sonic Youth así como en su actual proyecto solista. Crear con una mentalidad que ejecuta como si le hubieran arrancado todas las nociones y consensos acerca de cómo debe hacerse o sonar la música es propio del No Wave, escena de la que Kim emergió y de la que sigue siendo una referente absoluta. Sus 71 años recién cumplidos la encuentran especialmente activa y, a diferencia de otros artistas de su generación, no quedan dudas de que todavía tiene mucho por delante. Incluso cuando podría hacer shows con setlists repletos de hits de su antigua banda, decide ir por más y apuesta por componer con un estilo aún más disruptivo e innovador.
Su nuevo lanzamiento, “The Collective”, consta de 40 minutos que llevan al oyente a sumergirse en un paisaje musical inquietante, repleto de capas de sonido rotas y distorsionadas que se complementan con su performance en spoken word. Lejos de lo imaginable, este álbum -así como su antecesor- fue realizado junto a Justin Raisen, productor destacado por sus sociedades con Charli XCX, Drake y Playboi Carti, entre otros artistas cercanos al Hip Hop. En efecto, el trabajo de Raisen junto a la ex-Sonic Youth apunta a sonar rítmicamente fracturado, en yuxtaposición a una interpretación vocal con tintes de rap tajante y oscuro.
Crear un ambiente que asfixia pero a la vez fascina se relaciona con que Kim se considera una artista visual que hace música y no a la inversa. Es decir, esa identificación no solo le permite usar los instrumentos de formas no convencionales, sino que también hay una gran carga en las imágenes a las que remiten sus canciones. Tal es así que “The Collective” es una obra donde las divergencias construyen convergencias, donde las palabras se transforman en sonidos, la imagen se vuelve armonía y la voz, melodía: la persona se hace música, y viceversa.
En lo temático, el disco continúa con el tópico central de su antecesor, “No Home Record”, título tomado de la película “No Home Movie” (2015) de Chantal Akerman. Aquí de nuevo, la influencia del universo cinematográfico de Akerman se vuelve fundamental para entender la narrativa del álbum. Inspirada por el estilo de la directora belga, Gordon desenmascara cómo la cotidianidad forma parte esencial de lo que somos y cómo nos afecta en todo momento, aunque pocas veces el foco de atención sea puesto en eso que nos sale tan mecánicamente. En ese paralelismo con la obra de Chantal, canciones como ‘Trophies’ y ‘Shelf Warner’ encarnan el inherente y bello oxímoron que componen conceptos como el hábito y la vida misma.
El primer track, ‘BYE-BYE’, va al hueso sin rodeos. La atmósfera industrial de un beat sucio arrastra a un clímax demoledor que se eleva mientras Kim recita una travel list. La canción anuncia un viaje del que no queda muy claro el destino, pero sí lo que necesita. Conforme avanza el disco, sus piezas se revelan como historias conclusas desde hace tiempo que repercuten en el estado actual de la neoyorkina, creando una escenografía para dotar de un lugar y de un cómo a aquello que siente cuando los recuerdos vuelven:
Buy a suitcase, pants to the cleaner
Cigarettes for Keller
Call the vet, call the groomer,
Call the dog sitter
Milk thistle, calcium, high-rise, boot cut, Advil,
Black jeans, blue jeans, cardigan, purse, passport,
Pajamas, silk
Bye Bye
El concepto que la inspiró a compartir sus memorias viene de la trama de la última obra literaria de Jennifer Egan, homónima a su segunda canción, ‘The Candy House’. En la novela, un científico, desesperado por una nueva idea exitosa, desarrolla una tecnología que le permite acceder a todos los recuerdos de su vida con la posibilidad de intercambiarlos y compartirlos con los demás. En efecto, Kim retoma el papel de la digitalidad y explora cómo nuestras vidas se transforman en una colección de experiencias accesible a todos, una exposición donde cada quien puede mostrar lo que le resulta conveniente.
I won’t join the collective
But I want to see you
I wanna tell you
about the memories
come do
Are you in a collection?
Did you give up your hope?
Are you counting?
The Candy House
Ambas influencias, cinematográficas y literarias, confluyen para plantear los pilares esenciales que componen la experiencia femenina en la sociedad contemporánea, inmersa en el marco de la alienación tecnológica. Ese vértigo de vivencias, sentires y recuerdos habita en la arrasadora ‘It’s Dark Inside’, con una voz desconcertante que invade los sentidos y no se detiene ni cuando tenés los ojos abiertos. La misma voz se sostiene para mostrar cómo los hombres también conviven con esaa presencia impuesta, pero que, en su caso, aceptan y toman como parte de sí mismos bajo el mantra de ‘I’m A Man’.
So what if I like the big truck?
So what if I like the big truck?
Giddy up, giddy up!
Don’t call me toxic
Just ‘cause I like you, but
It’s not my fault I was born a man
I’m A Man
“The Collective” es la obra más osada de la carrera de Gordon. El disco no solo va más allá de las fronteras del sonido distorsionado que siempre la caracterizó, sino que también derriba la estereotipada idea de lo que se podría esperar de una figura que acaba de alcanzar la séptima década. Moderno, oscuro y apabullante -musical y narrativamente- guarda un feeling con el presente que da cuenta de una relevancia sin fecha de vencimiento.
Si «No Home Record» ya era un testimonio de su poder duradero como artista, su sucesor es una declaración de principios acerca de cómo todas las convenciones y expectativas aún pueden romperse, desafiando el oído de su audiencia mientras la invita a reflexionar sobre su propio papel en la sociedad.