Estrellas Caníbales: Décimas Apocalípticas

Siguiendo la tradición antropófaga de “A| Tetralogía de Bichos y Setas”, Phuyu y la Fantasma continuó en una cruzada por revalorizar otra tradición con “B| Décimas de Phuyu y la Fantasma”, pero cuando el fin del mundo es la prédica de un pasado fatal, ¿cómo nos imaginamos el futuro?.

Las tradiciones de un sector son la representación de la riqueza más recóndita por hallar en un territorio y la producción artística de sus gestores inevitablemente se ve teñida por un deseo de mostrar, en su desnudez, aquello significativo en esa construcción social. Phuyu y la Fantasma, conscientes de su rol en este engranaje, han tomado esto como una oportunidad para crear un espacio que reconoce y dialoga con las tradiciones. Una pausa llena de reflexiones que en la vorágine moderna alienta al oyente extranjero a sumergirse en una radiografía personal de Chile y al compatriota, a mirar, entre otras muchas cosas, la línea artística que le precede. 

La banda y su discografía hasta este momento ha profundizado en las tradiciones del territorio chileno, tal como cubrimos en la reseña «Estrellas Caníbales: Colectividad y Mutualismo«, porque existe una urgencia de revitalizarlas y conectar nuevamente con ellas. Buscando ahondar nuevamente en esta duología de discos, encontramos en “B| Décimas de Phuyu y la Fantasma” una nueva exploración de las tradiciones del territorio, en este caso las décimas y ahora el desarrollo central de la tesis antropófoga presente en la duología de discos, antes dirigido por una fusión experimental de la cueca, se reemplaza por un enfoque narrativo mediante décimas.

Esta forma de composición poética, al igual que otras prácticas asociadas al idioma, traza su historia de vuelta a España, pero es gracias al proceso de folclorización que experimenta en Latinoamérica que la terminaría por encontrar una nueva vida dentro de nuestro territorio y convertirse en un elemento poético importante en nuestra cultura. En “La Antropófagia nos Une” la idea de reivindicar formas artísticas mediante un sincretismo cultural es la base con la que opera la banda y la idea de antropófagia se ve reforzada cuando entendemos históricamente este proceso de folclorización.

El canto a lo poeta, término local que traza su origen a fines del siglo XVI en Chile y que agrupa a las décimas dentro de su abanico de prácticas poéticas, es la figura primordial para entender el desarrollo de este fenómeno arraigado en la zona central del país. Las décimas tomaron dos vertientes temáticas con las cuales se les clasifica hasta el día de hoy, agrupando en el canto a lo divino aquellas expresiones asociadas a lo sagrado, mientras que el canto a lo humano agrupa motivos más bien cotidianos, abarcando de esta forma la amplia gama de vivencias encontradas en la vida campesina. En ese sincretismo hallamos la representación de la raíz local que se transformaría luego en un elemento de interés para los artistas de movimientos más contemporáneos. Phuyu y la Fantasma, entendiendo las posibilidades creativas y la significancia de esta forma poética para el territorio, lo elige para embarcarse nuevamente en un desafío artístico que ahora enfoca su esfuerzo en la narración de un escenario (no tan) fantástico. 

1. Lo Humano y lo Divino en Amukay

En un quiebre con las tensiones y disonancias de las primeras tres secciones (o pies) en “A| Tetralogía de Bichos y Setas”, la última sección del primer disco, titulada “IV| MUTUALISMO COEVOLUTIVO”, nos deja en un espacio jovial en lo que a sonido y contenido refiere. Por eso sorprende el cambio que nos da la bienvenida en “B| Décimas de Phuyu y la Fantasma”

Una sola canción de casi 31 minutos que tuvo que ser dividida en siete producto de las limitaciones de los servicios de distribución musical, es en sí un logro artístico en medio de un ambiente cada vez más hostil con composiciones que superan los tres minutos. La banda, en un esfuerzo por continuar con su legado autoral, desafía los acuerdos implícitos de una industria siempre cambiante con el objetivo de ser consecuentes con su visión artística.

