Agarrado a la cumbre

En la cima muchos se tambalean. Su merecido vértigo aplaca hasta los más preparados y el desafío de llegar parece mínimo al lado del de mantenerse. Esa lucha hace a “Mal de Altura”, el séptimo álbum de N. Hardem, una crónica de las tormentas y los premios del podio del rap en español.

De los oasis cálidos en los que nos mantuvimos meditando durante tres años con “Verdor”, pasamos a situarnos en alturas que marean y despiertan instintos de supervivencia con un nuevo LP: “Mal de Altura”. El contraste entre ambas obras se siente a la primera escucha. Mientras que en “Verdor” N. Hardem presentaba un disco de corte narrativo, sensible, introspectivo y experimental; en “Mal de Altura” retoma un discurso parecido al de “Cine Negro”: barras cargadas de ego, competitividad y distancia. El rapero, que en uno de sus primeros temas se caracterizó a sí mismo como un ‘Perro de Ataque’, hoy nos ladra llevando a sus espaldas diez años de trayectoria que le permiten pararse desde las cumbres del rap hispano.

N. Hardem ocupa, cuanto menos, un lugar influyente dentro del panorama de la música colombiana. Cualquier persona que tenga una noción mínima del rap de acá sabe quién es Nelson Martínez. La escena ve en él a un referente al que prestar atención; sus palabras, acciones y propuestas son respetadas y reconocidas tanto por sus colegas como por el público en general. Desde el podio que le corresponde, también se ha matizado a sí mismo como un sujeto político que genera opinión en torno a la realidad de su país y las cuestiones relacionadas al Hip Hop. Hace no mucho, de la mano de la periodista musical Sofía Ariza, abrió una conversación acerca de la realidad del estado y visibilidad de las mujeres productoras y beatmakers dentro de la escena de Colombia. Su voz también se ha pronunciado para intervenir en torno al eterno debate entre los procesos orgánicos o industrializados, los mensajes y realidades que el rap debe visibilizar y el rol del/la artista en el proceso de transformación de la sociedad.

La obra de Hardem ha ido mostrando de forma puntual sus procesos personales: el EP “Lo Que Me Eleva (2017) reflexiona en retrospectiva sobre su infancia, su crianza, privilegios y opresiones; “Tambor 2 (2019) dialoga con la muerte y exterioriza el dolor de la pérdida; y “Verdor (2021) le dio espacio para respirar, conectar con sus raíces familiares y hablarle a su hija. Su camino fue una pendiente que hoy lo lleva a dar forma a “Mal de Altura”, proyecto en el que agarra con ansias la pluma y la consola para hablar acerca de cómo ha llegado hasta donde está, teniendo como banderas a su esfuerzo y ganas de continuar compitiendo.

Un proyecto que lleva por nombre “Mal de Altura” abre para nosotros, como latinoamericanos atravesados por cordilleras, un imaginario del malestar. Dentro de nuestras historias se narra la dificultad del ascenso, se destaca la hazaña de quienes lo logran o se lamenta el destino de aquellos expulsados por la montaña. Solemos ver a raperos que han competido durante toda su vida por llegar a la cima, pero que al alcanzarla son víctimas de ese “mareo” que les hace tambalear, tomar decisiones apresuradas y vomitar versos perdidos. ¿Qué puede hacer N. Hardem desde las alturas? Este disco nos da la respuesta. 

Desde su inicio “Mal de Altura” nos presenta una visión particular de Bogotá. En la primera parte retrata, tanto en lo que respecta a lo sonoro y lo lírico, su ciudad desde un lente bélico. A su vez, el rapero se da a la tarea de reapropiarse de la capital y exponerla como un lugar donde, a pesar de la lluvía, a pesar de las disputas y la altura, es posible crear.

Para acompañar el sonido de la obra que celebra sus diez años de trayectoría, el MC bogotano se acompañó de la marcada percusión de Hi-Kymon, el toque orquestal de Charles Haggard, el oído melómano y la curaduría de El Arkeólogo y las cadencias melódicas de Da Funkylooper. El protagonista en términos de producción es el propio Hardem, que logra crear atmósferas análogas de cuadrilátero, todas ellas sonorizadas con samples que recogen sonidos clásicos del Hip Hop (soul y boleros) y la electrónica a la par que dinamiza la percusión de sus instrumentales con la inclusión de congas, bongos, maracas, coros, entre otros colores. 

