Si tuviera que representar visualmente a unperro andaluz sería una frase escrita en un puente peatonal, como poesía perdida en la inmensidad de una ciudad. Esa micro-expresión suspendida al tiempo, que atrae a pocos ojos, pero a los que llama no los suelta. Al contrario, los estruja, los deja pensativos, los detiene un par de segundos hasta que el ritmo productivo te exige seguir.
unperro andaluz, estilizado con letras minúsculas y compuesto con dos palabras, es una agrupación oriunda de Ecatepec de Morelos en el Estado de México. Para los no-habitantes del país, el Edomex es esa región que envuelve a la capital. A diario, miles de personas salen de sus casas a partirse el lomo, como cotidianamente se dice para referirse a trabajar. En camiones, combis, metro y metrobús, los mexiquenses se transportan a sus chambas, pasan ocho o más horas y vuelven en la oscuridad de la noche. Día tras día, se combate un mal que aqueja a todas las esferas de esta comunidad: la centralización.
Vivir en la Ciudad de México te da un sinfín de ventajas: escuelas, centros de trabajo, servicios básicos y, lo que nos atañe en este texto, oferta cultural y sonora. Que una banda como unperro andaluz muerda, ladre y prácticamente moldeen la escena independiente en el país no es un tema menor.
Pero valorar a unperro andaluz exclusivamente por su origen sería una reducción fatal, aunque necesaria y urgente de subrayar. La agrupación lleva su estandarte ecatepense con satisfacción, pues hasta es parte de su biografía en redes sociales y plataformas de streaming. Son de Ecatepec y su tierra queda plasmada en su sonido: sucio, fuerte, ensordecedor, rabioso.
unperro andaluz surge de un génesis común: un par de amigos jugando con instrumentos con el único fin de pasarla bien. La agrupación nace en la pandemia, cuando los repuntes en México eran violentos, siendo uno de los países más afectados por el coronavirus. En ese escenario, con sabor apocalíptico, Yael Lima (en voces y letras), Enrique Tenorio (guitarra), Noé Ramírez (bajo), Eduardo Pichardo (sintetizadores), Ángel Pichardo (saxofón) y Marcos Galván (batería) excitan una sinergía que tomó por sorpresa a la escena emergente mexicana.
Su identidad sonora es de guitarras puntuales, batería energética, vocales que se desarman en gritos y la acidez espacial del sintetizador junto a la sorpresiva integración de elementos como el saxofón. En repetidas ocasiones, unperro andaluz se ha denominado como una banda de krautrock, esa corriente caracterizada por la experimentación con mastodontes alemanes como Can y Neu!. Lo más llamativo no es la etiqueta, que puede ser aceptada o no por la crítica y audiencia, sino que la música de unperro es tan genuina que ni siquiera sus integrantes sabían lo que hacían. Al ser entrevistados en la cadena ADN 40, confesaron que no conocían qué era el krautrock, ni cómo se come, menos cómo hacerlo. El interés por dicho género musical, agregan, fue posterior a tocar en conjunto, después de jammear por largas horas.
unperro andaluz oficalmetne debuta en 2020 con su primer sencillo ‘Amarillo Banqueta’, pero no es hasta dos años después cuando el proyecto se solidifica con el EP “Perroperro”, punto cardinal en que muestran varias de las mañas que van forjando su identidad: sonidos ciclícos y poesía en microdosis. Asimismo, subliman su origen cada que pueden, pues en este primer compilado está ‘Puente de Fierro’, que es una referencia precisamente a dicha construcción ecatepense que por años se ha atribuido a Gustave Eiffel, el mismo que engalanó París, pero no hay ninguna evidencia sólida sobre dicha afirmación, aunque parece un buen bálsamo para soportar una construcción tan rígida y agresiva a la vista.
Si unperro andaluz tenía suficientes argumentos para abrir la puerta de la escena musical que se gestaba en Ciudad de México, con proyectos como Diles que no me maten, el estreno de “Peek!” en 2023 fue la excusa perfecta para voltear los reflectores y enardecer este proyecto ecatepense. “Peek!”, que es perro en maya, consagra todos los puntos que hacen de unperro andaluz ser unperro andaluz. El álbum abre con ‘la piedad’, con ese hipnótico sintetizador en loop mientras que guitarras entran suavemente por tiempos y asisten al saxofón que resbala notas sin dejar la comandancia del sintetizador. “Que si me muero de un coraje / Donde guardas el rincón, donde beben los cenzontles / Y con cariño veo al mundo con rencor”, reza Yael en una canción que inicia y concluye con una reconstrucción sonora del tráfico.
La cachetada musical, la brutal inyección de adrenalina, es parada de seco con la segunda pista: ‘intervalos de 40 días’. Esta canción, según recuerdo de una tocada, Yael la dedica a su madre: “¿Crees que se trate de la muerte?, que tanto evitas / En estos años que pasaron frente a tus ojos medio abiertos”, interpreta con una voz suave, cálida y melancólica que tan solo hace un sinsentido pensar que es el mismo cantante del inicio del trabajo. “El cinismo citadino, de estas nubes de smog”, repunta lo que se convirtió en una insignia de unperro andaluz, como una mirada con recelo hacia la Ciudad de México.
unperro andaluz mama de la cultura popular, siendo parte y exponente al mismo tiempo. Ello queda expuesto en la jerga que identifica a su lirismo: no por nada brillan expresiones como cenzontle, que es un tipo de ave que cientos de mexicanos recordarán por el poema atribuido a Nezahualcóyotl que estaba impreso en los billetes de 100 pesos. La impregnación de la cultura «de a pie» queda sobreexpuesta en la rítmica y eufórica ‘fayuca’, expresión usada para todas las mercancías que ingresan al país de contrabando para burlar los pagos en aduanas, principalmente ropa ‘americana’ que termina en montañas de prendas a precios bajísimos —ocasionalmente con la política de no devoluciones—.
