Feli Colina - El Valle Encantado

La historia lo dirá, pero «El Valle Encantado» tiene el poder de influir mucho en el futuro de la música argentina. No se trata de cerrar o abrir círculos para el folklore regional, sino de una revitalización joven que era cuestión de tiempo y se encarnó en Feli Colina. 

Como argentino fueron años y años de esperar esta obra. No sabía cuándo ni de quién, pero sí que iba a pasar. Estoy seguro de que no fui el único. Un álbum incontenible hecho con música de raíz y fuerza para mover la historia, para ser un hecho.

Puse este disco y al segundo 16 de la escucha, cuando entra el piano en el track que abre, me di cuenta de que había llegado la obra. Tan grande que le cabe venir de Salta y llamarse «El Valle Encantado«.

Un disco folklórico plenamente actual. Que no lo es por invitar a un rapero, atar el discurso a la jerga de nuestros años 20s o programar baterías. Y lo escribo sin demeritar fusiones ni negar que no siempre son mímicas forzadas, pero eso que esperaba(mos) se trata de algo mucho más primal. No hay planificación: si las canciones tienen forma de carnavalito, zamba o chacarera es porque está en la crianza salteña de Felicitas. Parte de la raíz pero no le basta el homenaje, tiene una pulsión desesperada por encontrarse a sí mismo, que Feli y su equipo jinetean en una batalla que no para un minuto. Es actual porque es esencial, porque también es atemporal.

El alma del proyecto es buscar y buscar con sed insaciable de inspiración. Casi hipocondriaca Colina se autodiagnosticó un bloqueo creativo. Sin querer empezó una obra que, como dice ella, «El Valle Encantado es una búsqueda del tesoro. El tesoro es la fuerza creadora (durante el disco la llamo Musa, Diosa, Madre) que suele esconderse en el rincón más sincero, inocente y lúdico de nosotros mismos».

Invocó musas como en los rituales griegos para Caliope y entre las apariciones fugaces y su hambre no llegaba a darse cuenta que habían estado ahí. Pero esas inspiraciones subliminales formaron bocetos, el alma de la obra. Todas movidas por la misma atracción pura hacia esa magia trascendental que en un pestañeo desaparece. Una constancia de que estamos vivos que se mueve en el juego (‘Aguatera‘), en el sexo (‘Madre‘), en la misma búsqueda (‘Chakatrunka‘) y hasta en la ausencia (‘El Orden Sagrado‘). 

 La energía bruta se canaliza sin perder lo salvaje gracias a un equipo que hace valer cada crédito, desde coristas elevadas hasta el imprescindible co-productor Baltazar Oliver. Sea en voz y piano o en un ensamble con percusiones autóctonas, bajo, piano, coros y ¿una ocarina? las canciones del Valle tienen un fondo de ideas que las hace unidades ideales y un conjunto totalmente armónico. La intensidad emocional de cada una además tiene todo un imaginario audiovisual donde aparece otro roster de dirección, vestuario, maquillaje, fotografía, iluminación y más posiciones que en la libertad del Valle completan el paisaje.

«El Valle Encantado» cierra con ‘La Gracia‘, un carnavalito con un sentido compartido de celebración. «Descansa niña mía, traigo tu canción» le dice la musa a Feli y nos repite Feli a nosotros. Ese tesoro que ansiábamos todos ella lo encontró y nos lo regaló. Es nuestro, es nosotros.

Recomendación Extra: “Jueves” (2022)

También desde el norte argentino el santiagueño León Cordero este año exprimió la raíz paisana. El proceso sin embargo es el inverso: Desde la modernidad del glitch pop hacia los folklores.

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