Su voz es un hechizo antiguo. “No empecé a hacer música por esa razón, para ganar un concurso o para estar en la industria”, responde Miles Davis. No escuchamos la pregunta, quizás apuntaba a su colección de Ferraris, al éxito demoledor que conoció, a las mujeres que sedujo. La respuesta de Davis es sencilla y seca, definitiva. No es necesario que aclare cuál fue, entonces, la razón por la que empezó a hacer música; podemos imaginarla al escucharlo llenar una trompeta de vida.
“Kind of Blue”, el nuevo álbum del rapero español Rapp Gotti, abre con esa respuesta de Davis, como un eco pasado de su propia convicción. En “Pero hermoso: un libro de jazz”, Geoff Dyer propone que el arte también es un ejercicio de crítica: cada pieza musical juzga su herencia y su contexto, y en “Kind of Blue” Gotti reafirma las fronteras de su territorio. Sí se separa de los falsos profetas que traen sabiduría contaminada, como denuncia en ‘Miseree’, los mismos a los que cuestiona en ‘Amityville’ por solo embarcarse en colaboraciones convenientes. Lo de él, por oposición, es el trabajo sucio que describe en ‘Kwisatz Haderach’, el mismo que lo hace un escritor único en el rap en español: experimenta con la sintaxis de sus versos encriptados como si fueran parte de un libro sagrado.
Producido por el argentino Bishop One, los de “Kind of Blue” en su mayoría son loops desnudos que le ceden el protagonismo a la voz inexpresiva, serpenteante y gélida de Gotti. Aunque la distancia, la diferencia horaria y problemas personales en ambos hogares evitaron que el álbum saliera en 2023, “Kind of Blue” se destaca en la discografía de Gotti. Frente al ambiente de persecución y suspenso creados por el barcelonés Onthervn para “The Lamb & The Tiger” y “Raised By The Wolves” —que en 2022 marcaron el regreso de Gotti al rap luego de casi una década en silencio—, estos beats son vitrales sencillos, bellos, que dejan pasar los rayos del sol para iluminar la mezquita. Las colaboraciones certeras de Franco Carter, Laura Bonsai, Solok.Os, Flavia Beaka y Monaly le dan más texturas al disco, que se beneficia de esta polifonía.
“Kind of Blue” es el quinto álbum de la segunda etapa de la carrera de Gotti. Debutó en 2006 y —luego de discos como “MGME’s”, junto con Yako Muñoz, y “Mugrientos Evangelios”— se detuvo en 2013 tras publicar “VMB3R GLVSS”. Se sentía estancado, necesitaba nuevas experiencias y fuentes de inspiración, así que se dedicó a una oportunidad de la que solo revela que lo entusiasmaba y requería toda su atención. El tiempo libre con el que se encontró durante la cuarentena del covid-19 fue su oportunidad para ver más cine y leer más literatura. Eran cuatro películas al día, o tres libros en simultáneo, un apetito voraz que no sació hasta que encontró su antiguo libro de rima. Así retomó la escritura, se enfrentó a páginas en blanco aliviaron su encierro. Parecía un retiro definitivo, pero volvió para consagrarse como un MC singular, con un sonido y un estilo distintivos en su opacidad. Lo plantea justo antes de que acabe el disco: es un viejo jugador con nuevos trucos.
Los álbumes de Gotti pintan un mundo salvaje en el que el más salvaje gana, y “Kind of Blue” no es la excepción. Hay algo despiadado en su cosmogonía y su mirada, incluso en su voz. Y ese algo es difícil de marcar en un mapa. Creció en Valladolid, vive en Madrid y no oculta la influencia de Queens en su estilo, pero su rap no tiene marcadores territoriales. No te describe su barrio, sino el mundo. Cuando se refiere a su quehacer no habla de rapear, sino de escribir, y en ese campo es un traductor de las escrituras sagradas del Hip Hop. Todo traductor es un traidor, dice el viejo adagio italiano, pero es precisamente en esa distancia entre el mensaje original y el que él entrega en sus textos que está su huella. Es lo que le permite jugar con referencias clásicas del rap y darles la vuelta, así como ponerle a su disco “Kind of Blue”, con todo el descaro del caso, y quedarse tan tranquilo. En conversación con Lúcuma, una de las pocas entrevistas que ha dado, Gotti comenta sobre su lugar en el rap español, cómo ha evolucionado su sonido, el knowledge que da y que recibe y la principal característica de su rap: ese lenguaje roto al que hay que volver una y otra voz hasta que el sentido brota entre las grietas.
