Reseñas

La última diva

Juliana Gattas encarna a una diva desdichada e incomprendida, pero diva al fin. Maquillada en la cama escapa a la solemnidad y recurre a la estética de lo absurdo, se ríe de sí misma sin perder la sensibilidad para cantar sobre temas angustiantes y oscuros en los engranajes de pop intocable que Alex Anwandter escribió, tocó y produjo

La figura de Juliana Gattas dentro de la escena argentina es única. Una artista con más de veinte años de carrera junto a Miranda! que combina la música y la actuación, alegría y tragedia. En su búsqueda resalta lo absurdo en el arte mediante el juego, la gracia, la improvisación y la intuición en lugar de lo solemne. Desde dibujos hechos en ratos libres y películas de los 70 hasta prendas de ropa compradas en ferias americanas, hacen, con matices y sentimientos poco comentados, al universo estético de una diva que baila, goza y disfruta, a la vez, deja entrar la tristeza y siente una inmensa soledad.

De la mano del productor chileno Alex Anwandter, la cantante pop hace su debut como solista a los cuarenta y cinco años con su álbum “Maquillada en la cama”. El proyecto nace previo a la pandemia, a partir de la amistad entre Juliana y Alex, quien había colaborado con Miranda! en 2016. Durante esos años, intercambiaban ideas y cafés mientras Alex presentaba su cuarto álbum, «Latinoamericana«. Ambos comparten una trayectoria llena de logros en todo el continente: Juliana junto a Ale Sergi y Alex tanto en solitario como con su antiguo grupo Teleradio Donoso. Además, los dos tienen una mirada del pop que rompe el prejuicio de lo mainstream como evasivo y superficial. La profundidad narrativa de lo social y lo político puede estar presente en sus obras como lo estuvo en las de David Bowie, Pet Shop Boys, Virus y otros artistas que admiran.

De esa mirada sale la propuesta de hacer un disco pop bailable con influencias ochenteras sin perder la sensibilidad de letras emocionales y, en ocasiones, políticas que Alex había trabajado en proyectos previos y que Juliana, en su rol de intérprete, intensifica con un tono dramático y performático. Su experiencia en Miranda! le permitió adaptarse con flexibilidad a las distintas interpretaciones que demandan las canciones del disco. Así podemos ver los matices de la diva en éxtasis, eufórica, decidida y, rápidamente, nos la encontramos en un estado de fragilidad absoluto. En ocasiones estos cambios se dan dentro de una misma canción, muestra del talento tanto del productor como de la intérprete.

Maquillada en la cama” nos invita a un recorrido personal por la vida de la artista basado en personajes explorados en sus inicios como cantante, en sus gustos, costumbres cotidianas, salidas, amores y deseos que, eventualmente, derivan en la vulnerabilidad. Se muestra a nosotros como mujer, madre, diva, amante y doliente de sí misma. Explora el significado de estos rótulos desde la perspectiva personal abordando temas como la libertad sexual y el placer: en canciones como ‘Emocionalmente tuya’ o ‘La casa del amor nocturno’ esboza una crítica a la mirada tradicional de estos roles mientras que en ‘Miro hacia el cielo’, una de las canciones más íntimas y personales del álbum, entabla un diálogo unidireccional con su hija buscando transmitir tranquilidad a pesar de la distancia. Juliana órbita el significado de ser madre, exhibe sus miedos, intenta comprenderlos.

Todo el tiempo juntas
Somos más que todo
Quiero que recuerdes
Y no quiero que sufras lo que yo sufrí
Sí, soy egoísta, sabes que te amo
Sube a las luces
Y dejemos que venga lo que va a venir

Miro hacia el cielo

Los temas que toca “Maquillada en la Cama” podrían ser entendidos como una vista a la intimidad de Juliana, pero es ella misma quien se encarga de desacralizar sus experiencias personales y dinamizar su sensibilidad para sacarla del llanto de la habitación hasta la pista de baile. A lo largo de sus ocho canciones el álbum dinamiza una propuesta que recuerda a la música romántica de la década de los ochenta, pero con la particularidad de haber sido producidas hoy, como si las baladas que se escuchaban en las emisoras sintonizadas a la tarde hubiesen sido sometidas —en las manos de Alex— a un proceso de remasterización que les da un aire a cyborg. ‘La Casa del Amor Nocturno’ es un buen ejemplo de esta reestructuración: sonidos futuristas y metálicos vibrantes, bajos que provocan movimiento y una voz que va en sintonía con los distintos momentos del tema. Parece atemporal la manera en la que se conjugan sonoridades pensadas para mover el cuerpo en 2024 y letras que se sienten como las baladas de Rocío Dúrcal, Ana Gabriel, Marisela y Pimpinela. Y todo esto desde el sur del globo junto a la experiencia y registro de Juliana Gattas.

