Es una tarde de agosto de 1981 y Luis Alberto Spinetta le dice a los chicos y chicas que lo escuchan, sentados en la Facultad de Farmacia, que va a tocar una canción que no le pertenece:
Es uno de los pocos temas que no es mío y que canto, y es de un tipo que era un genio. Yo lo conocí. Un día vino en taxi a mi casa en Nuñez desde Avellaneda. “Te encargo la cuenta”, me dijo.
— “Pero flaco, te fuiste al carajo, ¿como hacemos para pagar esto?”
— “¿Tu vieja no tendrá?”
Comía prepizzas crudas. Estaba bastante bien del bocho. Tan bien como para hacer canciones hermosas, lo que pasa es que después su mente se degradó y se destruyó.
“¿Cómo se llamaba?”, pregunta alguien del público.
“Ramsés VII”, responde Spinetta, antes de empezar a cantar ‘Amor de Primavera’.
Allá a lo lejos
Casi todo lo que existe se degrada y se destruye con el tiempo. Algo de esta idea ocupaba la mente de esos grandes líderes de la historia reconocidos por construir obras colosales. Mucho de lo que hoy son complejos turísticos llenos de guías con cara de cansados y niños aburridos que hablan a los gritos fueron esfuerzos titánicos por crear algo que le ganara al paso de los años. Una especie de firma en el brazo quebrado de la historia.
En total existieron once faraones con el nombre Ramsés. El más conocido es Ramsés II, a quien los historiadores se refieren como Ramsés el Grande. Se lo reconoce por su obsesión con edificar templos enormes. Llenó la orilla del Nilo y el desierto con estatuas dedicadas a él mismo.
Por alguna razón en particular, a José Alberto Iglesias, mejor conocido como Tanguito, le interesaba la historia de este faraón. Pero él se hizo llamar Ramses VII, por los acordes con séptima. A su historia, como a casi todas, hay que armarla de a pedazos en base a las personas que la cuentan. Por supuesto, hay más de una postura, aunque casi todas coinciden en que la película “Tango Feroz” no tiene nada que ver con la realidad (por parafrasearlo de una manera educada). Por eso, casi nadie de la-liga-de-la justicia-del-origen-del-rock argentino le cedió a Marcelo Piñeyro los derechos de las canciones. La más reconocida del largometraje terminó siendo ‘El amor es más fuerte’ de Ulises Butrón, en vez de ‘La Balsa’.
Estoy muy solo y triste acá en este mundo de mierda
Hasta hace algunos años, en un baño de un bar de Once, había una placa que decía “Aquí se creó el tema que por su trascendencia popular inició lo que luego se llamó el Rock Nacional. La Balsa. De Litto Nebbia y Ramsés VII (Tanguito)”. Los Gatos grabaron ‘La Balsa’ y la transformaron en el tema del verano 67/68. Con la plata que le dieron por los derechos, Tanguito se compró una guitarra y un montón de discos, que algunos dicen que se olvidó en un taxi.
Las versiones sobre la historia de Tanguito difieren en algunas cosas, algunos lo cuentan como una parte esencial del grupo de amigos de La Cueva, que integraban músicos como Javier Martinez, Moris y Nebbia. Estos lo recuerdan como un amigo, un amigo que les vivía pidiendo plata y robando canciones, pero un amigo en fin.
Por su parte, Billy Bond prácticamente dice que en la cueva lo despreciaban:
“Alguien tiene que decir que Tanguito era menor de edad y no entraba a La Cueva. Y que se drogaba tanto que vos no podías ni hablar con él. La mayoría de los músicos lo despreciaban, pero nadie lo dice: lo idolatran. Con Tanguito éramos compadres, amigos. Yo lo toleraba bastante; él era peligroso porque tomaba muchas drogas. Ojo, no estoy en contra de las drogas: no soy un santo. Tanguito no era el prototipo de un héroe. Incluso olía mal. Pero era un ser maravilloso y con un corazón así de grande. A Tanguito, las drogas lo abrían mucho y por ahí te decía ‘te quiero’ y vos no sabías por qué. Había gente a la que eso no le gustaba. ‘¿Qué le pasa a este pelotudo?’. Sabemos cómo es el argentino.”
