Amor por el Hip Hop, streetwear y la búsqueda de raíces latinas son algunos de los componentes que hacen al rapero de Medellín, que se volvió «la promesa hecha realidad»
Desde los escombros que dejó la pandemia en la sociedad, entre las grietas se esparcía lentamente un sonido que con un poco de suerte se tomaría las calles y parchaderos de Medellín. Unas cuantas dosis de rap al estilo Moebiuz: y, como todos tienen que comer, unas cuantas manzanas a la vuelta, seguir círculos viciosos y bombas en Ziroshima resultaron ser la combinación que atraería a un joven Sebastían para comenzar a producir beats y escribir canciones. Entre hi hats, trompetas y drums boombaperos consiguieron que un tal Oblivion, un muchacho crespo, alto, de voz profunda y ritmos nebulosos inundara la ciudad entre las montañas del Valle de Aburrá con su primer gran hit: ‘Medallo Bullies’. Por la conjunción de talento, calidad y un poco de suerte algorítmica se destapó esta olla a presión llamada Oblivion’s Mighty Trash en una Colombia levantándose de entre las cenizas de la pandemia.
La juventud colombiana fue desprovista del parchar, el compartir con los demás, durante casi dos años. Como consecuencia, ansiedad, depresión y demás problemáticas atraparon las mentes aún después del levantamiento de la cuarentena. Tal como se narra en ‘Medallo Bullies’, a veces, la ansiedad nos tiene en casa por cárcel, y vos, cansadx de estar entre las cuatro paredes que componen tu cuarto y en aquel entonces habiendo olvidado cómo avanzar por aquellas calles que antes eran parte tuya, encuentras a este muchacho de amable sonrisa que te pone a surfear entre cemento, parches y desparches dentro y fuera de sí mismo. Como consecuencia, te hechiza y cautiva al ritmo de un nostálgico boom bap que a veces, con el paso de los años, se pone Jazzudo.
¿Será que solo era un One-Hit Wonder? Naah!
‘Puro Parcerito’ salió el 24 de noviembre del 2021, en aquel momento no tuvo un gran impacto pero solo fue cuestión de poco más de un mes para que con su primer EP, “Tha Nonstop”, la escena se percatara que aquel pelao’ de apenas 18 años estaba dando pasos que resonaban, incluso, fuera de Medellín. Y eso que no iba en hombros de ningún gigante.
Oblivion demostró que si algo tuvo que ver con su ascenso meteórico en una escena tan basta y dedicada como la antioqueña, no fue la suerte. Sino, más bien, una sensibilidad por aquellos sonidos de la cultura popular colombiana. Samples de videojuegos parte de la infancia de millones de jóvenes y también de la música amada por sus padres y madres: La plancha, balada latina o canción melódica. Y no solo eso, también es capaz de transportarnos al extranjero con sus elecciones, así lo hace en tracks como ‘Piqui Blainder’. Todos esos tracks pasaron de ser unos muy buenos sencillos que salieron ese diciembre a convertirse en el EP, la carta de presentación y sello de calidad de una joven promesa.
Lo único que ostenta es Rap en su caminado
Los parches, las esperanzas, los sueños y la compañía componen el abanico de íntimas realidades que se permutan y configuran en sus canciones. Oblivion captó las miradas de la escena del rap de Medallo y rápidamente se propagó al eje cafetero. Media Colombia volteó a ver y lo primero que vió fue el parche del skatepark en el videoclip de ‘Puro Parcerito’. Patinetos, como les dicen acá, haciendo sus kickflip y demás trucos, monerías dicen las señoras del barrio, entre polas (cervezas), a veces un Chirrinchi o Chapil (alcohol de caña) o si se puede un ron Antioqueño o viejo de Caldas. De ahí, de ese parche, salió ese que te pone a caminar con él por las calles de Medallo, a veces Envigado, par polas en mano y cantando las tres canciones que vos, él y yo nos sabemos.
La pelea con el Diablo, Lo-Pocalypse Loops
Es momento de hablar del álbum al que hace rato le estoy pisando la cola, esa puntuda porque, en su primera mitad, “Lo-Pocalypse Loops” tiene a demonios y al diablo por todos lados. El primer y, por ahora, único LP del muchacho Sebastián.
Y, como toda gran novela, contamos con un bestiario, en este caso El Bestiario del Oblivion’s Mighty Trash. La ‘Intro’ que con una voz que si te descuidas puedes sentir los escalofríos, pero tranquilos, que a esos cuentos del Diablo no se les tiene miedo. Con tantos rayes metidos en ese Bestiario, Sebas se pone un poco loco. Por ello, ‘Anarquía en Medellín’ comienza cogiendo al Diablo por los cuernos, literalmente, así como Octavio Mesa que peleaba a machetazos con el Diablo por allá en los montes andinos. La anarquía se da entre gritos, golpes y cabezas cortadas a manos de Sebastían. Y, acto seguido, en ‘Wacky’, con un verso libre y veloz, Oblivion hace un recuento extenso de los tropos o temas cliché de la escena rapera, además de cómo vive el arte y espera vivirlo. Aunque, hay una premisa que subyace y carga de significado al álbum: él no le está sucediendo al rap, sino que es el rap aquel que le está sucediendo y por tanto, va a tomar su papel dentro de él.