El contraste de las letras con la música que va detrás crea un juego, tanto en términos narrativos como de producción, sorprendentemente armónico. Hay muchas capas de sonido en cada canción: cada una de ellas se mueve en “olas sonoras”. Se compaginan texturas desde el dance y el synth-pop, efectos percutivos del house, momentos que deslumbran y vibran con una especie de boogie sintetizado y rutas de new wave. En todas esas variables brillan vientos y cuerdas por su excelente ejecución. Una muestra de esta compaginación se encuentra en la dupla de canciones que cierran el disco, el tema ‘Lejos del Fuego’ nos transporta a una pista de baile de los 80. A la par que va cerrando crea la transición para pasar a ‘Un Taxi al Infierno’, que directamente nos encierra en una rave y deslumbra con su show de luces strober. 

El drama principal se desarrolla en la pregunta “¿qué se siente llorar desde la cima de la felicidad?”, los sintetizadores se apagan, el sonido baja y entre murmullos de bar sólo queda un piano de fondo y la voz de aquella diva con cierta oscuridad que a pesar de tenerlo todo está “cayendo en picada” y se abandona a sí misma bailando en un club.

En la canción que da nombre al disco Juliana elige exhibir su arte y su historia de una manera real y contradictoria, como lo somos todos. A través del personaje, muestra la dicotomía del dolor y el placer, la constante contradicción entre la soledad que puede generar estar maquillada en la cama al término de una noche cuando las cosas salen mal y, al mismo tiempo, la libertad y el alivio posterior que inunda la habitación cuando la presión se desvanece. Un contraste que también aparece en el sonido de violines y sintetizadores a lo largo del disco.

El video de ‘Maquillada en la Cama’ utiliza principalmente como referencia narrativa la película “Las amargas lágrimas de Petra Von Kant” de 1972, que muestra a una reconocida diseñadora de ropa en su casa, maquillada y arreglada, pero sin salir de la habitación. Petra charla con sus amigas que vienen a visitarla y les cuenta su padecimiento por amores pasados. A pesar de sus experiencias, vuelve a enamorarse perdidamente de una joven mujer que la mantiene con ilusión durante un tiempo pero, finalmente, la decepciona. Juliana usa el universo estético de Petra pero, en lugar de hundirse en una soledad trágica, el drama concluye a través de un baile con los maniquíes que cobran vida. Una manera de liberar el sufrimiento y, por momentos, disfrutar esa soledad.

Me hace tan bien
pensar que mañana
ya no vas a estar
desnudo en mi cama

Maquillada en la cama  

Un nuevo contraste aparece en ‘Borracha en un baño ajeno’, pero esta vez sucede entre el entorno restringido de una fiesta y un nuevo espacio de liberación absoluta: el baño. La bola de espejos cae del techo acompañada de hi-hats, sintetizadores graves y distintas olas de sonidos; también escuchamos una de las grandes sorpresas: una orquesta comandada por cuerdas. El exterior queda inhabilitado y aparece como un oasis la abstracción repleta de espejos, glamour y risas donde todo está permitido. En una sola imagen Juliana resume drama y absurdo, felicidad y tristeza, deseo sexual y llanto que coexisten en un único baño ajeno.

El baile y el humor son conceptos presentes en toda la obra de Juliana. El diálogo introspectivo que escuchamos como pregunta y respuesta profundiza en el baile entendido como acto de despojo que puede dar pie a lo absurdo y a la fantasía. Tanto la canción como el video tienen una escena surreal en el momento en que el sonido de los violines irrumpe: la atmósfera cambia, se suaviza y se vuelve ligera, la batería desaparece y el baño se convierte por un momento en un escenario por el cual ella se desliza casi flotando hasta que, nuevamente, la realidad interrumpe el sueño. 

Este es el primer precedente en el despliegue de “Maquillada en la Cama” de Alex Anwandter como un maestro de orquesta desde la producción. A pesar de que el álbum predominantemente cuente con un sonido más dance, el toque de música clásica no se siente forzado, es todo lo contrario, la compañía y épica que brindan suma mucho a la obra y a la figura de diva que encarna. Es difícil pensar ese formato de orquesta en un proyecto como éste, pero es una realidad, el baile se sostiene sin importar qué. Como sudamericanos ya podemos pensar en parar el duelo por la separación de Daft Punk, en Chile tenemos a un músico y productor de la calidad de Alex que nos hace emocionar y brillar bailando.

Lo fantástico ingresa en la obra de manera recurrente: nace a partir de los objetos (muñecas) que cobran vida y bailan, acompañan a Juliana en su dolor y son éstas las que modifican el espacio convirtiendo la habitación en una pista de baile. El baño, espacio cotidiano y un tanto absurdo dentro de la casa, también es transformado en un entorno glamouroso. Estos cambios no son producidos aleatoriamente sino que marcan momentos de liberación de la protagonista, escenas en las que se abandona y, a la vez, se encuentra con ella misma. Así en ‘La casa del amor nocturno’ a través de un sonido funk, ingresa a un ambiente nuevo y fresco: una casa que por momentos es vaciada de recuerdos, pierde su identidad pasada y obtiene otras tantas. La sensación de olvido, aunque sea momentánea y superficial, crea el acto de superación de nuestra diva: “una vez que ya entro / me olvido de todo, estoy contento”, “no hay nada tuyo, ya no te veo”. 

