Lou Booba es erudito y artista. Erudito por su profundo interés en explorar los rincones más heterogéneos de la cultura. Y artista porque nunca podría guardarse lo aprendido para él: necesita hacer de sus saberes una obra. Su primer disco “Drowsy Land” (2025) explora el terreno de los sueños desde un punto de vista casi sinestético. Es difícil delimitar qué suena y qué se ve: cada frase se desprende de una imagen con vida propia, aunque también podría decirse que esos paisajes nacieron para hacerse canción. Metáforas talladas con una obsesión quirúrgica se hilvanan a lo largo de quince tracks para hacer de esta pieza una experiencia que desafía los sentidos.
El proyecto no es solo consecuencia de una estudiosa experimentación de estilos de escritura. También es posible por la primera vez que Booba escuchó nombrar a MDE Click en una plaza, por las veces que MF DOOM lo acompañó de camino a la universidad y por haber hecho de un grupo de melómanos su familia, entre otros varios factores.
Esta junta melómana es la Genbu Nation, una de las agrupaciones más representativas de la escena salteña en lo que a rap respecta. A los miembros de la Genbu los une un entrañable espíritu colaborativo. Uno no debería sorprenderse al encontrar publicado un EP con participaciones de tres o más integrantes, o un disco montado íntegramente sobre instrumentales de los beatmakers del grupo (como es el caso de “Drowsy Land”). La abundancia de featurings intra-crew en el disco refleja un enorme orgullo colectivo. El mismo que se desprende naturalmente de las palabras de Lou Booba cuando recomienda el último mixtape de Shulian Moebius o cuando advierte sobre lo prometedor del próximo proyecto de Kotal Bangaz.
Nos reunimos durante su fugaz paso por Buenos Aires, donde vino a hospedarse por unos días para realizar videoclips de lanzamientos próximos. Antes de apretar REC intercambiamos miradas sobre la escena, opiniones sobre los lanzamientos recientes que escuchamos y algunas referencias cinematográficas. Él deja entrever una forma de vincularse con la música que es inseparable de su relación con el conocimiento. Empezamos a grabar y abordamos sus comienzos en el Hip Hop, su llegada a Salta y algunas de las influencias que lo impulsaron en el camino.

Fotografías por Santiago Galafassi.
¿Hace cuánto rapeás?
Hay dos momentos que son puntos de inflexión. Lo primero que conozco es la movida del freestyle. Si bien nací acá en Buenos Aires, me quedé hasta los doce años y me fui para Tartagal, un pueblo en Salta. Empecé a freestylear en mi pueblo en el año 2013. Arranqué escuchando muy poco rap. De hecho me gustaban las batallas de freestyle solo porque bardeaban. Volví a los diecinueve años a Buenos Aires a estudiar imagen y sonido y vi que acá la movida era completamente distinta. Yo ya venía arraigado a otra manera de competir, y desde ese momento me di cuenta de que había chabones que estaban más despiertos que yo ¡A años luz! La gente los miraba de costado pero ellos eran muy picantes. Son los que hoy en día están destacando en la movida, pero que en su momento estaban lejos de destacar. Eran como una «clase B». Esa gente a mí me voló mucho y aprendí de escuchar lo que escuchaban. El segundo punto de inflexión tiene que ver con cuando me vuelvo a Tartagal completamente derrotado por no haber podido terminar la carrera. Me sentía avasallado, odiaba la hora y media de ida y de vuelta. Y dije: ‘bueno, es momento de escuchar discos‘. Me puse a escuchar álbumes completos en cada viaje de hora y media durante ese último año y me enfermaron la cabeza.
¿Qué álbumes por ejemplo?
