Jamblock Jr: “Al rap lo nutre la vida misma”

Conversamos con el rapero y productor colombiano sobre su último trabajo “Dogs Have No Hell”, un disco que subraya la importancia de vivir para poder hacer arte.

A veces, la música no nace de los lugares más propicios para el proceso creativo. Un ejemplo es “Supreme Clientele (2000) de Ghostface Killah, que para Jeff Weiss encontró su núcleo espiritual en el amor a la Wu-Tang Clan y al Hip Hop durante una travesía por África Occidental en búsqueda de una cura para tratar su diabetes. Una obra maestra creada a partir de los estruendos de la cabeza de su autor. “Dogs Have no Hell (2024) nace del aburrimiento de un trabajo de mierda. Entre un laberinto de cubículos donde el tiempo transcurre como en la cárcel y la luz del sol no alcanza a acariciar la piel. Los audífonos de balaca y las pistas de beats de YouTube son todas las herramientas que un rapero necesita para crear. El colombiano Jamblock Jr siguió el viejo mandamiento de Ghostface: “consigue beats y di mierda increíble sobre ellos”. 

Esa mierda increíble escupida por Jamblock se acompaña con beats que te golpean con la potencia de un autobús de 40 toneladas. En el disco predominan los sonidos de la vieja escuela caracterizada por el uso de loops oscuros, scratches a la carta, baterías crudas y voces sin filtro. Todo ese frío paisaje fue pintado gracias a las producciones de P’ Da Boomhead, Avenrec, Demencia Lirica Prod, _tarolin, Il Tano y 2 1 1 Records. 

El principal recurso y virtud del disco es el storytelling sobre las situaciones del barrio y de la vida. En ‘Revolver’ narra una de las tantas escalofriantes historias sobre las víctimas de los falsos positivos. En ‘Vórtice’, acompañado de Mc Kno y Mseco, contempla una vida repleta de caídas, pero se levantan cada vez por y para el rap. ‘Monte Fuji’ es una verbalización de su introspección, pero siempre esforzándose por mantener su música real: “soy mis hábitos conforme a todo lo que exponen”. 

Dogs Have No Hell es el segundo proyecto de larga duración de Jamblock. Una secuela espiritual de “Dogs On Earth (2020), que sigue la misma concepción del represent to the fullest. Un concepto que define a Jamblock a la perfección, el mantenerse real sin importar lo que pasé. La escucha es acogedora, pues, detrás de las atmósferas oscuras, hay un ejercicio de representar al barrio, a su familia y a él mismo con el rap. El disco es un homenaje a todo eso que lo ha marcado como persona y artista. 

Dogs Have No Hell no es sobre la vida, es la vida misma hecha disco y sobre esto y más, hablamos con Jamblock Jr: 

¿Cómo fue el proceso de creación de Dogs Have No Hell? Tengo entendido que durante ese tiempo estabas camellando en algo diferente a la música. 

Sí, perro, yo camellé en un call center unos seis años. En los últimos meses, ya estaba aburrido de todo y no tenía la misma creatividad para hacer música. Entonces, se me ocurrió aprovechar mi tiempo en el trabajo. Encontré una forma de poder entrar a YouTube y ponía beats que encontraba por ahí e iba escribiendo. A veces, escribía sin tener una base. Cuando llegaba a la casa, intentaba organizar los flows, ritmos y así. Fueron pasando los días y me di cuenta de que era el bicho raro de la oficina. La gente pensaba: qué hacía esta gonorrea a toda hora pidiendo papeles, yo terminaba el turno y salía con un montón de hojas dobladas. Ya mis encargados me ponían cuidado porque pensaban que estaba sacando información de la empresa, pero ya tenía 14 canciones repartidas entre “Dogs On Earth y “Dogs Have No Hell”. Renuncié y decidí materializar eso que ya tenía.

La mayoría de canciones de este disco fueron escritas antes de la salida de “Dogs On Earth”. En su tiempo, quería hacer una trilogía, que consistía en Dogs Have No Hell, Dogs On Earth y Dogs Have No Heaven. Un visaje que parte de lo que somos: infierno, tierra y cielo. Aunque, con las circunstancias que estaba atravesando en ese momento, no pude dedicarme de lleno a ese proyecto porque ya andaba camellando en otras vainas. Cuando saqué “Dogs On Earth” (2020), decidí desligar los discos de un hilo conductor. Por eso, el arte de “Dogs On Earth” lo hizo SagaUno y “Dogs Have No Hell” fue por parte de Kaber1

Vi por redes sociales que tuviste que guerrearla para sacar el disco a punta de preventas y sin publicidad de grandes marcas, ¿Qué tan difícil fue ese proceso? 

Para sacar el disco hay que creer que va a salir. Las pautas y los contactos son los que mueven la música hoy en día. Es más importante la plata que uno tiene para invertir en publicidad que en el propio talento. Con esto, yo no jacto mi producto. Lo que más vende ahora es el contenido basura y no me refiero solo al reggaetón, también en el rap se ha visto. Independientemente de que hayamos tocado puertas y no hayan salido los resultados esperados, si uno tiene una obra que realmente le salió del corazón, no importan las dificultades que se le presenten, eso va a terminar saliendo. Es una cuestión de crear un plan de acción sobre el disco en el que predomine el amor propio. 

En este álbum tú produces un solo tema que es De Este Lado con Fundamento Under de Perú. Es llamativo porque el primer disco de tu carrera es de instrumentales. ¿Son muy diferentes tus facetas como productor y rapero? 

