Sonia Rosa fue una joven criada entre samba y los inicios de la bossa nova, con João Gilberto al frente de su inspiración por cantar, que en los 70s logró exportar con éxito los sonidos de su patria revalorizando el género en una cultura completamente ajena.
En un Japón previo a la década ochentera del superávit financiero y del nacimiento de la comercialización de material creado para usar y tirar, influyente al desarrollo de géneros tales como el citypop, encontramos una nación con mucha experimentación y en especial importación musical de muchos países buscando saciar un deseo de fusionar elementos y re-identificar la música nacional. Con una llegada de ritmos latinos a la tierra nipona es como nace el amor por el tango o en especial la bossa nova, siendo João Gilberto el artista que capturó completamente el corazón de los japoneses abriendo paso a otros cantantes.
En este punto es donde entra en juego Sonia Rosa una muchacha que en la década de los 70s, ya debutada en São Paulo, consigue la oportunidad de mudarse a Japón para ser producida por el legendario saxofonista Sadao Watanabe (quien fue un gran impulsor del jazz americano en la tierra del sol naciente). Rodeada de músicos de gran calibre Sonia, se convirtió en pionera en explotar la bossa nova en Tokyo. Logró presentarse en escenarios de todo el país ganándose el interés de los japoneses tanto por cantar completamente en portugués como por reversionar a Gilberto. Así captó la atención del pianista Yuji Ohno reconocido por componer el soundtrack de “Lupín III”, con el cual grabó “Spiced with Brazil”, una obra que influiría en la inclusión de la samba en el city pop años más tarde y le ganaría un gran reconocimiento siendo la primera que brotó el amor por la música brasileña desde el interior de la isla japonesa.