Escuchaba mucho MDE Click, Mic Aberración… las influencias de esta “clase B” que te nombraba. Había una cosa muy hermética de no pasarse la data. Nunca entendí muy bien por qué, pero también entiendo que era algo que se protegía, como diciendo: “esto es algo que me gusta mucho, no me gustaría que los ‘boluditos’ anden curtiendo la misma que yo”. A mí me atraía demasiado el state of mind de estos chabones y empecé a escuchar esos grupos por mi cuenta. Llegué a Mucho Muchacho, y del Mucho al Spanish Harlem de Estados Unidos. Big Pun… todo ese flash. De un momento a otro, con el algoritmo de YouTube ya completamente alterado, me empezó a salir MF DOOM. Eso fue un boom. Él fue el que me cambió la cabeza con “MM.. FOOD” (2004), ‘Rapp Snitch Knishes’ y las referencias a la comida. Lo tengo tatuado y todo [muestra el tatuaje]. No sabía que se podía ser tan histriónico, que se podía boludear en un tema, decir lo que se te cante.
Y esta parte del proceso ¿cuánto la viviste en Buenos Aires y cuánto en Salta?
En ese momento en el que me volví a Salta sintiéndome un fracasado, el rap pasó a formar una gran parte de mi cabeza. Me ayudó a no volverme loco. Uno se agarra de cualquier cosa para no pensar en negativo. Yo me metí a fondo en eso. Cuando empecé a escuchar la movida por detrás de MF DOOM y sus colaboradores, rescaté la idea de tener un beatmaker como mi Sancho Panza. Alguien que estuviera conmigo a la par. Es una buena manera de ver la música: yo no puedo rapear en 780 beats que no tengan nada que ver conmigo. O distintos beatmakers que no tengan nada que ver conmigo. En algún momento tenés que enganchar con uno que entienda tu flash. Y esa es mi búsqueda hasta el día de hoy. Si bien yo tengo mi grupo, cuando fui a Salta hice contacto con los pibes de la Genbu Nation.
¿Cómo diste con la Genbu Nation? ¿Con qué te encontraste?
Se empezó a gestar algo ahí gracias a Gastón Alejandro (f.k.a Teiro). Él dijo: “quiero formar un grupo de gente que esté en la misma que yo respecto a la música”. Y por suerte éramos varios: Curtter187, Kotal Bangaz, Seba, Gino, Shulian Moebius (que es de Salta capital), Jona, Choco y yo. Supimos encontrar un lugar que era un refugio de las vidas chotas de cada uno. Se formó una segunda familia. Al punto tal de que, habiendo vuelto a Tartagal, decidí irme a vivir con los pibes a Salta capital. Alquilamos una casa y la llamamos “Genbu House”. Ahí se empezaron a gestar un montón de proyectos, álbumes que hoy en día están en el canal de la Genbu. Vivíamos 24/7 pensando en cómo hacer de esto algo que quede para siempre en la historia. Un momento muy zarpado nuestro fue que un día hicimos un cypher en el estudio que teníamos en el segundo piso de la casa. Duró más o menos siete horas. Nosotros decimos que se formó un portal. De lo mareados que estábamos, empezábamos a decir cosas que después quedaron en nuestros temas.
Hasta ahora el recorrido es claro. Un curioso conoce a otros como él, se encuentra con nuevas fuentes de conocimiento y eso alimenta su propia curiosidad. Sin embargo, el trayecto no termina ahí. Desde ese aprendizaje erudito es que surge el diferencial del artista: resignificar todo lo aprendido y utilizarlo para forjar una voz propia. Lou Booba tuvo que subirse al tren de pensamiento de sus referentes para encontrar un andén que lo llevara a sus metas creativas. En la terminal lo esperaba un sueño que eventualmente se convertiría en obsesión, y esa obsesión en un disco.
-En mi segunda etapa en Salta empecé a profundizar en la poesía. Si bien lo mío era el rap, la versión más brusca de lo que decía era poesía de alguna forma. Todo tenía que ver con el intento de sacar belleza de lo cotidiano. Empecé a curtir poesía a nivel mundial y leer a la comunidad Yoruba, a Mara Pastor… Con Mara llegué a conectar, a tal punto de que me dejó poner frases de un poema suyo al final de una de mis canciones. Ella da talleres de subrayado, que es una forma de poesía en la que tenés que subrayar palabras que te lleven a una imagen. Este método tiene puntos en común con mi manera de hacer poesía, la imagista, que es el proceso contrario a hacer una pintura. En el caso de la pintura, uno no necesita que le describan lo que está viendo, porque la imagen lo explica por sí sola. Lo mío es justamente al revés: cuando yo describo una situación no te puedo mostrar una imagen; lo que haya escrito tiene que poder llevarte a esa imagen.
