Fotografías: Milena Pazos.
Hace pocas semanas, Juana Molina publicó su primer disco en ocho años: «DOGA«. En su arte de tapa el característico pelo canoso de la cantautora parece cubrir un cuerpo perruno. Lúcuma tuvo la suerte de estar en el primer show presentando este disco en La Trastienda, Buenos Aires. Si aún quedaban dudas sobre la pasión de Juana por todo el mundo animal y natural, la manera en la que decidió presentarse al universo en esta ocasión terminó de zanjarlas completamente.
Llegué a La Trastienda una hora antes de que el show empezara. Primera vez allí. Es uno de los cientos de lugares que aún tenía pendiente conocer de esta movida porteña musical que tanto me encanta. También era mi primera vez oyendo a Juana fuera de un contexto de festival, contexto muy lejano a la primera vez que escuché su música en el Futurock de 2019 donde gente que se ha ido de mi vida me insistió con verla por lo importante que es su música para nuestro país. Con un poco de planta santa en mis pulmones, escuché los sonidos del final de ‘rina soi‘ precediendo el show. El final del disco abriéndonos las puertas a este mundo animalesco que ofrece Juana.
Haciendo honor a la impuntualidad de los músicos de esta ciudad a las 21:30 arrancó el ritual. Emplumada en todo el cuerpo y en sus orejas, su ropa era una reivindicación de esta cabellera canosa que tanto ha sido su marca personal desde hace más de una década. Durante días debatimos con mis acompañantes si Juana era un perro o un gato; al final nos dimos cuenta de que era un ave. Como de costumbre, su único acompañante en el escenario era Diego López De Arcaute, quien tenía unas hombreras emplumadas, siguiendo la temática.


Si el año pasado me metí en el fino halo que Juana construyó en la naturaleza, esta vez me invitó a su frondoso bosque, hermoso de admirar de lejos, pero incomprensible para nosotros, simples mortales que no podemos llegar a descubrir el secreto del arte de Juana. Tal vez sea el mismo secreto que hace que tenga una maestría para cantar canciones sin letra. Su comunicación ya trasciende los límites humanos. Habla lo que parece un acento molinesco del italiano y aúlla a sus musas y a sus feligreses. Feligreses que bailaban todos sus loops multi instrumentistas, y respondían a sus aullidos, acurrucándose en torno a la madre, rememorando a Nina, su perra preferida. Madre representativa de todos los límites, musicales y humanos, meticulosamente preparando las canciones para que los loops armonicen.
Vi confirmada la permanente obsesión que Juana manifestó hace poco en el ciclo de entrevistas “Colorama”, obsesión por hacernos disfrutar y por tocar, obsesión materializada en su felicidad de volver a tocar. Obsesión que tal vez la llevó a codearse con la catarsis detrás de golpear un platillo, vista muy placentera para mis pupilas voladas. No somos árboles dormidos, definitivamente no hubo desárbol dentro de aquellas paredes, y el zorzal indignado nos quería bailando tanto como ella.
Nunca está de más mencionar la oda al delirio que resulta escuchar «Un día» en vivo. Igual de enamorada quedé esta vez al oír las bocinas exacerbadas a la décima potencia que cuando las escuché acompañadas del baile sincronizado de Juana y Odin Schwartz en 2019, allá en el Polideportivo Malvinas Argentinas, vez en que hasta pensé que me había pegado el éxtasis antes. La magia no se perdió, ahora estoy fascinada por la poción que se prepara en ‘Paraguaya‘. Puedo decir con firmeza que en aquella trastienda, sentí cómo Juana representó con fidelidad su salmo del día:
Un día voy a ser otra distinta
Voy a hacer cosas que no hice jamás
Voy a cantar las canciones sin letra
Y cada uno podrá imaginar
Ahora nos queda imaginar que dice el gibberish de ‘siestas ahí‘ o ‘rina soi‘. Queda mucho «DOGA» para cortar (y morder), y estamos muy contentos que logre forjar a esta hermosa tríada de discos publicados por Juanas argentinas en 2025. No hay esquizofrenia teatral como la de Rozas en Niceto ni noto la tranquilidad que me transmitió Aguirre en Deseo mientras entraba a su santuario, Molina está jugando con los sonidos del más allá. Está ladrándole a la luna y a aquello que es distinto e incomprendido, eso que hace que sea la eminencia musical que todos los que nos importa el arte de este hermoso país plateado vemos en su plumaje, también plateado como nuestra patria. Quedará ver si este perro no se detiene ante la paradoja del tiempo y logra correr por ahí, junto a aquellos gatos que buscan acompañarlo.














