Estamos ante uno de los discos más destacables en lo que va del 2023. Fresco y repleto de energía, este poderoso álbum de rock que nos ofrece la multifacética Marina Fages sobresale por sus riffs, sus estribillos pegadizos y sus letras sumamente genuinas, con las que fácilmente nos podemos identificar. Como una de las representantes del rock argentino emergente, ocupa y afianza un lugar entre aquellas personas que se animan a seguir apostando a la distorsión y las guitarras eléctricas.
A cuatro años de su trabajo anterior como solista, “Épica y Fantástica”, se nos presenta una propuesta que tiene otros rumbos sonoros, en el que la experimentación que coquetea con lo pop aquí vira hacia un costado más rockero, que se encuentra más presente en sus primeros álbumes. Podríamos interpretar que esto se debe a que la artista necesita otros medios expresivos para comunicar las ideas claroscuras de este conjunto de canciones, donde por momentos brilla de felicidad y por otros nos subsume en la reflexión y la angustia. Además, los videos que acompañan cada canción integran la faceta de Marina como artista visual a sus trabajos musicales.
«El mundo pequeño«, compuesto y producido por la artista, funciona como un engranaje en el que cada pieza está en su lugar, no falta ni sobra nada, que fluye con mucha facilidad en la escucha. Y es que cada canción tiene su propia identidad sonora, y a la vez posee una organicidad que engloba todo el proyecto. Representa además un punto álgido de su propia carrera, en el que llega a una síntesis de las tendencias musicales exploradas en su recorrido.
El álbum comienza con un tema homónimo, una declaración de principios acerca de su forma de ser y hacer, a través de unos imponentes guturales. Este recurso destaca la frase “Nunca más”, que nos atraviesa y se nos queda en la memoria, convirtiendo a esta canción en una apertura que busca impactar desde el minuto cero. De más está decir que las palabras enfatizadas constituyen un límite, y tienen una gran potencia de significación política y cultural.
Nací buscando una pared
Para subirme o destruirla
No me enseñaron como hacer
Yo no aprendí como evadirla
El Mundo Pequeño
Avanzamos con ‘Escama de vidrio’, uno de los puntos más altos, una canción que se construye de a poco, con la presencia de riffs en guitarra, y juegos de voces, y la inclusión de instrumentos de viento poco convencionales como por ejemplo la gaita, lo que le da un toque muy distintivo auditivamente. Apenas con estas dos canciones, ya podemos afirmar que la exploración de distintos registros de la voz van a jugar un papel importante en el disco.
Continúa con ‘Aguardiente’, que contiene el lado más punk de Fages, recurriendo de nuevo a una voz que grita con muchas ganas y con un estribillo memorable con una ingeniosa progresión rápida de acordes, dejando lugar a un buen solo de guitarra, que se caracteriza por ser dinámico y efectivo al entrelazar dos guitarras que juegan al contrapunto. El efecto de dos guitarras en simultáneo es un recurso que Marina utiliza de una muy buena forma (por poner un ejemplo de su discografía, en ‘Dibujo de rayo’). Este track fue merecedor de un videoclip reciente en el que se evocan las vivencias de un recital de rock en vivo y las de compartir tiempo con compañerxs y amigxs.
‘El cielo amanece’ posee un bello trabajo percusivo, y se destaca la voz, la cual transmite la serenidad que requiere la letra: “lo importante es querer estar de acuerdo, lo importante es querer estar acá con vos”. La letra puede llegar a recordar a cierto realismo mágico, en donde se destaca que a pesar de los cambios y la vorágine de lo cotidiano, hay cosas que persisten, y que son detalles aparentemente insignificantes (la coca de aluminio, el olor a tostadas, la suave pancita de un gato) que son los que merecen un rato de atención. Hay un amor y dedicatoria a las cosas pequeñas que nos alegran la rutina. Lo pequeño del mundo está relacionado con eso y con el que hay que cuidarlo.
En contraste, ‘Corazón de la isla’ es una canción con mucha más saturación y potencia tanto vocal como instrumental, otro de los puntos más destacables del disco, con algunas partes algo más experimentales en comparación de lo que venimos escuchando. También contrasta en lo lírico, en el que aquí se explora una literatura un tanto más surrealista en lo expresivo y con un contenido un poco más oscuro, en el que se alude a los incendios, al horror, y a la pesadilla. En la animación realizada para esta canción, podemos observar un incendio forestal, que bien podríamos leer bajo la lente de los hechos ocurridos en la Patagonia los últimos años, así como otras imágenes grotescas. La relación de la artista con la naturaleza es una constante en su carrera musical y de artista visual, fuente de inspiración para sus obras.