Claro, podría pasar que ni siquiera lo nombres y te lleve a eso igual.
Exacto. Utilizo algunas herramientas que fui desarrollando. Por ejemplo, al escribir un tema, dibujo primero las imágenes. Construyo una linealidad de unas ocho o nueve imágenes y las voy describiendo. A medida que veo que hay palabras que no remitan a lo que dibujé, las voy tachando hasta que solo queden las que representen la imagen. Si pudiera no rapear y poner solo las imágenes, te juro que lo haría [risas].
Pensar una canción de esa forma ya suena desafiante ¿Cómo se logra hacer un disco siguiendo esa misma lógica? ¿Sería una gran imagen?
El álbum tiene una lógica distinta. Voy variando las herramientas dependiendo de la clase de proyecto que vaya a encarar. “Drowsy Land” (2025) puntualmente es un proyecto que nació de la envidia que le tenía a los creadores de universos ficticios como el de “Harry Potter” o el de “El Señor de los Anillos”. Me acuerdo de que, cuando era chico, todos en el colegio queríamos vivir en el mundo de Harry Potter y me preguntaba cómo podía ser que no lo hubiera creado yo. Cuando sos vos quien crea, podes decidir las reglas de tu mundo, las limitaciones que tiene, los personajes. Entonces me dispuse a crear mi mundo. Para empezar, tenía que llevarlo a algo que tuviera que ver conmigo. Yo soy una persona que duerme mucho. Y me suele pasar que me despierto y recuerdo nítidamente lo que soñé. “Drowsy Land” nace a partir de una vez que soñé con una isla. De los detalles me acuerdo hasta el dia de hoy: había una pirámide, ríos de color rosa, un caballo blanco, una mujer vendada. De hecho, dio la casualidad de que justo Alkoy lanzó “Valle Chakal Ki” (2025) con un caballo blanco en la portada. Algo parecido pasó con el último disco de mi amiga Lowin, que en la portada tiene los ojos vendados. A partir de esas coincidencias pensé que ellos tenían que formar parte sí o sí. Todas las colaboraciones del álbum son con personas que yo pensé como “citadinos” de la isla. Viste que en el sueño uno va mezclando las cosas que se le pasan por la cabeza…
¿Y todas las imágenes que integran el disco salieron de sueños tuyos?
Muchas sí. En algunos casos pasa algo parecido a esos talleres de dibujo en los que ponen una fruta en el medio y cada uno desde su atril dibuja el ángulo que está viendo. Yo con las imágenes hago eso mismo: muchas veces, para encontrar inspiración, empiezo a mirarlas desde distintas perspectivas. Por ejemplo, en ‘Salomónico’, quería vincular la idea de mainstream con el esfuerzo que implica posicionarse y las estrategias que se suelen usar para eso. Me parecia dificilísimo hacer el paralelismo. Agarré un tablero de ajedrez, lo primero que asocié con la estrategia. Viéndolo desde diversos ángulos iba llegando a ideas: “desde abajo no se ven los peones”. Escribí esa frase. No me llenaba. “En diagonal el peón tapa a la torre”. Tampoco me cerraba. Le busqué mil formas, lo di vuelta 360 grados. Hasta que me di cuenta de que viéndolo desde arriba, cuando la partida ya iba avanzada y las piezas estaban distribuidas por todos lados, el tablero parecía un QR. De ahí salió una barra que finalmente quedó en el tema.
Más allá del plano de los sueños y las imágenes, hay algo de vos y de tus experiencias personales que se cuela en las canciones ¿Cómo conviven estas dos cuestiones en tu proceso de escritura?