Si llegaramos a despejar a las barras de los tracks, la historia no sería muy distinta: por sí solo el sonido del álbum ya logra situar al escucha en un escenario amenazante. Los samples de ‘M.I.R.L.I.B.’ inauguran un aura de suspenso al crear el sonido de una sirena que rebota en las sienes; ‘CRISIS DE PAPEL’, de la mano de la cantante londinense SHANTÉH y los arpegios de un arpa, dan lugar a voces amenazantes que rondan la ciudad y ‘CÓRCEGA’ ostenta uno de los beats más intimidantes de la discografía del MC: una batería que da espacio para que cada sonido pueda vibrar, coros que parecen los de una catedral barroca y las constantes notas agudas y espaciadas del piano le dan a este track el poder de observarte desde las alturas. Y, para más suspenso, llega el toque exclusivo del Arkeólogo con ‘NÃO MORRI’ y un aura cinematográfica que se mueve líquida en los caños, puentes y túneles de la criminalidad bogotana. 

Hardem se apropia del conflicto y reivindica a la confrontación como uno de los principales fuegos que avivan al arte, y en especial al Hip Hop. Con este álbum nos encontramos a un MC que talla su lápiz a riendazos y se dedica a movilizar su ingenio, flow y experiencia para hacernos sentir, a punta de escalofríos, que hace tiempo habita otras latitudes. 

Encontrarse con una nueva entrega suya también es encontrarse una de las escrituras más llamativas e intrincadas en el mundo del rap hispano. Como siempre, las barras también son políticas: sus referentes son figuras influyentes de la cultura negra y de Medio Oriente. No es sino escuchar el primer boom bap del disco (M.I.R.L.I.B.) para encontrarse a un Nelsón que se sitúa a la par que El Manicongo (antigua figura que reinaba en lo que ahora es la República del Congo), al basquetbolista Kareem Abdul-Jabbar, al boxeador Muhammad Ali (ambos activistas) y a la cineasta iraní Marjane Satrapi (directora del film “Persépolis”). 

Entre los puntos centrales de la escritura de Hardem, en este álbum continúa representando al argot de su país como una de sus fuentes de inspiración. En ‘AWËKE’ entra a la chagra a recoger los alimentos necesarios para dar cuerpo a “Mal de Altura” y dejar una huella de la sazón de los distintos dialectos colombianos en las altas esferas del rap hispano. Hardem se va al sur para hablar de “chumas” en vez de borracheras, sube al centro del país y muestra su rechazo exhalando un “chanda” y se refiere a tener magia, espíritu o don, a la manera de un curandero, como “tener duende”. 

No hay día festivo en esta chagra
Metido en el sampler hasta que salga
Ya no sé de esos amigos perdidos en el chamber hasta que sangran
O hasta que ya no están más vivos y que chanda

AWËKE

Dentro de las consideraciones de Nelsón está la de hacer de su música una experiencia sonora intrigante y en momentos compleja, y para eso aprovecha juegos sonoros muy específicos del mcing. Encuentra la manera para versar yendo y viniendo entre el español e inglés. En ‘SIEMPRE ESCAMPA’’, con una frescura propia de su talento, suelta “Yo que no distingo entre pasto y yesca / Who’s got the props, abuela who’s got the / The clock’s tickin’ in contra, sigue y sigue non stop / Entre ziggy y ziggy compa”. En ‘FLY GAMUZA’ recurre a su ingenio y el baúl de referencias personales y nos confunde diciendo “Club de esquina como Racionais o Milton / Atlético mi ñero final de penales deme el quinto / Patético dinero pídale metales al bitcoin / Soy el Servicio Nacional de Aprendizaje y Ayrton”. Juan Antonio Carulla, de El Enemigo, ilustra muy bien lo que se siente toparse con este tipo de barras al escuchar al bogotano, que en este caso fusiona alusiones a la música brasileña, un wordplay con slang para el Clube Atlético Mineiro, al S.E.N.A. (Servicio Nacional de Aprendizaje, institución educativa colombiana) y al piloto de fórmula 1 Ayrton Senna. Parte de escuchar a Hardem es saber que te vas a sorprender por su fluidez y capacidad de versar bajo distintos conceptos, idiomas y estilos, pero también tener la seguridad de que en alguna que otra canción deberás repetir el tema entero para poder siquiera tener alguna idea de la referencia que usó. 

