Pétalos en el fango

Rapera británica y eminencia mundial, Little Simz, lleva una seguidilla de cuatro álbumes para los anales de la historia. Cada uno tiene razones por las que es especial, en esta oportunidad venimos a descubrir las del flamante «Lotus».

I accept life has its ways
But I don’t have to forgive to finally be okay

Acepto que la vida tiene sus formas
Pero no tengo que perdonar para finalmente estar bien
Hollow

A Little Simz le creemos. Durante su larga carrera siempre fue una virtud innegociable para ella escribir desde sus vivencias en tiempo presente y desde sus reflexiones acerca de lo ya sucedido. “Lotus”, su último disco, vio la luz ante una multitud de miradas expectantes que no solamente sostenían el listón de calidad bien alto a partir de sus lanzamientos de los últimos años, sino que sabían el presente al que se enfrentaba Simbi. 

Hay cierta lección contraintuitiva en “Lotus”. En una era en la que la inmediatez y el bait reinan, quizás creíamos que era lo lógico que este nuevo álbum nos enseñe a la Little Simz más cizañera luego del enorme conflicto que la rodeó. Luego de muchísimos años de trabajo con el productor Inflo y su equipo (entre quienes se encuentran, por ejemplo, la talentosa agrupación anónima SAULT y la inmensa vocalista Cleo Sol, mujer de Inflo), Little Simz decidió judicializar una situación que venía pesándole desde hacía dos años: la deuda de ₤1.7 millones jamás paga de parte del productor. La noticia se extendió por la prensa antes del lanzamiento del disco, y los oyentes de Simz, con esa espina en la garganta, esperábamos oír algún tipo de reacción, al menos desde lo artístico, de un lado o de otro. Quizás la mayor lección de parte de Simbi fue, sí, darnos eso, desde ya, pero envuelto en una capa de lucidez reflexiva combinada con un disco que evita reprimir el sufrimiento. Una flor que brota entre el barro y a partir de él.

The truth is hard to swallow
The truth is God still loves your enemies

La verdad es difícil de tragar
Dios ama aun a tus enemigos
Blue

Lotus” es el primer proyecto desde 2016 que no tiene la huella de Inflo en la discografía de Little Simz. En esos nueve años vimos, precisamente, el salto a la fama y el reconocimiento internacional de esta artista inapelablemente excepcional, particularmente con discos como Grey Area (2019) y Sometimes I Might Be Introvert (2021). Sabemos que, además, su vínculo era uno de profunda amistad, ya que Simz lo había resaltado durante años como una persona de su círculo íntimo y no solo profesional. Por eso, había algo inesquivable temáticamente: sabíamos que, conociendo la capacidad de Simbi de canalizar en su música todas sus sensaciones y conflictos, de una forma o de otra los escombros de esa ruptura iban a llegar a sus letras. 

Deberíamos sorprendernos menos al ya saberla impredecible, pero una vez más Simbi nos logra asombrar. Sin dejar por fuera de los relatos de “Lotus” la problemática sino más bien haciendo base en ella, nos presenta un universo de reflexiones construido alrededor de la situación, aportándonos una diversidad de ópticas para entender todo lo que pasaba por su mente y su corazón. Iracunda pero en paz, comprensiva pero no dócil, desdoblando nuevos análisis sobre los desafíos que atravesó y atraviesa su carrera y ella misma como artista. 

Sumado al ya usual entretejido de influencias en su música que progresivamente va incorporando y que vamos viendo asentarse junto a ella (jazz, R&B, Neo-Soul, bossa, house), también vemos cómo su crecimiento personal permea en sus versos, cómo su forma de relatar va cobrando nuevas formas y cómo eso transforma también a Simbi. Las teorías de las identidades performativas de Austin, Derrida y Butler podrían abrazarse alrededor de esta artista cuya personalidad parece encadenada a sus proyectos artísticos y viceveresa. “Lotus” parece ser una etapa o quizás una porción de Simbi que al bosquejarla le sopla vida. La búsqueda es también el ser.