Esas mismas versiones son las que polemizan por la autoría de ‘La Balsa’. Están quienes dicen que resulta obvio que Nebbia la terminó de componer, porque Tanguito no sabía esos cambios armónicos típicos de la bossa nova; y están los que aseguran que Tanguito tocaba la canción mucho tiempo antes de que sucediera la famosa anécdota del baño de La Perla.
Las dos versiones tienen su atractivo ficcional. En una Litto Nebbia es una especie de Jabba The Hutt que le robó la piedra angular del rock and roll en español a un genio incomprendido e indefenso, y luego, por la culpa, se alejó musical y actitudinalmente del género. En la otra, Tanguito es un ciruja a quien la historia lo puso en un lugar de culto inmerecido. Un vago que en un rapto de lucidez compuso media estrofa de la canción que sus amigos completaron por él.
Por supuesto, la verdad está en el medio de la línea que separa esos dos extremos, o por lo menos así la describieron varios, entre ellos Luis Alberto, quien contó en el libro “Martropía: conversaciones con Spinetta”, de Juan Carlos Diez, que Tanguito era problemático, que se la pasaba callejeando y que incluso una vez casi le roba la casa. Pero que después el tipo se apoyaba en el capó de un auto estacionado, sacaba su guitarra descascarada y cantaba:
Abre el barril de lluvia / toma una copa
y el hombre de cristal / volverá a brillar
No hay videos de Tanguito, pero el reducido número de fotos que circulan por la web lo pintan como una especie de Syd Barret, o un John Frusciante de los 90 en medio de su espiral descendente. Lo que se sabe de él lo encaja un poco en ese estereotipo: cerebros sensibles a los que la locura y las adicciones contaminan más fácil. Esa gente que no puede contra todo lo horrible de este mundo, ni aún combatiendo el horror con la belleza que solo algunos pueden extraer de él.
Nebbia asegura que la estrofa que le cantó Tanguito sentado sobre los azulejos decía: “Estoy muy solo y triste acá en este mundo de mierda”. A él le pareció mucho y alteró mínimamente la letra para transformarla en la canción que hoy conocemos. Tras el éxito de ‘La Balsa’, Tanguito grabó en el 68 un single que salió a la venta bajo el seudónimo Ramsés, que no tuvo demasiada repercusión. Después de eso, su historia empezó a desdibujarse.
Tocate algo más comercial
La información que no está en internet va desapareciendo del mundo con el paso de los años. El futuro la va borrando de a poco. La música, en cambio, parece estar guardada en otra dimensión. Es por eso que hay algo místico en el disco “Tango”. Una especie de archivo grabado en los muros de la historia del rock en español.
Cada vez más solo y con menos amigos, Tanguito deambulaba de la comisaría a la calle y de la calle a la comisaría cuando Javier Martinez le regaló unas horas de grabación que le habían sobrado de Manal, un día que pasó por el estudio. Acá también las versiones difieren, porque según otras voces a Tanguito le habían propuesto producir sus canciones con la banda, siendo Almendra la otra alternativa. Esas versiones dicen que llegó tarde a todos los ensayos y que al final el único que lo esperó era Martinez.
Sea como sea, Ramsés VII terminó un día en el estudio donde se grababan los álbumes del sello Mandioca Records, afónico, solo con su guitarra, acompañado del técnico de sonido y del baterista de Manal. El resultado es un disco que podría ser el backstage de una película que no se hizo. El registro de una grabación que alguien olvidó parar a tiempo.
Toses, charlas y risas interrumpen las canciones, tocadas, por momentos, de manera errática. La versión de ‘Natural’ grabada por Tanguito ese día fue a su vez incluida en la compilación bisagra de Mandioca, “Pidamos Peras a Mandioca”, en la que además había canciones de Manal, Vox Dei, Moris, La Cofradía de la Flor Solar, Billy Bond y Pappo. Sobre ‘Natural’, un comentario de la revista Gente rescataba su grabación como una especie de hazaña:
“Han logrado que (Tanguito) grabe su tema «Natural», donde muestra auténtica personalidad musical.”