Narrativamente, cada canción del disco profundiza en un sentido particular sin demasiados puntos de contacto, podría independizarse cada una formando múltiples fragmentos de la vida de la protagonista. Sin embargo, uno de los puntos en común es el tono introspectivo que teje los hilos de pensamiento propios de estas historias: tanto ‘Maquillada en la cama’ como ‘Borracha en un baño ajeno’ tienen un alto grado de ficción, mientras que ‘La casa del amor nocturno’ podría ser sólo fantasía.

En este sentido, ‘Emocionalmente tuya’, desde un sonido pop suave, vuelve a enfatizar esta mirada interior poniéndonos en la piel de una mujer que se declara entregada emocionalmente a un hombre, pero que, a la vez, necesita sentirse deseada por otros. Desde una escena de pareja costumbrista con referencias visuales a ‘La Ciénaga’ de Lucrecia Martel y una mirada crítica a las historias clásicas de amor, la canción transmite nuevamente ese contraste entre letras oscuras y un sonido que matiza un fondo liviano. La protagonista es pura pulsión: se busca a sí misma por fuera de esa relación que involuntariamente la reprime. No puede expresar sus sentimientos de manera clara. Son contradictorios y confusos, les da vueltas y vueltas hasta amigarse con ellos.

No tengo dudas
no tengo miedo
sé lo profundo
que es nuestro amor, amor

Llega la noche
y en lo profundo
llega un fantasma
toma mi mano y voy

Emocionalmente tuya

La última calada del disco llega con ‘Un Taxi al Infierno’, un tema que inicia al estilo de Crystal Castles y despliega en un sonido electrónico que va en aumento y constante complejización. Escuchar este track es una experiencia inmersiva, la voz de Juliana nos lleva en un recorrido de peticiones, quejas, suspiros y gemidos, a la par que Alex finaliza la obra en un alarde de su maestría – “Qué, qué opino? / Opino que no me hable, acelere” -.

La feminidad de Juliana es el matiz que da sentido al disco. El relato del deseo, del autosabotaje y del exceso que presenta son una ventana al mundo íntimo de la artista que desde su posición de diva recoge experiencias de su vida y narra a partir de una figura que solo se debe a sí misma. “Maquillada en la Cama” representa escenas propias de la fatalidad, hoy mediatizada y globalizada, del amor romántico, la toxicidad, el deseo, la introspección y el abandono propio. La artista muestra su personalidad a través de sus dolencias personales y amorosas en la que las personas pueden ver una referente. Esta cuestión es en parte un reflejo de las maneras en que actualmente podemos acceder a múltiples experiencias en torno a las feminidades y construir un imaginario de las mismas con tan solo dar un click.

Particularmente, Juliana logra un impacto multisensorial: cantante, intérprete, actriz, vestuarista y diseñadora. Dentro de una industria pop por momentos rígida, sumado a su exigencia artística hacia las mujeres, Gattas se desenvuelve en un lenguaje novedoso. Encarna en su interpretación a la diva clásica que no sólo canta sus canciones, se despoja de ellas al denunciar y desmontar la farsa; la mujer que se paraba frente al micrófono para desenmascarar las ideas falsas del amor romántico no entonaba sus canciones, sino que las sufría, las lloraba y las gritaba liberando su rabia contenida, como lo hicieron La Lupe, Billie Holliday y muchas otras que son parte de la historia.

Nombrar a alguien como diva puede tener diversos significados, culturalmente es un término ambiguo que fue mutando con el paso de los años. Aún hoy tiene connotaciones negativas asociadas a actitudes arrogantes, caprichosas o con cierto temperamento —que, por otro lado, son castigadas si provienen de artistas pop, pero no así cuando lo hacen de las estrellas de rock. Estas mismas fueron las que dotaron al término de cierta rebeldía y disrupción otorgándole a las artistas una voz de protesta arriba de los escenarios: la posibilidad de un show con luces, vestuarios, bailarines y lucha cultural. 

Maquillada en la cama” construye una imagen de diva poco frecuente: se mantiene distante de la figura pop entendida idealmente como una diosa inalcanzable y, si bien no rompe por completo con ese imaginario, lo exagera hasta ridiculizarlo. En esta honestidad que presenta Juliana se encuentran, por un lado, los toques cómicos inherentes a su personalidad y, por otro, la cercanía y complicidad de quien admite no tener su vida resuelta. A sus cuarenta y cinco años, no tiene preocupación por dar respuesta a sus relaciones amorosas sino que sale con amigas, disfruta del tiempo a solas en casa y los momentos compartidos con su hija. 

Cambiante como las interpretaciones del disco, sus looks arriba del escenario y su repertorio actoral le permiten adentrarse en mundos diversos. El arte de la interpretación es el del maquillaje, pero se trata de un impulso que va más allá de lo superficial; el camuflaje de Juliana la convierte en otra persona, se funde en la historia de sus personajes dejando de lado momentáneamente la suya. Entre la melancolía y la comedia, la fama y lo bizarro se mueve permanentemente la última diva con sus personajes, esos que habitaron desde los inicios de su carrera en los bares de Palermo y que hoy le permiten disfrutar su consagración como icono del pop argentino y, por qué no, latinoamericano.