Lo que me sigue pareciendo sumamente curioso de unperro andaluz es que se burlan del prestigio que honestamente se han ganado a punta de sudor. Pocos podrían peros al decir que este grupo es indispensable para conocer el presente musical independiente de México. Sin sentirse como menosprecio, unperro satiriza su identidad en la experimental ‘buenova’: “Estos güeyes con su ‘klaus rock’, crack rock, trans rock o como le digan estos carnales. Póngase al chile a jalar, la música de hoy se hace con máquinas”, dicta una canción que paradójicamente está sustentada en una máquina, que en este caso es un sintetizador.
Con uno de los álbumes más aclamados en el panorama nacional en el brazo, unperro andaluz se cansó de interpretar sus canciones en el circuito de la Ciudad de México: tocando desde los lugares más profesionales hasta los menos pensados, y de paso ganándose un veto de un venue debido a su consumo de marihuana. En este año, el grupo asaltó nuevamente, con más argumentos, más energía e incluso cierta teatralidad, pero no sin antes morir momentáneamente.
En abril, sin muchas explicaciones, unperro andaluz declaró en sus redes sociales que el proyecto había terminado. El escrito, sin alma, dejó más dudas que certezas, pero el duelo fue corto, y en este punto parece que hasta fue forzado, pues en julio llegó su nuevo material discográfico. Siguiendo el árbol genealógico del proyecto ecatepense, lo llamaron “tragaperras” para no desentonar con los títulos previos, aunque para la cultura popular en México es más común la expresión maquinitas.
Este trabajo sigue la trayectoria previamente proyectada, pero reta a otros límites conceptuales. Los mexiquenses abren su segundo larga duración con ‘aeropuerto’, que integra exquisitamente una flauta que conduce la pista hasta que ésta se degrada en una suerte de country. Esto es un claro manifiesto de intenciones: unperro andaluz puede desdoblarse sonoramente un sinnúmero de veces. En cuanto al concepto del álbum, queda expuesto por la misma banda en ‘malabares’, segunda pista del tracklist: “El placer por lo feo, lo tosco, lo muerto, lo vacío, lo oscuro”, narra histriónicamente Manuel Ávila, invitado del proyecto.
El álbum suma más honestidad a la idiosincrasia de unperro, tal y como ocurre en ‘caratrapo’, una crónica indirecta de la precariedad y, como se explicó en los primeros párrafos, la cantidad de vida que se desperdicia en el transporte público desde el Edomex hacia la CDMX. “Me caga subirme al Metro en todo momento”, dice con desagrado Yael, en una tonalidad que nos recuerda a expositores del llamado ‘rock urbano’.
Sin buscarlo como un trabajo monográfico o periodístico, ‘tragaperras’ se siente como un reflejo pulcro de la sociedad mexicana a través de todos sus males y quejas de recientes años. Como en ‘fenta’, cuando se habla directamente del fentanilo, químico que catapulta la adicción y la cercanía con el filo de la muerte. “En una de esas me les puedo ir”, recita el vocalista.
Magistralmente, unperro andaluz cierra con ‘richie phelps’, que nace en referencia a un famoso meme donde un niño, embriagado de poder, amenaza a otro cibernauta presumiendo, dentro de sus exagerados atributos, un presunto récord de K.O en la escuela de Julio César Chávez, así como sus capacidades intelectuales para fabricar una bomba atómica. Por mucho, es la pieza más ruidosa, extremadamente saturada, digna para el acompañamiento de una oración de cólera.
A diferencia de su disco anterior, unperro andaluz comanda su energía hacia otro puerto: lo instrumental. Si bien la voz de Yael nunca fue un imperativo, una orden sofocante, la rama musical aplasta a lo vocal con creces, y provoca que “tragaperras” tenga menos espacios reflexivos —si es que la agrupación en algún momento los tuvo fuera de ‘intervalos de 40 días’—.
El álbum está predestinado a los conciertos en vivo: la energía que desprende, la demencia con la que se desenvuelve y los ritos instrumentales de los que se componen son solo elementos idóneos para ser interpretado a cabalidad. Esta ambición será respondida, pues a lo largo del presente año, unperro andaluz girará a lo largo de la República Mexicana, incluyendo un par de fechas en regiones donde la escena musical independiente tiene pocos espacios, sustentos mediáticos y certezas económicas. Pero el contraataque contra la centralización musical requiere una altísima dosis de fe, una comunidad enardecida y rabia como motor.
Y todo esto es unperro andaluz: un grito ensordecedor, con gotas de saliva en toda la cara, una representación fidedigna contra la centralización de la Ciudad de México. Por años sentí que la expresión periferia era usada con fines denigrantes, sobre todo al ser empleada por los habitantes de la capital. Y tal vez lo era, pero a lo largo del tiempo la palabra se ha resignificado por los integrantes de la comunidad, y ahora es una bandera que con orgullo se iza, y es bandera apesta a unperro andaluz.