¿Qué pasó en la última década desde que te tomaste una pausa hasta que volviste en 2022 con “The Lamb & The Tiger”?
Llevaba varios trabajos con fechas de lanzamiento muy próximas y, en verdad, me sentía estancado: sentía que estaba trabajando la misma línea. Necesitaba buscar un nuevo enfoque. En el 2013 publiqué el álbum “VMB3R GLVSS” y, tal como lo veo hoy, coincidió con el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Me ofrecieron participar en un proyecto bastante ambicioso que me motivó y que reclamaba toda mi atención, entonces estuve implicado en el proyecto durante los siete años siguientes. Soy de los que cuando acepta un reto me vuelco en él, lo doy todo, al cien. Ese tiempo en el que estuve apartado de la escritura me permitió buscar nuevas fuentes de inspiración y nutrirme de nuevas experiencias.
El mundo se paró con el COVID-19 y nos encerraron en nuestras casas. El trabajo de doce o catorce horas al día se convirtió en tiempo libre, y de alguna manera había que sobreponerse al frenazo. Los primeros meses veía tres o cuatro pelis al día, leía dos o tres libros a la vez. Y de repente apareció mi libro de rimas, así retomé la escritura, me enfrenté a las páginas en blanco y sobreviví al lockdown.
¿El llamado “renacimiento de las barras” en el rap de España tuvo algo que ver con tu regreso?
En absoluto. Siempre me he sentido desconectado de la escena nacional y mi valoración de los trabajos que han llegado a mis oído es bastante negativa. Para mí el orígen de la escena española fue súper traumático, no entendía la traducción que se hizo en este país de lo que pasaba en Estados Unidos. Una vez retomé la escritura volví a empaparme de lo que pasaba por acá, y sí que he escuchado a artistas que han sabido tomar el relevo de una traducción correcta, que van en una línea respetable y seria, pero mi trayectoria es completamente independiente de lo que suceda o deje de suceder en la escena nacional.
No sé, me parto un poco la polla con lo del renacimiento de las barras, porque para mí es uno de los pilares del género: el contenido, las metáforas, el wordplay, ¿sabes? Todo esto para mí es un paquete indivisible. Si le quitas eso al Hip Hop, no sé muy bien en qué queda.
Y en cuánto a sonido, ¿cómo cambiaron tus intereses desde tus inicios hasta ahora?
La galaxia de Queens siempre ha sido una gran influencia. En 2006, cuando publiqué mi primera referencia, era más conformista en cuanto a los beats y no tenía acceso a una cartera de productores como la que tengo hoy. En aquella época todo era más difícil en España. Me centraba en lo que me correspondía, escribir rimas. A medida que pasa el tiempo y editas nuevas referencias, quizás te pica la curiosidad por esa parte del trabajo y empiezas a meter más las narices. En el álbum “Mugrientos Evangelios” casi todos los samples vinieron de mi mano. Lo que busco es la singularidad: dentro de esta vorágine, intento llegar a tener un sonido original o reconocible.
Antes de escuchar tu voz en “Kind of Blue”, escuchamos a Miles Davis hablar sobre las razones por las que no hace música. ¿Cuáles fueron las tuyas al inicio y cómo han cambiado con el tiempo?
Mi motivación siempre ha sido la misma desde la primera vez que agarré un boli: una necesidad creativa. No tengo ningún interés en demostrar nada ni en agradar a la gente. Nunca escribo pensando en si el mensaje va a tener aceptación, o si alguien va a escucharlo. No creo que deba haber una razón estándar por la que la gente haga arte, pero no debes hacerlo para buscar aceptación o un beneficio económico: debe corresponder a una necesidad creativa. Y esta competitividad que se nos exige al día de hoy, que dicta que tienes que ser el mejor en todo, influye de manera negativa, es totalmente opuesta a mi concepto de arte.
