Amor en tiempos de seppuku

Sin antifaz ni guantes Geordie Greep lleva un escandaloso record de crímenes del norte al sur del globo terráqueo. Apropiación cultural en más lenguas que David Byrne, secuestro de la mayor entidad rockera de la década y una descarada lista de improperios sugestivos al sexo opuesto. Es un sinvergüenza de los que dicen que ya no quedan. Traigan confeti para acompañar las esquirlas de su Nuevo Sonido.

Entre saludos y festejos, notas comienzan a llenar el aire: el nuevo grupo prepara sus instrumentos para un rito a punto de ser descubierto. Geordie Greep, líder de los convocados, encoge los hombros y toma el micrófono: «Wonderful, wonderful day«, antes de atravesar con su propia lanza de Longino el costado del aún cálido cadáver de Black Midi.

Hay que entender por qué lo hace. Black Midi fueron 7 años de abundancia en los que grandes relatos de angustia, pecado e intransigencia tomaron lugar en un mundo distópico que amenazaba con igualar la decadencia del nuestro. El canon más aceptado por sus fanáticos es un tríptico similar al del Bosco: “Schlagenheim”, la ruidosa y cáustica expulsión del paraíso, dio paso al descenso progresivo y asimétrico de “Cavalcade”, el valle de las sombras, que guió al pútrido y devastado foso, “Hellfire”. Una divina discografía.

La (casi) silenciosa separación no fue una sorpresa para los atentos. La ambición de Geordie habría de esbozar en un día libre en Brasil lo que sería ese nuevo ensamble, interpretando canciones inéditas una tras otra, con una destreza y dinamismo que no tenían nada que envidiar a la de antiguos compañeros. Así fue como la promesa de un debut vino acompañada de un trozo llamado ‘Holy, Holy’.

Las primeras arremetidas fueron una entrada triunfal a una pista de baile ajena a cualquier propuesta anterior. Un disco+mambo+jazz fusión con una percusión pulsante e hilos de guitarras y vientos metal en una pieza que jugaba con cierto concepto de ‘latinidad’. No era casualidad que su protagonista fuese un turista sexual que se jacta de tener renombre internacional, a base de un machismo que no tarda en derretirse en la calurosa pared de sonido que se va formando hacia el final de la canción.

Lanzada durante los rumores que vinieron después de la separación, tuvo todo el foco que se merecía y un poco más. Las alabanzas, que escondían grandes expectativas detrás suyo, vinieron acompañadas junto a las acusaciones de pastiche y mal gusto. El imaginario adjunto daba también de que hablar: El hombre que Toshio Saeki muestra siendo asesinado por su amante a mitad de un beso es la clase de dolor placentero que puede alimentar una vida de autoindulgencia.

Blues puso el mantel sobre el ataúd. Golpes veloces a los que persiguen los demás instrumentos forman el cimiento sobre el cual Greep nos invita a tomar asiento. El “You’re all grown up” inicial es un aviso a un hombre cuya sólida labia y libido no le salvarán de la putrefacción y el olvido. Su nombre no está más lejos de su forma musical, pero da un indicio de hacia dónde irá la trama que seguirán los siguientes capítulos: ser hombre y ser miserable es algo muy importante para Geordie Greep.

Esto no es algo nuevo. Al contrario, revisitar Black Midi es reencontrarse con historias de incapacidad, rencor, impotencia, frustración, mórbida idealización y confrontación fallida. John Fifty, Impotent Mark, Sun Sugar, Freddie Frost y Tristan Bongo (del cuál se proclama esta como su temporada), así como el narrador de «Schlagenheim» y otros nunca nombrados, terminan redirigiendo, ya sea por decisión suya o no, la violencia en contra de sí.

Lumps’, que comenzó a ser interpretada aún dentro del grupo y encontramos en este récord bajo el nombre ‘Walk Up’, ejemplifica perfectamente ese fatalismo impresionista que caracteriza las letras de Greep, anhelando lo perfecto pero negándose a intentarlo, donde la realidad es moldeada constantemente por fantasías perniciosas y circulares. La violenta subida se ve interrumpida por caricaturas que le cantan a la resignación y la soledad, porque es la que los hace sentir cómodos. No culpo a nadie a quien le parezca fastidioso: esta performance masculina se basa en fingir que el brazalete que se lleva puesto es un grillete.

Walk up to failure
Walk up to regret 
[…]
The marks of the old country’s stars
The old cliche exploitation blues
Walk Up

Pero aquí, otra clase de sombras aparecen al mover el reflector. La visión de Geordie en crear “horribles canciones de amor” se cumple a la perfección: las canciones se rellenan con declaraciones de poderío y capacidad, pero se revelan como confesiones de un patético crimen de obsesión. Si nuestro protagonista es consciente de sus acciones, es doblemente reincidente en ellas. Cariño, sexo, aprecio, placer, sacrificio: caen todas en un desagradable revoltijo en el que se basan las súplicas y reclamos de un varón que te dice más de lo que quieres escuchar.

Las decisiones estilísticas agregan color al boceto. El interés hacia el folclore bailable latinoamericano (en su máximo esplendor el caribeño en ‘Terra’ y el brasileño en ‘Bongo Season’) es una premisa por la cual muchas reinvenciones se han hecho a lo largo de la historia de la música angloparlante. Sin embargo, la historia que se nos cuenta encaja a la perfección con varios paradigmas aún existentes dentro de estas expresiones culturales. El aparente escapismo que ofrecen estos ritmos movidos en realidad son un cepo que atrapa más capas para una obra que ya trae un trasfondo digno de analizar.

Estas aventuras son dispuestas con gran afán, explayándose una tras otra sin intención de disolverse en la siguiente. No se queda con las ganas de decir algo y elabora imágenes que van desde lo sorprendentemente encantador de ‘Through a War’ hasta las largas enumeraciones de perversiones contemporáneas de ‘As If Waltz’. No se trata de una comedia romántica sexista y anticuada, sino de una novelesca sátira de un solo hombre donde el alcohol es más que combustible y Nabokov es vestido en un traje de lentejuelas para diversión de cualquiera presente.

Motocicletas de último modelo, dudoso narcisismo, complejos de Gismonti, Lavoe y Sinatra: ¿qué hay después de que se disipa el humo? Hay mucho amor por la música, por supuesto. Ese día libre en Brasil infundió un nuevo aliento de vida en un joven que se dio cuenta que, estando en la cima, aún tiene mucho para dar. Y también hay algo desconocido; dolor escondido de aquellos que guían el paso de los escritores. Lo grotesco de esta decapitación es sólamente una parte de un cuadro en el que las hierbas descansan apacibles en la tierra. No son las influencias de tantas décadas, ni el atrevimiento a ser igual de imprudente que los que vinieron antes de él: es la determinación de hacer algo por sí mismo la que hace a este un sonido nuevo.

Like the Magician who disappears from no one
He speaks until his lies become sound

[…]
He speaks until his voice becomes sand
He disappears after a while

The Magician

Te puede interesar