La Golden Boyz Experience, autogestionada a pulmón, fue un festival distinto. Por única vez en la historia se presentó la totalidad de Tesoros en la Tundra. Los 36 tracks. Sin sorpresas, teloneros ni bises. El disco de pé a pá bastó para que se movilice el nicho en Rosario y hacia Rosario, viajando desde San Nicolás, Baires o más lejos. Había que ir y valió la pena.
En Galpón 11, frente al Río Paraná y a diez minutos caminando del Monumento a la Bandera, se revelaron los tesoros. Se sentía como lo que fue, la celebración más grande del disco más importante en la historia del rap rosarino y, obviamente, una de las obras más grosas a nivel nacional. La intención fue abarcar más allá del recital como tal y se logró: Graffiti en el momento (BMKlan, la nave nodriza de GBZ), DJ set en vinilo (Secio y Chad Design, autor de las portadas) y b-boy y b-girls del público que hicieron su magia. Hip Hop latente, también en la venta de pilchas chetas, en la expo de arte de Morlacos y el after party a cargo de Violeta Stelar. Había para tirar al techo: Sushi vegano, tragos de autor y tratolatte.
Registro audiovisual de la noche: https://www.instagram.com/p/ClPoNm8MraM/
Ellos tallan en tiempo real cada palabra en los beats. Cada pulso equivale a un momento que se registra con plena atención. La obra más ambiciosa del Hip Hop argentino la completaron ese viernes 18 de noviembre. Vimos la Odisea, la búsqueda del tesoro, sin saber qué es. Siguió la Serendipia, el encuentro inesperado de los tesoros, y llegó el Éxtasis, el abrazo.
Según el eyetest había alrededor de 500 afortunadxs que estuvieron ahí para contarlo. Se respiraba un orgullo santafesino tremendo, acorde a que la bandera dorada sigue plantada en casa. En Rosario no existía esta música, ellos la inauguraron.
El amor por el sicariato estalló a medida que se fueron subiendo en ‘Así Llegamos’. Hubo aguante fuerte todo el show y mucho cariño sentido para los siete, como grupo y como individuos. Todos ahí de alguna forma se sentían parte y se involucran con las historias que atraviesan a los Golden. Todos nos emocionamos cuando Varo habla de la abuela y cuando Bruno cuenta sobre su hermano Gino.
Estoy flotando en Rosario agarrado a 7 globos (going up)
“Hola, abuela” No estamos tan lejos del todo
En vivo aprovechan al máximo la energía que pueden generar cinco raperos juntos. Troubless se transforma, se le afinan las pupilas y se le enfría la sangre con el micro en mano, con veintipico es cinturón negro veterano. Sirio no se contiene ni a sabiendas de que tiene una treintena de tracks por delante y otro show en Baires en menos de 48 horas, su delivery se vuelve salvaje en vivo, como un Travis Scott del drumless. A Ialec OG se le ensancha la espalda, su voz ya grave toma más peso y apunta directo al público con el amor como mensaje. Bruno Introini con el mohicano afilado a las zancadas por el escenario clava todas, tiene la pinta de De Niro en Taxi Driver y una excentricidad callejera inimitable. Varoner agita y salta como buen domador de audiencias, sonríe, disfruta el momento y lo lleva más allá. Por algo es el carabuenito.
Uno a uno hicieron los 36 tracks. Una locura de tracklist solo posible con descansos entre las tres partes y la clara dedicación que tuvieron para ensayar. Entre la marea de toda la música alguien del público escuchó otro beat increíble del turco Irivrte y gritó lo mismo que se nos cruzaba a todos por la cabeza: Que disco de la puta madre.
La grada corea todo. Los palos más nuevos y se saca todavía más con ‘Mucha Noche’ y ‘La Puta Máquina de Hits’, himnos rosarinos responsables del florecimiento cartográfico de la ciudad. Son cuatro años de la promesa de Tesoros y cuatro años de que Varo y Troubless sacudieron la escena nacional. Ahí uno saca la cuenta de todo lo que cambió y todo lo que mantuvieron. Cuando la detonan con uno de los posse cuts, sea la tercera parte de ‘El Mercado’, ‘Latin Grimmey’ o ‘Narcomenudeo’ es obvio que tomaron el camino correcto.
El público se da cuenta. Hay algo especial en estos pibes, que los trasciende. Están escribiendo su historia.