Mis facetas como productor y rapero son la misma vaina. Yo aprendí a hacer beats en la pandemia. Ahí tuve la oportunidad de encerrarme a aprender, pero me falta mucho todavía. No me considero un beatmaker consumado. Todo lo que aprendí fue empírico y siempre ligado a mi instinto. Mi hermano, Andrés Tales, fue el que me enseñó las bases. A partir de ahí, empecé, pero por eso considero que todo es la misma esencia, todo es Jam Block Jr. Hay cosas que yo solo puedo comunicar haciendo beats, perro. La creación de beats es pura inercia, pero puede llegar a comunicar sin palabras todo lo que yo he querido expresar desde hace mucho rato, pero no sabía cómo. 

Hablando de Perú, la colaboración tuya con Mseco en el álbum de Caleto (2022) fue increíble. Quería preguntarte, ¿Cómo se dio la conexión él para grabar ese álbum? 

Con la gente de Perú empezamos a cranear en el 2018. Mseco fue la primera persona con la que hablé por las redes sociales. Una amiga me había mostrado la música de él, pero al principio no me tramó. Cuando el loco sacó “Lo Malo Barato1 y 2, ahí yo me volví fan del parcero. Poco a poco se hizo el camino firme con él. “Caleto” (2022) fue un álbum que lo hicimos jodiendo, es decir, nunca pensamos que iba a tener tanta trascendencia. Escribimos y grabamos cuando nos daba la gana y cuando menos pensamos, el disco se materializó. Hoy en día, después de Colombia, donde más me escuchan es en Perú.

Un tema transversal al disco es San Mateo, más que todo, la relación que tienes tú con este y la inspiración que te ha dado para hacer rap y vivir la vida en general. ¿Qué tan importante es ese reconocimiento que le das al barrio en tu propio proceso? 

Mi relación con el barrio es de amor y odio. Yo no crecí con el apoyo de todo el barrio. El costo de hacer mi arte es que algún pirobo en el barrio hable mal de mí o se subestime lo que hago. El barrio ha inspirado todo mi arte. El hecho de vivir en el sur, de tener que salir tres horas antes que todos los demás en Bogotá y guerrear las vueltas y llegar mamado. Es algo que lo lleva a leer la ciudad de otra forma. En mi caso, tuve una madre que hizo todo para que no me faltara nada de comer y, así mismo, yo me encargué desde chinche para conseguirlo. 

Mi relación con San Mateo es amor porque me inspira a contar mis vainas, las cosas del barrio, lo que me contó mi socio de toda la vida que encargó esas palabras en mí. Ese es mi deber como emcee. Pero también es una relación de odio porque da cagada ver la otra cara del barrio, da cagada ver como mientras uno está subiendo, hay tres hijueputas que lo quieren hacer caer. Cuando uno está solo en el barrio, la gente lo apoya. Pero cuando comienza a haber resultados sobre ese sacrificio, ahí es cuando ya vienen los prejuicios por andar perchado, tener los tenis limpios… esa idea de que uno ya tiene su vida resuelta, diste un concierto, colaboraste con tal, eso no es tan chimba. Igual, yo me pegó a eso porque me demuestra que mi obra ha pasado por el barrio, para bien o para mal. Eso me apega más a mi gente que ha reconocido mi camello. Cuando uno va por la calle la gente le tira un respeto y eso me ayuda a darme cuenta de que ya no estamos donde empezamos. 

Me llama la atención que te guste el cine y hay un corto de Aki Kaurismäki  que tiene el mismo nombre que el disco. De igual manera, se nota que tienes una relación importante con la salsa. El álbum tiene mucho sabor a homenaje de todo eso qué te ha inspirado. 

Yo me pillé el corto de “Dogs Have no Hell”, aunque el título fue lo que me inspiró, pero el corto no me gustó mucho. Aki Kaurismäki sí me gusta mucho, me parece un pirobo muy serio. Ya que estaba ahí, quería usar el significado que me diera el nombre, por tanta energía negativa que uno fue venciendo como un arcángel, aunque ya había escrito muchas letras antes. Había temporadas donde podía crear seis tracks y otras donde no escribía nada.

La salsa, a veces, es más rap que el rap, las historias, cómo se vivió y cómo se dio y culturalmente ha tenido este impacto en nosotros, es algo que inspira lo que los raperos hacemos. El jam block es un instrumento de la música latina, mi papá es timbalero, de niño crecí escuchando vallenato y salsa y viendo videos de la Fania como un hijueputa, ese sabor siempre ha estado ahí, el sabor de mi abuela con mi papá. 

Por último, quería preguntarte acerca de tu relación con el basket a modo de homenaje. En el disco está presente mucha jerga del juego interpolado al rap. ¿Por qué hacer esa fusión entre dos cosas diferentes?

Mi relación en el basket nace desde muy niño por mi tío, que era un triplero que jugaba de poste en Bosá. Él me llevaba a los partidos y siempre le tuve mucho respeto a ese deporte. Tiempo después, mi tío se enfermó y no pudo jugar igual. Por él comencé a jugar basket un montón. El basket es competencia porque estoy en una cancha en una esquina afilando mis barras. Uno tiene que hacer las vueltas bien o paila. Hay que tener en cuenta uno cómo se quiere ver y qué tengo que hacer, volverse un monstruo. Entrenar el rap, dedicarle ocho horas al día, escuchando otras músicas, viviendo. Me gusta mucho la salsa, el cine, hay una escuela de cinéfilos, salseros. Nosotros estuvimos ahí dándole identidad a la escena. Al rap lo nutre la vida misma. 

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