La intro de “The Lamb & The Tiger” menciona a Blake, y en ‘Upper Food’ referencias “Aullido” de Ginsberg. ¿Lees poesía? Si sí, ¿cuáles son tus poetas favoritos?
Si quieres dedicarte a la escritura, debes leer. Los escritores americanos me han influenciado bastante. La generación Beat es de mis favoritas: Burroughs, Kerouac, Ginsberg. Su estilo narrativo me parece brutal, rompedor para la época.
El término “knowledge” está muy manoseado, pero aplica directamente para tu música, como mencionas en ‘Cut up’. ¿Cómo entiendes el knowledge?
Knowledge, conocimiento, contenido que aportas en tus lyrics. Así lo entiendo y creo que es la única manera de entenderlo. A medida que vas madurando y te vas haciendo mayor, la demanda de contenido se hace necesaria, evidente. Hay fans que me escriben: Gotti, tronco, con todas las referencias que metes en tus letras me estás haciendo googlear continuamente. Esta provocación, estas referencias que a su vez te llevan a abrir nuevas puertas, es lo que me motiva a escribir, sobre todo en esta última etapa. Mis textos son como hipervínculos plagados de referencias.
Creo que llevamos sufriendo décadas de falta de contenido, de artistas superfluos que hablan de cosas materiales y clichés asociados al movimiento como el dinero fácil o la venta de droga. A mí me da igual qué coche manejes, cuál sea tu outfit o en qué te gastes el dinero: me la suda, y creo que eso le pasa cada vez a más gente. Esas son cosas que van y vienen, que no te definen como hombre. El conocimiento es algo que siempre va a estar allí, es lo que es.
¿Y en qué raperos has encontrado knowledge a lo largo de tu vida?
Tragedy Khadafi, con su street knowledge; Genius, GZA, con sus conceptos científicos; Killah Priest es una locura; Guru, de Gang Starr; y Ka. Esa línea es la que me motiva y quiero seguir.
En ‘Kwisatz Haderach’ dices que vienes de una era olvidada, cuando el rap era crimen. Háblame más de ese contexto que te formó y cómo marcó tus fundamentos para lo que haces hoy.
Cuando empezamos a recibir influencias del movimiento Hip Hop en los 90, era un goteo marginal, asociado a connotaciones negativas de criminalidad, venta de drogas, pandillas y asesinatos. Nuestra estética, luego, chocaba con la que corría por aquellos tiempos. Llevábamos ropa tres o cuatro tallas por encima de la nuestra, la gorra para atrás, zapatillas de basket y camisetas de béisbol. Era nuevo, y como todo lo nuevo, causaba sorpresa, impacto, rechazo. En algunos casos terminabas hasta pegándole. La policía te paraba en la calle, te cachaba y te decía: ¿Qué haces vestido así, si tu eres español?. La gente mayor se apartaba de tu lado y la gente de tu edad no entendía nada. Recuerdo pijos de mi instituto para los que Polo era la ropa que su padre y su hermano compraban en el Corte Inglés.
La forma de conseguir Hip Hop era el contrabando, tanto en ropa como en música. No se vendía en tiendas, internet no estaba avanzado. Tenías que esperar el regreso de tus colegas cuando iban a Estados Unidos y se traían música, ahí se producía ese intercambio. No era de gratis, la peña no te daba la bienvenida. Era una lucha. Tenías que conseguir tu algo y a través de ese algo ir multiplicándolo. Pero si el casete que tenías no molaba tanto, la gente no te daba nada. Ese era el juego, eso fue lo que nos costó a los que abrimos brecha en nuestras ciudades.