En un viraje radical, esta apertura se desmarca de aquella intimidad amorosa con la que cierra el último disco. Ahora reina un silencio que se arrastra en el fondo y un viento que le brinda cierta dimensión física a las emociones contenidas en la próxima frase melódica. Con maestría estos elementos advierten los temas incorporados en las décimas; en cierta medida, la música nos ambienta para que podamos aprender sobre las repercusiones de una catástrofe pasada.

Donde antes era pasto,
tierra fértil y tranquila,
el concreto la mutila
y la asfixia con asfalto.
Ahora desde lo alto
se ve el océano negro
fundiéndose con el cielo,
y toda la historia humana
por éste ha sido ahogada,
con su progreso y acero
I| preludio que narra los estragos que produjo el deshielo

La narración asume como un hecho lo que se advertía entre líneas durante el primer disco. Ahora sólo nos queda observar un paraje inerte; una visión de mundo que termina por comprometerse con la fatalidad en una paleta de sonidos que destaca por su cercanía al folclore local. Sin embargo, persiste el afán de la banda a no sólo limitarse a imaginar una desgracia, sino que, por sobre todo, plantea un posible escenario futuro, aunque sea este uno post-apocalíptico. 

Con el mismo carácter letárgico, la guitarra toma luego el ritmo y marca el paso de una pauta armónica que llena de curiosidad nos relata sobre el pueblo en una cordillera de los Andes que sirve de refugio para Phuyu, la niña protagonista de este relato. Apoyándose en los elementos que caracterizan a la niñez, Phuyu es un lienzo idóneo para relatar esta historia donde nuestra modernidad post-industrial sirve sólo como una referencia al pie de página en un libro de historia.

Otro elemento que resalta en el relato, es el quincho (o asador para quienes estén familiarizados con su término neutro) como un espacio comunitario y el charango de quirquincho, instrumento vetado a raíz de su manufacturación, realizada desde el cuerpo de un armadillo de la región. Se describe este objeto como una suerte de vestigio de un orden anterior al nuestro y es apropiado que sea este el instrumento por el cual la protagonista se ve completamente absorta, ya que alberga en él lo tácito de la metáfora en décimas y lo literal de su espectral existencia. Un elemento que ciertamente terminará por subrayar el escenario surreal que lograremos escuchar en los siguientes versos.

Esto es lo que conforma la carátula a manos de noctan1000000. Un pacífico que oscuro cubre la planicie terrestre de lo que fue un país, el armadillo que poseído mueve su cola-traste con un clavijero en la punta y dos manos: una que en el lado izquierdo recibe con sus rollizos dedos de infante el instrumento y unas manos adultas que se lo entregan en el derecho. 

Pese a que el disco se compone de una canción que luego tuvo que ser rotulada con las separaciones y nombres publicados, no quita que en sí esta obra haya estado desde un comienzo conformada por diferentes espacios musicales, provistos cada uno de ellos de un léxico propio a lo largo de su media hora de duración. Similares a los movimientos que encontramos en composiciones orquestales, esta obra se concibe mediante distintos momentos musicales que resaltan la narración en décimas. Es así cuando llegamos a los once minutos tenemos a un charango que acompañado de una voz femenina y un piano, interpreta el metarrelato ‘La Cantora’.  

la cantora está triste
se percibe en su canto
porque se ha visto obligada
a mudarse a lo alto

en un camión de guerra
dejaba su hogar
su guitarra y su tierra
contra el fusil militar

y su tierra, sí sí
ya desolada
mientras arriba el sol
seca las ganas

que mueren junto al suelo
y a los hielos
III| cuando Phuyu entona «la Cantora»

Sobre el panorama etéreo plasmado por la reproducción sintética de un coro femenino, la voz principal, con una técnica similar a la de una niña, nos guía a través de este breve relato. En un desplazamiento forzado, aprendemos de la canción que interpreta Phuyu sobre este personaje que cuenta su historia y dolencias.

En este pequeño paréntesis musical se cierra temáticamente una primera parte, que refleja de manera somera la simpleza de una vida campesina. Tonalmente distinto, y ya con miras al clímax musical de la obra, escuchamos como la guitarra agudiza su filo eléctrico y el piano acentúa con su presencia notas que remiten nuestra memoria sonora al folclor y en ese baile sincrético donde se relata la proyección espectral de una entidad y la amistad que desarrolla con la protagonista. Permanece como niebla la pena de la cantora. 