Yo siempre estuve muy cómodo en el desorden. Aunque parezca que mis ideas son desordenadas, lo hago un poco con esa intención. En la misma canción podés encontrar cosas que vienen desde un lado personal y otras que vienen desde lo onírico. Esa mezcolanza me gusta. Es algo que mamé mucho de Quelle Chris. A partir de conocer a MF DOOM me encontré también con este enfermo y con Chris Keys, su beatmaker. Cuando escuché “Innocent Country 2” (2020) quedé loco con ese disco. Es una pieza fundamental en mi vida y un álbum que no puede pasar desapercibido. Creo que en una actualidad tan ligada a lo “estricto” en el rap, hacen falta también otros tintes. En ese sentido el tipo es tremendo. A mí me transmite imágenes con lo que rapea. Yo en su momento sentía la necesidad de seguir su camino, hasta que me di cuenta de que me estaba convirtiendo un poco en una versión lowcost de él. Así que para volver a encaminarme me aferré mucho a mi personalidad, a mi relación con los sueños, y creo que ese puede ser mi aporte para sumar un nuevo tinte acá en Argentina.
¿Ese diferencial lo ves desde el proceso creativo?
Sí, me gustaría impostar mi forma de ver la música y, más que nada, jugar. Jugar para mí es lo primero. Si no me es divertido, si no me orgasmeo antes de decir algo, no me llama. He tirado muchos proyectos a la basura porque no me llamaban la atención.
Me imagino que habrás tenido tus tachones y borroneos. Drowsy Land es lo único subido a tu canal de Youtube…
En realidad ese canal lo creé este año, y es nada más para hacer énfasis en que “Drowsy Land” es una isla alejada. Si yo lo subo al mismo lugar donde está todo el resto de mi música ¿Qué viaje estás emprendiendo? Soy un poco reacio a distribuir mi música en las plataformas comunes. Eventualmente me gustaría subir algo a Neuron, que es una plataforma donde antes subía animaciones. Estoy seguro que la habremos usado como mucho seis argentinos.
Lou Booba ya pasó la etapa de forjar su voz. Ahora tiene claro el valor agregado que desea aportar, y el lugar desde el cual puede llevarlo a cabo es la escena del rap salteño. Uno de sus principales compañeros de ruta, también salido del universo del freestyle, es Alkoy. Ambos son estudiosos de su arte. Ambos cuentan con lanzamientos recientes. Ambos son conscientes de la necesidad de sembrar la semilla artística en su provincia en paralelo al circuito competitivo. Y ambos rapean en ‘Gerónimooo’, uno de los tracks más destacados de “Drowsy Land”.
¿Cómo fue el proceso de Gerónimooo?
El sample es de una canción del Gato Barbieri, un jazzista rosarino increíble que, aunque me duela una barbaridad, no es tan conocido internacionalmente. Escuchar ese tema del Gato es toda una experiencia, y escribir encima de eso todavía más. El beat para nosotros era como Spirit el caballo indomable, pero nos propusimos montarlo y se logró. Fue divertidísimo escribir el tema.
Escuchándolo da la sensación de que estaban impulsándose el uno al otro a sacar su mejor material ¿Estaban juntos al momento de escribirlo?
Sí, yo en mi tortuga y él en su caballo [Risas]. Yo tenía la letra un poco avanzada y él ya había escrito algo, pero cuando llegó al estudio sentí que quiso vincularse a mi manera de escribir. Empezó a tirar algunas barras desde un ángulo parecido al que yo busco. Por ejemplo, en un momento del tema dice “alumbro la escena del crimen poniendo en contacto el auto”, que es algo totalmente gráfico. Pasa que el Alkoy es muy atento, sabe jugar con lo que sea que vos le pongas. Es un todoterreno.
Ya hablamos de Alkoy y de la Genbu ¿Cómo ves la escena salteña en general?
Yo fui uno de los últimos en llegar a Salta capital. Cuando llegué ya había una escena un poco más establecida y tenían vínculo entre sí. Desde que caí a mi primera compe ahí, me dio ganas de potenciar la escena salteña más allá del freestyle. Valoro la disciplina, pero cuando solo se trata de eso me hace un poco de ruido. Hagamos música, porque nos da el pecho para representar. No solo a nivel nacional sino internacional. Si le ponemos el corazón a lo que hacemos, tarde o temprano algo pasa.
Y para vos ¿Se podrían fusionar estas dos vertientes de alguna manera? ¿Te gustaría que unan fuerzas?