‘Bastian Laurent’ nos sumerge en el cansancio, agotamiento e incluso enojo de estar sujetos a ese fenómeno xenófilo, clasista y racista; una suerte de tributo a la condición del ser extranjero y/o rico. Donde por ser de otro país del norte global se asume que se les debe rendir una suerte de pleitesía y servilismo, y de la cultura extranjera, aquella que ensalza o destaca otros idiomas, estéticas o costumbres distintas a la propia. Y como dice Sebas, a mí, saludame con un: “Hablálo papi, ni bonjour, ni hello, ni ni-hao”. Este ha sido un fenómeno criticado y expuesto extensamente por la escena Colombiana en canciones como ‘Moctezuma’ de Crudo Means Raw, ‘Buenos días Vietnam’ de Gambeta, ‘Hannya Aka Caracolito’ de N. Hardem, ‘El Último Orador’ de Anyone/Cualkiera, entre muchas otras. Si bien, Obli retoma algunos elementos de estas canciones, hace especial hincapié en aquella intolerancia y rechazo por lo distinto. El odio patológico por las formas de vestir, actuar o ser que se salen de lo deseado por los estándares aspiracionales y primermundistas de belleza, riqueza y éxito. Esto no para en ‘Stop’, el empoderamiento de la identidad propia es cátedra en esta canción. Y en ella continuamos explorando las proyecciones, más bien, objetivos que Sebastían lleva planteandonos y narrando cual vivido recuerdo en cada canción.
‘Háblame’, el interludio que parte el álbum en dos y hace desear hablar a tiempo y conocerte(nos) mejor. Y conocerse es también darse de cuenta de que tal vez no te gusta la playa o como dice el viejo Obli: no me soya la playa. Pero, aquí estamos.
Oblivion nos pone a caminar viacrucis y domingos de ramos. Aunque, el enojo por actos de policías, tombos o pacos, es constante, pero gritarles y sacarles el dedo también cansa. Sebastian nos recuerda que uno se acostumbra; en un mundo que no puedes cambiar solo queda interpretarlo. Por eso vamos por Envigado compartiendo un cigarro, un café, una comida, a veces con los parceros o, si el parche está maluco, sumergidxs en nuestros pensamientos. Esos momentos amenizan, acompañan y cambian nuestra perspectiva de la existencia en este mundo de injusticias y cosas jodidas.
‘Loveisintheair’ comienza, nos acompaña una melodía cuasi-angelical, un volantazo a los sonidos sordos y lúgubres de la primera mitad. El piano marca el compás, se puede confundir con un órgano pues al parecer estamos entrando en la última cena. Además, está la armonía de fondo, la cual transmite un sonido muy gospel, muy parecida a la armonía usada por el Sunday Service de Kanye en ‘Hurricane’ junto a Justin Bieber. Ahora estamos listos para escuchar lo que molesta, los padecimientos y las declaraciones de un Oblivion que solo escupe flema y cuestiona las leyes. A pesar de todo, va encontrando placeres y refugios, especialmente en su playlist y el rap.
Estamos rebotando entre ritmos y aterrizamos en el cuarto de Sebastián. Lo arma, comienza a cantar y navegamos por Ontario y Myanmar entre las introspecciones y fluidez de Oblivion en un beat, especialmente, cuando eso está muy Jazzudo. Pero es que también hay que agradecer a mí, a vos y a todos. Sebas es un man de principios incluso al final. Quien sabe si lo veremos tirando un concierto en Notre Dame al lado de Quasimodo, pero lo que sí sabemos es que lo aman mucho. Y que yo también creo mucho en vos. Chaito.
Verraco que se cansen subiendo la loma
Oblivion nos sentó, nos puso a caminar y explorar los rincones, virtudes y pecados de Medellín y Envigado. Un álbum donde el telón de fondo no es solo un cielo y un infierno en una ciudad sino en el propio ser; en los ojos, oídos y pensamientos. Una chica, quizá su pareja, que detiene ese descenso casi dantesco de violencia, desprecio, molestía, envidia y enojo para mostrarle que mirando para arriba casi siempre está el cielo, y no siempre será el mismo. Es entonces cuando Sebas se acuerda de abrazar a los panas, los amigos, del amor y pasión por el rap; y que todavía queda mucho por hacer.