En “Tango”, también podemos encontrar ‘Todo el día me Pregunto’ de Manal, ‘Diamantes de Espuma’, ‘Despertar de un Refugio Atómico’, la versión original de ‘Amor de Primavera’ y, por supuesto, ‘La Balsa’. Esta interpretación, mucho más pelada que la de Los Gatos, se introduce con un diálogo entre Tanguito y Javier. El baterista le pide que toque ‘La Balsa’, que toque algo “más comercial”.
“No me hagas tocar eso”, le responde Tanguito.
“Pero si La Balsa es tuya”, dice Martinez.
Y luego, en una especie de loop infernal, su voz se va deformando mientras repite una y otra vez “en el baño de la Perla de once compusiste La Balsa”. Según algunas notas de Hernán Firpo en Clarin, esto a Litto Nebbia no le gustó ni un poco.
La gema del disco es sin dudas ‘Amor de Primavera’, cantada con una sensibilidad que nos da un pantallazo de lo que podría haber sucedido si Tanguito hubiera grabado sus canciones con una banda y hubiera explorado todo su talento musical. Si bien la versión de Spinetta tiene más acordes, un mejor sonido, y, por supuesto, la voz del flaco, es esta la versión que transmite algo del poder que solo tienen las baladas de esos enormes intérpretes atormentados, llámese Jeff Buckley, Syd Barret, Elliott Smith, o Ramses VII.
Hay algo en la corta y poco registrada carrera musical de Tanguito que pareciera unir esos dos frentes sobre los que se construyó el rock argentino. Lo sucio y real de la calle que tienen bandas como Sumo, los Redondos o Riff, y la nostalgia sentimental propia de Charly, Fito o Calamaro. Será por eso que García, en plena época Say No More, sentado frente al piano, le afirmó a un periodista chileno que el que inventó “todo esto” fue Tanguito.
Un rostro semi hundido en la arena
El anteúltimo episodio de Breaking Bad, ese en el que finalmente matan a Hank (en 2013 terminó la serie, nada de llorar spoilers) y Walter White cae rendido sobre la arena perdiendo todo su imperio, se llama ‘Ozzymandias’. Es una referencia directa al soneto que escribió Percy Byshe Shelley en 1817, un enunciado poético sobre la decadencia de los líderes, escrito en base a la llegada de uno de los inmensos monumentos de Ramsés II, el faraón constructor, a Londres.
Conocí a un viajero de una tierra antigua
quien dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco
se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones
las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras:
«Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!»
Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia
de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas»
Poco después de grabar “Tango”, Tanguito fue internado en el hospital psiquiátrico Borda, se las arregló para escapar y murió atropellado por un tren en alguna estación de Palermo, en circunstancias poco claras que a nadie, ni a sus amigos, le interesó investigar. El LP fue publicado de manera póstuma, y ni siquiera la poco difundida noticia de la muerte de su autor pudo generar muchas ventas.
No sé qué es lo que define a un álbum. Si el criterio es el sonido, la estructura o ciertos aspectos técnicos, “Tango” no es un disco per se. Pero es de alguna manera una escultura colosal tapada por la arena. Es una ventana al pasado,por la cual podemos intentar entender algo de la historia de “el inventor de todo esto”. Una especie de jeroglífico grabado en una piedra, hablando de algo que pudo ser y no fue. Y si es así, ‘Amor de Primavera’ es esa cara inmensa semi hundida en la tierra. Es un cable directo a un corazón herido que canta, desgarrado, sin ningún tipo de filtro. Algunos afirman que la letra es de otra persona, que quizás no la compuso él, pero, ¿importa? Si una canción grabada de manera pobre, interpretada con errores por alguien que no se encuentra en su mejor momento, tiene la capacidad de meterse debajo de la piel y tocarte el alma, quizás no haya que hacerse muchas preguntas. Solo escuchar eso que allá, lejos en el tiempo, todavía anda dando vueltas.