En las entrañas de Argentina hay un gen turbio que es indescifrable e ineludible. En microdosis envenena literatura, cine, música. Está ahí, en Mariana Enríquez, Cortázar, Luis Ortega y en el tango reo. Está vivo también en la siniestra atípica de Julieta Laso y el gotán desfigurado de su disco “Cabeza Negra”.
El mejunje hede como ningún otro por sus habitantes: una voz que juzga, cuatro bandoneones carnívoros, una caja norteña de testigo y circunstancialmente un bombo (legüero) de guerra. Un disco que carga con la densidad porteña aún mudado a Salta. Retumba en su tórax la idea de “negro cabeza”, la marginalidad, la sangresucia, el Riachuelo, los otros.
La crueldad no es evidente, pero es intocable. Ninguna luz alcanza. “Tango” no cuaja. Así sería el arte gótico si hubiese nacido en Sudamérica. Lucrecia Martel, pareja de Julieta y cineasta incomparable, lo definió como una súplica, “liturgia de escuchar canciones de protesta, como si fueran de amor”.
Quiero arder
Pregón
Quiero arder
En el espejo de tu alma me quiero ver
Las canciones elegidas para interpretar son deep cuts del siglo XX hechos por Violeta Parra, Fito Páez, Horacio Guarany, Alfredo Zitarrosa, o brutales encajes del siglo XXI por Luciana Mocchi, Leandro Angeli, Tape Rubín y la misma Laso. Sin repetir autor encontraron piezas del Conosur que laten en la misma frecuencia y en sus versiones se siente cómo resollan.
Con un ensamble extraño y una obsesión con todo eso que eso a lo que no se mira pero vive, transpira y relincha, Julieta Laso acabó con un destacado cuasi-tanguero de las grandes obras musicales del 2022.
Recomendación Extra: “Aquí y Ahora” (2018)
De la Orquesta Típica Fernández Fierro con Julieta como cantante es un disco más amable para el oído primerizo y también super atrapante en su puesta.