Las montañas, la loma, esa falda o ladera, que rodea Medallo configura caminos, calles y callejones en los paisajes de los montes andinos. Y, Sebastían lo reivindica en todos sus shows. Ser de estas tierras lo acostumbra o lo enseña, como dicen en Colombia, a recorrer caminos que muchas veces preferimos evitar. Hacer música es tener la convicción de subir aquella ladera, mucho más empinada de lo usual. La mayoría sube la mitad y se queda ahí ya sea por cansancio o pereza. Por ello se debe tener berraquera, compromiso o convicción para subir hasta el final incluso si eso significa sacrificarse. Y ese enojo por la falta de convicción y exigencia no solo con los demás sino consigo mismo es regla en Oblivion.
Cuna de Juetes y Montañas
¿Y por qué estamos hablando de lomas y montañas? Oblivion le dedica la primera canción de su último EP “Monsieur” a su Montaña. Un EP lanzado el 21 de mayo del 2023, posterior a su único álbum, que viene cargado con un sonido renovado de la mano de un nuevo productor, Dóntia. ‘El Niño y el Perro’ se adhiere a los sonidos tradicionales del swing antillano, acompañando con una narración cruda de la historia del Niño que camina por el viaducto. Y con ‘JÉSUS’ da otro giro a un sonido gospel apacible. Añorando escuchar rocksteady, señalando los prejuicios de una Colombia mestiza, seguido de clamores pidiendo mantenerse alejado de malos parches y caminar con las liendras, sus amigos y su nena, su pareja.
En ‘STR8 SUE & SIDE’ y ‘monsieur’s cut’, ahonda en una armónica secuencia de introspecciones acerca de su modo de vida, el dinero, la suerte y las energías que lo rodean. ‘Levitando Lejos’ para evitar ser tragado por aquella idea de una industria y arte plagado de groupies, falsas amistades y egoísmo. Y, con ‘Looking Good’, Sebastián concluye el desarrollo de una idea presente en toda su obra: Ser o buscar ser la antítesis de los vicios y placeres arquetípicos de lo que él considera la idea del rapero. ¿Qué mejor manera de hacernos entender esto que con esta tremenda Barra, sí, Barra con B mayúscula:
Se creen cantantes por grabarse con seis bitches
Venden hasta la cría y dicen muerte a los snitches
Aunque en este mismo track, nos sentamos un rato en la terraza. Una chispa que nos pone a sudar justo después de bajarnos del sofocante bus pero relajados, parchados, al ritmo de samples de blues. Pero también podemos estar en lo más profundo, en lo hondo. Obli nos narra que está en el cielo pero que le preparen un ron para cuando aterrice. Concluyendo con una frase que resuena con aquel descenso ya anunciado: Si estás en lo hondo, toma tragos de un sorbo.
Sebastían solo sabe hablar en versos al micro
Sebas nos devela un amor profundo, apasionado por el Hip Hop. En todas sus canciones se encuentran infinidad de tributos y barras dedicadas a aquella musa. No es un culto arbitrario, sino que para Sebas El Rap no es solo un género, un estilo o un cúmulo de sonidos. Todo lo contrario, no es estático, no es un algo. El Rap, como sustantivo, puede sanar, acompañar, enseñar, brindar felicidad, tristeza, curar ansiedades y depresiones. Ha evolucionado, ha cambiado y seguirá haciéndolo. Por ello, el arte de este joven envigadeño está cargado de una ambición y esfuerzo apasionado por brindarle todo lo que sea posible de sí mismo a esa música, a ese ritmo, a ese modo de vida.
Oblivion se ha regado por todos los rincones de la vida. Posicionándose como un referente estético debido a su estilo que adopta aspectos del y2k, streetwear, grunge y gorpcore. Se ha hecho embajador de distintas marcas locales, su compromiso con éstas nace del sentimiento de reivindicar. Prestando y proponiendo su figura como un reflector y referente de personas cuyo trabajo se ha quedado relegado en un mercado que ha favorecido los productos, estéticas y sonidos extranjeros. Un propósito que trasciende, pero sigue en sintonía con aquello que es el Rap. Un movimiento no solo local, nacional, sino latinoamericano, de reconocimiento de sensibilidades propias, forjadas por las montañas, los pueblos, las ciudades y paisajes andinos, boricuas, mexicas, antillanos, dominicanos, haitianos, amazónicos… Latinoamericanos.
Pero es que de Sebas nunca me quedo sin nada de qué hablar. La promesa se ha tornado en realidad. Los periodistas, creadores de contenido y organizadores de eventos han entrado de lleno en este fenómeno naciente, una inmersión total en la propuesta del chosen one. Giras como Rap Te Bendiga han propiciado espacios que no han decepcionado, tanto en aforo como en show, y permiten disfrutar de su arte en vivo en varias ciudades a nivel nacional. Un muchacho que al final de su presentación se detiene en la salida mientras espera hasta que todos los que deseen tengan su fotografía y, si quieren, intercambiar algunas palabras. Espacios como “La Semana de La Juventud 2023” en Medellín demostraron que el coro que acompaña a Oblivion no son decenas, ni cientos. Ha poblado los oídos y bocas de miles.