Más que nunca Simbi se ríe para no llorar y llora porque también hay que llorar. Así es como nos regala una vez más un disco tan complejo como una persona. Una obra profunda y sin nada de planicie compradora. Y nos demuestra también que no es necesaria la solemnidad total para decir cosas importantes. Y, a su vez, que las cosas importantes para una también lo pueden ser para los demás.

A través de distintos capítulos nos hace conectar con distintas energías, que van desde la parodia británica más clásica hasta la vulnerabilidad existencial pasando por el enojo y la impotencia sin dejar de buscarle un sentido a las cosas. La mano de Miles Clinton Davis, ya reconocido por su magia con la banda Kokoroko, aliado de Simbi en este lanzamiento, ayudó con que no se descarrile este tren emocional. Así, conviven ‘Young’, ‘Free y Thief’ en un mismo bioma de introspección y sonidos envolventes.

Y las cosas que amamos de Little Simz siempre están, particularmente desde una pluma sensible, afilada e inflexible que también sabe de la matemática del rap. Flows en espejo de Biggie y su ‘Get Money(I know you wanna live your dreams, baby / Girl from the hood turned into a queen, baby”), guiños parafraseando a Mobb Deep al hablar de la supervivencia del más fuerte en la escena y en la ciudad, referencias explícitas al Kanye West vieja escuela (“Dropped out of college, still, I made it through the wire”). También, en sus rants más filosóficos, nos sigue remarcando que sigue siendo la misma Simbi de siempre. Quizás más formada, más adulta, con más años consigo, pero con la misma visión crítica y con la misma negativa a acostumbrarse a todas esas cosas que desprecia: “I’ve been saying the world’s fucked from when I was twelve. 

Y las emociones efervescen de mil maneras. La palpable referencia a ‘We Cry Together’, el track más disruptivo de “Mr. Morale & The Big Steppers” (2022) de Kendrick Lamar – artista al que Simbi siempre enaltece como un faro en el Hip Hop del que ella disfruta – en ‘Blood’ es tan sorprendente como reveladora por lo que seguimos aprendiendo de su familia y por la delicadeza de la ficción que la abraza. 

El impresionante tema homónimo del disco, junto a Yussef Davis y Michael Kiwanuka, nos proporciona una atmósfera única pero también cohesiva con lo que nos quiere hacer recorrer. Lo mismo ocurre con ‘Only’ junto a Lydia Kitto (la porción de influencia brasileña que une este disco a sus predecesores) y con ‘Lion’ junto a Obongjayar, quien siempre proporciona una incorregible y fantástica presencia en el estudio y en los escenarios codo a codo con Simbi. Ni que hablar de ‘Flood’, corte que conocimos previamente, también junto a Obongjayar y con los versos en zulú de Moonchild Sanelly, una canción poderosa y aleccionadora con ánimos de manifiesto. Cada pieza del rompecabezas tiene su propio aroma y su propia gestualidad a la vez que se entrelaza de forma ajustada con el resto de “Lotus”.

Tal vez lo más interesante de sus nuevas reflexiones se ata directamente al proceso de este disco en concreto: desde el principio hasta el final del disco nos ha espolvoreado descripciones de todo el esfuerzo que implicó, no solamente sobrellevar la ruptura de su equipo de trabajo a partir de una traición, sino también cómo eso golpeó su autoestima y la castigó con enormes bloqueos creativos. 

Al fin de todo eso logró llegar a partir de lo más Simbi de todo “Lotus”, según nos cuenta: la incógnita de “What am I to do with this music I can’t write?” y la respuesta inequívoca “My story is all I can pour out”.

“¿Qué voy a hacer con toda esta música que no puedo escribir?” // “Mi historia es todo lo que puedo vertir”. 

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