Súbitamente el peso acumulado de la obra en este momento adquiere fuerza propia y arrastra en los pasajes musicales siguientes cambios bruscos en la armonía, generando un grado de electricidad palpable que se sostiene gracias a Oscar en la batería en uno de los puntos más álgidos de la obra. Movimiento, forma y silencio, conviven en esta sección en sus ya 19 minutos de duración. Dentro de este momento de sinergia los elementos naturalmente cesan de correr y situarnos en un espacio de distorsión melódica. Nuevamente el silencio reina entre elementos que quedan en suspensión y la composición, una vez más jugando con nuestras expectativas, ofrece una guitarra eléctrica al desnudo que junto a la voz arrulladora de Rodrigo y sus décimas, enfatiza una vista clara hacia el avasallador pacífico. 

De la mano de la espectral cantora y de Phuyu, se observa bajo el manto ártico las perlas bajo el agua. Un destilado mágico que comprime en cada una de estas joyas submarinas un momento en la historia humana que entrega más información sobre esta enigmática cantora: 

Y vió el soviet de Ruijin,
vió la cerca del Kuomintang,
vió la Marcha hacia Yan’an
y el abandonado liuqin.
La cantora era Yu-Lin,
la novicia comunista
que dejó su vida artista
y su encordada pera
pa’ huir de la frontera
del cerco nacionalista
VI| sobre lo que vió Phuyu en el océano de perlas mágicas

Yu-Lin es la fantasmal cantora, compañera de Phuyu y otro lienzo que ocupa el álbum. Personaje ficticio que recorre sucesos reales en la historia China y que funciona como ejemplo de contraste y similitud entre las vivencias de la protagonista pobladora y por extensión las de la raza humana. El terror y la inocencia conviven por un segundo en los ojos de la niña, quien atónita se ve expuesta al horror humano en una de las tantas fracciones de momentos o perlas que se vislumbran durmiendo en el pacífico. Ahora la composición, funcionando como un soporte sonoro en el relato, acentúa la respuesta emocional de la protagonista en el fragor de su situación y en el centro, divaga apesadumbrada la pregunta central en estas décimas.

2. ¿Esta tormenta oculta algún fundamento?

Las restricciones métricas de las décimas no parecen ser impedimento al momento de relatar esta historia fantástica, es más, parecieran amplificar su resonancia por la agilidad con la que fueron escritas. Frente a esta síntesis escuchamos minutos después el leitmotiv que une esta obra con la primera. Nos remite este a los interludios del primer disco de esta duología y el carácter hasta ahora ansioso de la obra cambia una vez más en una dirección opuesta.

La martirización de la inocencia en el retrato de una protagonista postrada, meses después de la desaparición de la cantora en este relato, es la base con la que se construye un acompañamiento musical cansado de la vuelta existencial. De esa vida que en algún grado refleja la nuestra y una a la que Phuyu se vio expuesta en la retrospección. Rodrigo ahora cavilante, relata con un dejo de hastío en representación quizás del estado anímico de la protagonista, la preocupación de una madre.

Los instrumentos se van uniendo de a poco mientras avanza el relato. El piano, el bajo y una segunda guitarra que da soporte armónico cooperan de manera progresiva a darle mayor claridad al pequeño fraseo melódico de una primera guitarra que tímida planta una semilla de esperanza. De momento, sólo rige lo contrario en el corazón de la niña hasta que poseída ahora sólo por una resolución interna, decide volver al instrumento a tratar nuevamente con el ritual en el que desarrolló destreza.

Phuyu, sobrecogida por la claridad al final de este proceso introspectivo, logra encajar las piezas de su puzzle existencial y ante los vítores de su comunidad luego de su excepcional interpretación sobre lo humano y lo divino, se le es revelada la perla preciosa de un nuevo saber:

La incisiva pregunta
se forma como un espiral
porque no hay nada de causal
en el caos que te acuna
No existe cura alguna
más que autoconvencerse
de su valor diariamente
con ayuda de los otros»
creyó oír desde el fondo
del charango, vagamente
VII| que cuenta el devenir de Phuyu y su aceptación de la pregunta fundamental

Ahora las cuerdas bailan alegres en su distorsión final. Arremeten como olas contra la orilla y contesta la bruma marina con la respuesta absoluta de este nuevo saber. Desaparecen luego los instrumentos en cadencias descendentes y se apagan eléctricos dibujando ruidos cada vez menos inteligibles, retrocediendo junto con las olas hacia un pacífico que guarda esta historia y la nuestra dentro su larga y ancha superficie.  