Quizás sea muy disruptivo, muy villanesco lo que voy a decir, pero mi apego a MF DOOM me lleva a ponerme un poco en este lugar: Para mí va a surgir una nueva etapa cuando se le deje de dar al freestyle la bola que se le viene dando. No digo que desaparezca, pero hoy en día siento que el foco está puesto un 80% en el freestyle y un 20% en la música. El día que sea al revés explotamos a nivel mundial ¡Si ya hay gente que está interesada! Imaginate si se invirtiera en eventos musicales lo que se invierte en eventos de freestyle ¿Cuántos enfermos raros y enfermas raras hay en este país que todavía no conocimos?
¿Cómo te gustaría que se vea el futuro del rap salteño?
Me gustaría que haya una conexión entre todo el noroeste argentino para traerlo un poco más hacia el centro del ambiente. Hoy en día hay un triángulo entre Buenos Aires, Rosario y Córdoba y creo que nosotros podemos traer propuestas sumamente interesantes a la mesa. Se puede dar una retroalimentación zarpada entre lo que hacemos allá y lo que está pasando acá.
Antes de empezar la entrevista me comentabas que para vos la golden era del rap argentino solo puede ser federal ¿Qué papel juega lo colaborativo en que eso suceda?
Es clave que seamos más amigueros entre todos. Es muy fácil ser gatekeeper y no girar la data. Creo que al fin y al cabo eso va a desaparecer, porque la competitividad tiene que servir para evolucionar como escena. Cuanto más fluya lo colectivo, mayor es la posibilidad de que el rap trascienda al rap en sí mismo y empiece a ocupar otros espacios. Que no te sorprenda de acá a un par de años ver a Mir Nicolás comiendo con Mirtha Legrand.
El mayor anhelo de Booba es ver crecer a la escena que lo vio crecer, y el aporte más genuino posible a esa causa es buscar una constante evolución. El rapero emprende hasta hoy un camino regido por la innovación, la implementación de recursos alternativos y la creación de mundos inmersivos. Como conclusión de nuestra charla, intercambiamos comentarios sobre la importancia de los discos, su contribución al imaginario colectivo y las diversas formas que puede tomar el viaje de la escucha. No nos despedimos sin antes asomarnos a lo que cranea como próximo proyecto.
¿Cómo te llevás con la etiqueta del “disco conceptual”? ¿Qué representa para vos hacer un disco con ese enfoque?
Yo lo veo como el desafío de construir una experiencia. Es un camino completamente inmersivo. Un poco al revés de lo que pasa con la chica de “La Llamada” que sale de la tele: mi objetivo es meter a quien escucha en la tele. Y además pasa algo muy loco, que es que el artista también sale cambiado. No sé si te pasa, pero viendo a los artistas en sus entrevistas post-disco te das cuenta de que son personas distintas a las que eran previo a publicar ese proyecto. En parte por lo transformador que es el proceso, pero también porque seguro están pensando en que próximo mundo van a crear. Lanzar un disco es una buena manera de cerrar una etapa.
¿Entonces Drowsy Land quedó en Drowsy Land? ¿Ya estás pensando en abrir otro universo?
Capaz vuelva a esa isla en algún momento. Ahora estoy metido en una distinta. Como te decía antes, no estoy conforme con publicar mi música en las plataformas tradicionales, así que para el próximo álbum voy a crear un juego en formato RPG. “Genbu Tower 2” consta de siete mapas en los que el personaje principal debe buscar partituras que le permitan desbloquear las canciones. La particularidad de este protagonista es que no sabe leer ni interpretar la música. Su forma de evolucionar a lo largo del juego es estudiarla, volverse un erudito. Una vez que atraviesa todos los mapas, al usuario se le da la opción de escuchar el álbum entero.
La ironía es sagaz. Un joven competidor de freestyle fue incentivado por sus referentes de plaza a indagar en algunos de los recovecos más apasionantes del catálogo musical. Hoy ese joven competidor es un artista y, como referente de su sonido en su provincia, se dispone a crear un proyecto que aliente a otros a interiorizarse tal como él lo hizo al comienzo. La música solo sabe cerrar ciclos manteniéndolos abiertos. El erudito se hace artista. El artista inspira a los futuros eruditos que se harán artistas. La rueda sigue girando.