Para continuar, lo que considero el “hit” del álbum en compañía de una banda consolidada desde los 90s como lo es Eterna Inocencia, uno de los estandartes de la escena punk under de Argentina, caracterizada por sus letras sensibles en lo social y emocional, y una forma de trabajo autogestiva. ‘Mi casa en llamas’ tiene uno de esos estribillos que son imposibles de despegar de la mente una vez escuchado, que se reitera lo suficiente como para recordarlo fácilmente. Una oda a la cooperación y la amistad, un recordatorio de que solxs no somos nada.
Llegando hacia la mitad del recorrido, nos encontramos con ‘Grimorio del mundo pequeño’, una propuesta instrumental; aunque hay voces, aquí se utilizan como un timbre más, parte de la textura que componen la guitarra, el bajo, los sintes y la batería. Es una pieza muy disfrutable en el que varias ideas motivicas se van sucediendo, variando y reiterando, generando una especie de viaje para dejarse llevar, como una experiencia micro dentro de la experiencia general del disco.
Un destacable motivo de la guitarra en los versos y uso de sintetizadores conforman ‘La ciudad nos ilumina las caras’, una canción pop rock muy recordable que incluye letras en japonés y una lírica de lo más tierna, una canción de amor atravesada por la experiencia vital de la artista. La cultura nipona ha sido fuente de inspiración tantísimas veces en su propia obra y en esta canción aparece una figura no menor para ella durante los años previos a terminar “El mundo pequeño”, su esposo, que es profesor de japonés. Podemos asumir que para ella este idioma también es un lenguaje del amor.
‘Más vino’, en el que se nos cuenta las peripecias por conseguir otra botella en el medio de la noche, es un simpático y breve tema pop punk que descontractura el álbum. La artista no se priva de agregar toques de humor que le salen naturalmente tanto en algunas de sus canciones, como es este caso, como en sus presentaciones en vivo. Si nos esperan el ecocidio y la desigualdad social que milita la ultraderecha, si destruyen todo lo que amamos, al menos vamos a tener vino.
Le sigue ‘El límite’, que destaca principalmente por un motivo breve pero demoledor hecho por la flauta, y la colaboración de Melanie Williams, formando un dueto retratado en el videoclip en el que tocan sus instrumentos de cabecera, comparten el canto y una salida por la ciudad. Continúa una breve pieza llamada ‘Ssantelrmor’ que consiste de una textura imitativa en la que cada voz repite lo que dijo la anterior, y que también es una continuación del videoclip de ‘El límite’.
Hacia el final del álbum, ‘Modulada En Dorado’ se presenta como un pasaje acústico introspectivo en un disco donde reina la distorsión en gran parte de su contenido. La última pista es un cierre perfecto donde se condensan varios de los elementos que componen “El mundo pequeño”: ‘Canción de Flora’, que abre con una melodía en flauta, se convierte en una balada de rock que incluye teclados, solos de guitarra y flauta, y concluye con una hermosa rearmonización de la misma melodía con la que comienza. Expresa toda una vulnerabilidad sentimental acompañada de una sonoridad melancólica, el final de un viaje que ha pasado por diferentes estados musicales y anímicos. “Cuándo me vas a extrañar? Me lo preguntaba” es la frase que da conclusión a “El mundo pequeño” y un reflejo de lo que implica estar en ese lugar.
Quisiera poner en valor los variados y originales timbres que se encuentran en el disco, principalmente el de la flauta que es marca registrada de Marina Fages, recursos utilizados en los momentos precisos y necesarios. Además, luego de varias escuchas, se comprende que cada detalle sonoro está pensado y cuidado, para poder lograr un disco sólido en su totalidad, que refleja el recorrido musical de la artista y fabrica ese mencionado “engranaje” a partir de los recursos compositivos e interpretativos que la caracterizan, convirtiéndose en sus fortalezas. Vale la pena introducirse en este “mundo pequeño” que tiene tanto para contar, y sonar. Nos hace pensar que otro mundo es posible, como lo hace el arte, pero también que podemos cuidar el que tenemos ante aquello que lo amenaza.