3. El Pacifico Albergará Nuestros Huesos

En medio de noticias sobre el desplazamiento étnico y la deshumanización, el corazón de una persona empática seguramente ha sido similar al de Phuyu. El terror del olor nuclear que acecha por las noches el cielo y el desamparo de Yu-lin huyendo del Kuomintang comparte la urgencia de quienes decidieron permanecer con sus ojos y oídos abiertos. En cada una de las voces descorazonadas que encarnan la indolencia se arraiga profunda la misma pregunta que plantea este disco y en menor escala también esta interrogante está presente en el epé “El Pacifico Albergará Nuestros Huesos” (2023) de la misma banda.

Es incisiva, cruel y desmoralizadora por partes iguales y no guarda espacio para la vida. Hurta y come desaforada los momentos que tenemos sobre esta planicie, dejándonos en ocasiones pasmados frente a su propia vorágine. En uno de mis momentos favoritos del epé, la canción ‘la vida que, y no hay certeza’ habla cansada de este frenesí y la inevitabilidad de la muerte con la frase que da título a aquella obra.

Esto ha sido un punto de gran ponderación en las temáticas presentes del catálogo de Phuyu y la Fantasma y si bien en algún grado se responde aquella duda que trata de responderse con una resolución personal con la cual afrontar la vida con ‘vale la pena, intentar’, no nos logra proyectar una confianza absoluta en la determinación que esboza ya que la misma duda reencarna al cierre de la obra.

Es por esto que es tan efectiva la conclusión a la que llega “A| Tetralogía de Bichos y Setas” en ‘liquén’. La idea de seguir intentándolo constantemente se ve ahora complementada con la posibilidad de crear voluntariamente vínculos con otros seres mientras afrontamos aquello adverso. Se hace cargo de la vulnerabilidad propia y toma un paso hacia encontrar en otros, una comunidad y esto se refuerza en la narración de “B| Décimas de Phuyu y la Fantasma”.

Aquí, el argumento que Phuyu y la Fantasma ha logrado desarrollar en estas últimas obras se manifiesta con una resolución renovada, gracias a este nuevo saber que el disco relata, habría aparecido como un susurro desde el instrumento musical. Es especialmente significativo porque en esta duología Rodrigo asume colaborativamente los desafíos de un proyecto de tal envergadura.

En el sentido de pertenencia con nuestras tradiciones es donde remite también nuestro sentido de comunidad. Fuera de la adulteración del carácter que sufren a manos de un patriotismo esporádico, rescatamos su valor artístico que sirve como un vehículo para formar vínculos. Con esto en consideración, la antropófagia de Oswald de Andrade es una herramienta vital en la batalla por destrabar el anacronismo pueril con el que las tratamos y darles así una nueva vida. Por lo mismo, las décimas funcionan como ejemplo estelar de aquel linaje, ya que existe algo en ellas que quizás nos sirva para encontrar un punto de unión entre personas de diferentes culturas y líneas limítrofes. Fuera de nuestros diferentes acentos, manierismos y demases, una manera de entender en un otro a miles de kilómetros de distancia, comunidad.

Entre los discursos inflamatorios de quienes se han propuesto sembrar inequidad y una sociedad cada vez más apática que sufre del ritmo de la avaricia, el individualismo surge casi como una respuesta inmune y con la disolución de redes comunitarias, acecha con mayor rapidez la prédica calamitosa que da comienzo a este disco. Estás décimas apocalípticas nos proponen imaginar un futuro a pesar de lo precario del hoy. Nos invita a actuar en concordancia con nuestra propia supervivencia y generar lazos, reconstruyendo el camino hacia un posible mejor futuro. Todos estos elementos conjugados forman la presentación completa de la duología “La Antropofagia nos Une y ciertamente hace justicia el mensaje a su nombre. 

«Contra la memoria fuente de la costumbre, la experiencia personal renovada»
-Oswald de Andrade.

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