Hoy que el Hip Hop y el rap están aceptados socialmente, y prostituidos, en mi opinión, los chavales lo tienen a la mano. Muchos de mis colegas tienen hijos de 13 o 14 años que lo ven de manera natural, sus padres suenan Hip Hop en casa desde que nacieron, entonces quizás no entienden ese proceso que nosotros pasamos. A eso me refiero cuando digo que vengo de una era olvidada. El rechazo social te forjaba el carácter, no era fácil. Ahora puedes ver anuncios comerciales en los que rapean: esos chavales no habrían sobrevivido en mi época y ahora están con mogollón de followers. Eso no se habría permitido.
Tú escritura es retadora y oxigena el rap en español. Destruyes normas sintácticas y traes ese lenguaje roto, como dices en ‘Cut Up’. ¿Puedes contarme cómo llegaste a este estilo y cuáles han sido los referentes que te han formado en ese campo? Yo escucho mucho de Raekwon.
El estilo que define mi escritura es el broken language. Siempre me han fascinado los textos encriptados y creo que es algo generacional. Tuvimos que luchar, y eso quedó plasmado en la manera en que escribo ahora: no te regalo nada. Estéticamente me parece mucho más interesante. El broken language me permite introducir más conceptos en una frase, más giros, retorcer las frases y llevarte de un punto a otro en un chasquido. Quito la paja y dejo conceptos en cada frase. La longevidad, la vida útil de las canciones, es mayor si no lo haces tan mascado. Hay mucha gente que piensa que para llegar a la gente tienes que hacerlo fácil y utilizar un lenguaje sencillo, que conecte con cualquiera, pero a mí no me interesa ese público. A mí me interesa un público cabrón, que busque esos códigos, que cuando sienta mi rap, mi texto, sienta esa necesidad de invertir cierto tiempo en descubrir qué quiero decir, en captar todos esos giros.
Todo esto viene de la mano de Raekwon, efectivamente: es uno de mis ídolos de adolescente. Recuerdo intentar entender sus rimas en un momento en el que estaba intentando entender el idioma. Era mucho más difícil, claro: rimas súper complejas. Recuerdo estar meses con “Only Built 4 Cuban Linx…” y descargarme las lyrics para intentar traducirlas. Todo eso me sedujo, y es algo que intento llevar a mi rap en día de hoy. Para mí él es el maestro absoluto del broken language.
También has enfatizado los elementos de diseño y arquitectura que hay en tu escritura, por ejemplo en ‘(C)rhyme Fam’.
Siempre intento hacer comparaciones en mis rimas hechas a medida, enriquecer el lenguaje y buscar nuevas fórmulas, como la comparación de mis raps, que toman formas tridimensionales cuando los imagino, con otras artes creativas. A veces veo las rimas como edificios y cuando veo el tracklist de un álbum acabado, me lo imagino invertido, horizontal en vez de vertical, y es como el skyline de una ciudad.
Cuando dices “Estoy viajando en dirección al nucleo, Julio Verne”, en ‘Cut Up’, ¿podemos asumir que cada vez quieres concentrarlo más, simplificarlo pero también elevar ese nivel?
Sí. Cada vez la roca se va a hacer más dura, el ambiente va a convertirse en más hostil, dejas atrás la luz y te envuelve la oscuridad. Ese es el camino que he emprendido. Esto puede resultar incomprensible dada la corriente actual, que pretende simplificar el mensaje de una manera más infantil, crear una pasta predigerida para entrar en la cabeza de la gente de una manera más fácil. Yo voy en la dirección totalmente opuesta a todo esto y se nota en el endurecimiento de mi escritura, con la eliminación de toda decoración. Puede resultar más complejo, pero una vez te adaptas a este nuevo lenguaje, eso se evapora y comienzas a ver esta belleza de la que te hablo. Esta decisión va en contra de mis ventas, de llegar a más oyentes, pero no me preocupa. Creo que los artistas se deben a la cultura, no al revés. Hacer las cosas accesibles al gran público al final deteriora y condiciona el movimiento y la elevación de la que estamos hablando. Tengo bastante claro cómo se puede llegar a triunfar, y no es algo que me interese. Ese aro es demasiado estrecho, mis rimas son demasiado obesas para pasar por ahí. No veo una perspectiva muy alentadora en caso de que tuviera que comer de la música, que no es el caso, vaya.