Otro de los recursos que se remarcan en “Mal de Altura” es la forma en la que Hardem es consciente de su respiración y logra articularla a su rapeo para enfatizar su mensaje. El rapero, intenciona su registro de manera fonética para reforzar la conflictividad y la competencia. La manera en la que toma aliento y lo sostiene, con todo el peso que cada verso merece, para después explotarlo en barras destaca de manera especial. Por nombrar un ejemplo, al momento en que la escritura se centra en torno a la p, en ‘LUFTHANSA’: “Con la misma que te dicen paz, victoria, venganza / Te hacen un agujero en la panza / Llamame doble Nelsón, punta de lanza (corto) / Cortopunzante en la transa”.

Toda esta serie de recursos son los ases que Hardem ha sabido barajar y reforzar con cada una de sus entregas. Tanto su escritura como su sonido han sido producto de confiar en el proceso y en los propios tiempos del mismo. El recorrido y experiencia del que se ha hecho acreedor le permitieron aprender las mañas del rap, rodearse de la crema del género a nivel global y sostener una propuesta propositiva. Gracias a ello, en su séptimo álbum puede rodearse de figuras de la talla de SD Kong, Nicolas Craven, L’Xuasman y El Arkeólogo, dejando así, una vez más, al Hip Hop colombiano en alto. Así lo manifiesta en ‘INTERNACIONAL WELTER’: “No es el trofeo es el alivio, es que hay detrás / Si el equilibrio corcovea y lo que se bolea pa’ conseguirlo / Son torneos de fogueo no copeo jogo feo / Esquivar esquirlos, cuando coronemos nos vidrios”. 

Y’all cant step up, sobre este piso jabonoso
On repeat como How & Nosm, en el pico de mi side hustle
Más que dadivoso Dive Dibosso, y juego a largo plazo
Como el daño del aerosol

CÓRCEGA 

Hardem también agrega a la narrativa de su camino las dificultades que ha atravesado. No ignora que hablar de una carrera también es hablar de recursos y que parte de lo que determina la vida de un artista es su posición frente al dinero. En ‘CRISIS DE PAPEL’, apoyado por la voz de SHANTÉ, Nelson da una respuesta clara: “What does it profit a man to gain the world and lose his soul?/ Chasing paper like we won’t see ages of old / We say the road is narrow and it’s long / But that’s the road we chose”.

Todo este camino también le ha servido para irse blindando a sí mismo, a reafirmarse como Nelsón Martínez Sanchez a la par que lo hace como N. Hardem, reivindicando de esta forma su carácter introspectivo, atento y silencioso, a la vez que desde sus barras encara la figura de un MC listo para el contacto. Todo esto lo asume cuando dice: “no soy inseguro, soy equidistante”, dejando de lado cualquier esquirla del síndrome del impostor. En este álbum reconoce y alarga las distancias que lo separan de los demás y sigue dando una propuesta propositiva que estira los parámetros del Hip Hop hispano, avivando así el fuego de la competitividad dentro de la escena. A pesar de hablar desde una posición compleja y difícil de sostener, Hardem también crea momentos para respirar y asumir con alegría, comedia e ironía estar situado a 2.650 metros sobre el nivel del mar. En ‘AIR’, el ombligo del disco, se da un espacio para darse sus flores y gozar. Todo este statement de serenidad recuerdan a cuando en ‘Zaire 74’ (tema de su anterior long play) deseaba la calma de la consagración: “Brisas oceánicas, hornear sin prisa la cerámica / Aseolearnos en la península balcánica / Que las cuentas sean matemática elemental / Llegar vivos al documental”. En ‘AIR’ se ve cercano, al menos, a la brisa, y eso ya es una victoria que celebrar. 

La materialización de la conflictividad del disco se encuentra en ‘LUFTHANSA’, un tema en el que hay que detenerse. Esta pieza de plomo te hace sentir escalofríos hasta el punto de llegar a preguntarte sobre tu posición frente a lo que escuchas. Hardem relata fragmentos de la compleja relación con su ex pareja, centrándose en esos episodios de una intimidad doliente y fragmentada que a día de hoy continúa latiendo. Por un lado tenemos a un MC que arranca trozos de lo que fue una vida compartida para señalar y acusar a su ex, que no tiene nada que ver con el mundo del rap (es decir, que no es aplicable ninguna lógica del beef); y, por otro lado, el involucramiento de la figura de su hija en medio de una canción que toca temas como el abuso de drogas y aristas de los conflictos que vivieron su padre y madre. Son aplaudidos aquellos artistas que muestran fragmentos de su vida privada, esas puestas en escena son, de alguna forma, requeridas para darle validez conceptual y vivencial al trabajo de cineastas, pintores, músicos, entre otros; pero no está para nada de más preguntarnos sobre sus repercusiones. Hablar del arte despojándolo de nociones que lo minimizan como simple entretenimiento, nos llama a tener en consideración los efectos que puede tener en la vida de las personas que directamente se ven aludidas en sus manifestaciones. ‘LUFTHANSA’ retrata una situación muy compleja y debe escucharse desde distintas percepciones. Cuestiones relacionadas al género y la infancia no pueden escapar a la reflexividad que acompaña el acto de escuchar música. Aun así, no deja de ser importante que Nelson se exponga de esta manera, con todo lo que ello implica, para dejarnos conocer una parte difícil de su vida y su perspectiva de los hechos.