“Repitiéndome a mí mismo ‘Hasta ahora todo va bien’, pero en verdad sé cómo acaba la peli”, rapeas en ‘NUMBers’. ¿Cómo crees que acaba, entonces?
Tengo dos temáticas cuando rapeo, una es autobiográfica y otra habla de mi forma de rapear. Acá me refiero a mi propia vida. La frase hace referencia a “L’Haine”: cuentan que hay un tipo que cae de un edificio, y en la caída se va repitiendo: hasta ahora todo va bien. Terminan diciendo que lo importante no es la caída, sino el aterrizaje. Esto lo aplico a mi propia vida, a mi forma de obtener ingresos, si sabes lo que te quiero decir. La frase la empiezo diciendo “Estoy construyendo con ladrillos color esmeralda”, si sabes a lo que me refiero. Y en verdad sé cómo acaba la peli, solo hay dos formas de acabarla.
Tu música pinta la sociedad como un campo salvaje en el que eres cazador o presa, y queda claro tú de qué lado estás, quién es el más salvaje, como dices. ¿Cuáles son los principios para sobrevivir en esta guerra, esos dogmas a los que aludes en ‘Upper Food’?
Cuando hablo de ser salvaje me refiero a la forma que tengo de entrar en el juego, de manera independiente. Ten en cuenta que un artista independiente desde el primer momento debe sufragar todos sus gastos, pagar la producción, pagar mix y mastering, adelantar dinero de las copias. Estoy bastante contento de haber recuperado todo el dinero y obtenido beneficios, pero para mí el rap money es dinero lento, es casi más un sacrificio que un beneficio. A eso me refiero con ser salvaje, sin estar firmado, sin ayuda de nadie, sin PR, sin management, sin avances. Es algo que requiere bastante disciplina, no tiene gratificación económica inmediata.
¿Cómo es para ti hoy ser un viejo jugador que aprende nuevos trucos, como sugieres en ‘Cut Up’?
No he inventado las normas, solamente me adapto a ellas. Si quieres seguir en la partida debes mantenerte en un estado mental despierto, es algo obligatorio que tienes que asimilar cuanto antes. Esta frase va más enfocada a mi supervivencia como rapero, de la vieja escuela en nuevos tiempos. No lo sé, tronco, yo veo gente con la que coincidí de mi generación, o incluso anteriores, que buscan sobrevivir en el rap game intentando utilizar las mismas fórmulas y no les está funcionando. Veo su frustración. Si comparas mis álbumes antiguos con los nuevos, digamos que la esencia es la misma, pero he adaptado los textos. Tengo ese chance de sobrevivir en estos nuevos tiempos. Hay gente que pretende aplicar las fórmulas de esa época para que funcionen ahora, y eso no va a pasar.
Tú eres un writer’s writer. ¿Qué escritores te emocionan hoy y te motivan a pulir tu lápiz?
Estamos viviendo una época en la que hay artistas super talentosos, operando a un next next level. Top 5 rápido: Brownsville Ka, Roc Marci, me flipa Vic Spencer, Boldy James, e incluiría en este top a Kendrick Lamar. Quizás no era consciente anteriormente del talento que tiene este hombre, no es quizás de los estilos que más me gusten, pero a raíz de los disses que ha tenido con Drake he analizado la escritura que tiene y es una locura.
¿Me puedes contar algo que no sepamos sobre tu proceso de escritura?
Me pregunto si soy yo el responsable de estas rimas. Muchas veces conecto con mi álter ego o un ser que es el que de repente agarra el bolígrafo y da rienda suelta a la escritura. A veces empieza de una palabra. Sí que es verdad que siento esa conexión con alguien que me empuja a escribir todo lo que digo, que le da forma. Cuando no siento esa conexión puedo estar atascado con el tema horas, días, incluso semanas. Pero si existe esa conexión, fluye y puedo escribir el tema en veinte minutos.