Toparse con este nivel de exposición tan hiriente proveniente del rapero que en su anterior obra sanaba consigo mismo es un hecho, cuanto menos, impactante. Es aquí donde la conflictividad del disco arranca a ser algo más que Hip Hop y empieza a incendiar los páramos que rodean las alturas desde las que se para el artista. “Verdor” creó un nuevo tipo de vara con la que medir al mundo del rap hispano y, consecuentemente, a su propio creador. Tampoco se trata de encasillar al autor en un tipo de producción, pero a nivel temático y narrativo, su anterior longplay hablaba desde la sensibilidad y el cuidado y estos distintos tipos de tactos se ven contrariados en este nuevo álbum. 

Con todas estas cuestiones encima, Hardem acentúa con creces que no baja la guardia y que tampoco tiene la intención de hacerlo. Es más, viendo su carrera en retrospectiva, se puede afirmar que nunca ha colgado el mic. Siempre supo rodearse de la élite del rap colombiano y siempre escribió a pulso sus barras. Plantearse en competir bajo los parámetros que propone es una locura, realmente pocas figuras podrían pensarse dar esa pelea. Eso lo sabe él, nosotros, todo el mundo. Por eso mismo es curioso toparnos con este álbum donde Hardem no paró de lanzar ganchos en ningún momento: 37 minutos y 18 segundos de puro rap de competencia. 

Sí Hardem quería intimidar a la escena del rap hispano, lo logró con creces, pero precisamente el ruido que rodea a la obra nace de dicha intención. Nunca necesitó medirse contra nadie, su talento es la respuesta a cualquier disputa. No hay un registro (al menos para el público) de una riña real con algún personaje de la escena, pero él es enfático en buscar el roce. Todos tienen en consideración a N. Hardem, todo rapero sensato lo respeta, entonces surge la pregunta – ¿Contra quién o frente a qué está peleando? -. El rap es un deporte de contacto y nunca dejará de serlo, pero dedicar gran parte de un álbum a flexear es algo que cuesta comprender. La obra aborda distintas narrativas, pero el principio que las rige es el de la conflictividad. No termina de encajar que Hardem siga recogiéndose en un discurso que para un artista de su calibre se torna redundante, tanto por lo demostrativa que es su discografía, en lo que refiere a hablar de su talento y capacidades, como por los caminos que ha abierto gracias a explorar su sensibilidad. Y este no es un criterio aplicable para cada uno de los y las MC del mundo, hay momentos en las trayectorias de cada artista en los que es necesario agarrarse de las barras para mostrar sus skills, pero este no es ni cerca el caso del bogotano. 

El número siete se relaciona con los siete chakras, los siete pecados capitales, los siete mandamientos. También se conecta con la sabiduría personal, la confianza en la voz interior y la intuición. En este, en términos formales, su séptimo disco, N. Hardem reúne todos sus preceptos y principios que como artista le permiten alzar un statement en el rap colombiano. Muestra los dientes y asegura estar en uno de los picos de su carrera: defiende su escritura como una de las más estructuradas y políticamente intencionadas dentro del rap, recrea bajo su visión urbana a la ciudad de Bogotá y da voz a la competencia del Hip Hop desde su propia experiencia. Todas las bases están sólidas para que pueda despegar y emprender un viaje que desde sus alturas le permita explorar la tierra o divagar entre los vaivenes del conflicto. “MAL DE ALTURA” es uno de esos anillos de oro que el MC llevará en sus manos para demostrar las chispas cegadoras de su talento. El tiempo nos dirá si veremos a Nelsón Martinez aún adornado de oro ensangrentado o si su cuerpo se verá iluminado por los matices que puede brindarnos rodeandose de zafiros, esmeraldas, rubíes o cuarzos. Hardem tiene en sus manos un caleidoscopio que hoy apunta para arriba, pero sabemos que solo con un giro puede llenarnos de colores nunca antes experimentados por la vista humana.  

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