Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está presto, mas la carne débil. Manténganse despiertos y oren, para que no caigan en tentación. Ustedes tienen buena voluntad, pero son débiles
San Mateo 26:41
Candelabro y San Mateo no son lo mismo, pero ambos pudieron haber escrito un versículo similar para “Deseo, Carne y Voluntad”, el más reciente álbum de la banda chilena, en el que la religiosidad y las incertidumbres se configuran como elementos clave de la juventud actual.
En 2023, Candelabro ya había generado revuelo entre la escena independiente chilena con su disco debut “Ahora o Nunca”, que se caracterizó por sus propuestas frescas a través de sonidos experimentales ligados al indie rock y letras adolescentes e incluso juguetonas, que mostraban la vulnerabilidad de ser joven en el mundo de hoy. En “Deseo, Carne y Voluntad”, esa fragilidad generacional continúa, pero se explora desde una vereda más madura y desoladora.
El trabajo discográfico inicia con ‘Las Copas’, un instrumental que samplea el poema ‘La Bandera de Chile’, de la poeta y ensayista chilena Elvira Hernández.
La Bandera de Chile con el ojo que tiene
agrandado como estrella
cíclope ateo
de arriba a abajo mirando el filo de los cambios
teme le cambien el nombre La Bandera de Chile
La Bandera de Chile, Elvira Hernández
Esta primera canción sirve como un manifiesto de principios respecto al viaje religioso e identitario que significa “Deseo, Carne y Voluntad”. Desde los paisajes sonoros post-rock conformados por el saxo y las cuerdas, que parecen venir desde las vísceras de los mismos integrantes de Candelabro, además de las líricas que retratan los conflictos identitarios de vivir en un país tan lleno de contradicciones como Chile, una tierra marcada por paradojas en torno a la culpa, la vergüenza, la falta de oportunidades y el desamparo, sentimientos que llegan a solo a un parte de la población. Un lugar donde es normal escuchar por los altavoces del metro que alguien se lanzó a las vías, saber que un político robó, que la inseguridad crece, que la pobreza no acaba, que la vida se encarece y que existan candidatos presidenciales en contra de los derechos de la mujer. Este álbum, a pesar de exponer esas heridas de Chile, también se configura como una carta de aceptación y confrontación, proponiendo con letras e instrumentales que evocan rabia, catarsis, inocencia o fe, que se pueden encontrar ciertas luces en las atrocidades políticas y sociales de la actualidad.
Los samples de poetas chilenos se repiten a lo largo de gran parte del disco; se escuchan extractos de obras de escritores como Vicente Huidobro, Armando Uribe o Gabriela Mistral. Esta herramienta reafirma una de las principales virtudes de este álbum, y de Candelabro en sí: a pesar de las notorias influencias de un mundo musical tan distante a Latinoamérica, tanto en su geografía como en su cultura, de bandas de la Windmill scene como Black Country, New Road, o incluso de los cimientos del indie rock como el álbum “Funeral” de Arcade Fire o el “Jesus, Etc.” de Wilco, construyen una identidad propia que se aleja de cualquier eurocentrismo musical y refleja, en sus líricas e instrumentales, las raíces y la cotidianidad de los chilenos, especialmente de la generación Z, desde los ritos familiares heredados hasta los traumas religiosos, la culpa y la desolación juvenil.
En ese contexto, esta nueva gran camada de rock chileno, con agrupaciones como Hesse Kassel, Asia Menor, Estoy Bien y Candelabro, se puede ver como una extensión latinoamericana de la Windmill Scene, o del rock post brexit como lo denominan algunos. Representada por bandas como Black Midi, Squid, Yard Act, The Last Dinner Party o los ya mencionados Black Country, New Road, quienes incluso se podrían definir como la piedra angular de este movimiento con su álbum “Ants From Up There” del 2022, una bandera de la angustia joven y de la sensación de insignificancia ante una existencia abrumadora, afectos que se entrelazan con el sentir de la generación Z en Chile. Es inevitable ligar este álbum con el más reciente trabajo de Candelabro, no obstante, “Deseo, Carne y Voluntad” logra consolidarse como un referente en su propia tierra y nos hace pensar que no es necesario venerar a deidades del post-rock ajenas a nuestra geografía teniendo las nuestras acá.
Las influencias musicales de “Deseo, Carne y Voluntad” no son solo anglosajonas, pues el predominio del saxo y la experimentación de las guitarras y bajo recuerdan al folk progresivo de la icónica banda chilena Congreso, quienes incluso han sido citados por Candelabro como una gran inspiración. Volviendo a los samples, es imposible no recordar uno de los discos principales del underground chileno de la década de los 80: “Viva Chile” de Electrodomésticos, de hecho, la misma frase es insertada en ‘Domingo de Ramos’. Si bien musicalmente es muy diferente al trabajo de Candelabro, jugó con la misma herramienta y se convirtió en un emblema de la incertidumbre de los jóvenes de la época “¿El futuro de Chile dónde está?”, se pregunta una famosa vidente chilena en la canción que abre el disco de Electrodomésticos. “Deseo, Carne y Voluntad”, a pesar de los distintos contextos de la producción, muestra que el panorama continúa siendo similar y las dudas sobre el futuro no se han ido a ninguna parte.
Trepar por encima de las rejas
Es necesario repartir este dolor
Desalambrar
Sentir las voces
Domingo de Ramos
La vulnerabilidad es un estado emocional constante en el álbum, la crudeza de las voces y los arreglos melancólicos tiñen el disco de una atmósfera inocente que se mezcla con los pomposos instrumentales propios del post-rock actual. Algo así cómo la forma en la que percibíamos a Dios cuando éramos pequeños: una figura imponente, omnipresente, que a pesar de lo grande que era, significaba solo bondad y pureza. En ‘Ángel’, Matías Ávila reza el Ángel de la guarda, despertando un lado infantil que también exploraron en el disco anterior, sin embargo, esta vez se presenta desde un ámbito más frágil, desde aquel “temor de Dios” que tanto nos inculcaron cuando niños en la mayoría de los colegios y familias latinoamericanas.
Se siente como si el hablante de gran parte de “Deseo, Carne y Voluntad” fuera ese niño asustado que busca respuestas mirando al cielo, inquietud que representa a la juventud de hoy. Y es que la generación Z comete el error de todas las anteriores al percibirse mejor que las generaciones pasadas. Pero, una mayor independencia, una vida más acomodada y un mejor dominio tecnológico que el de nuestros padres no significan nada. Seguimos siendo igual de frágiles que cuando éramos niños y buscamos que nuestro ángel de la guarda no nos deje solos ante un mundo que se está cayendo a pedazos. Por eso, encontrar respuestas en esa divinidad heredada por la tradición religiosa es todavía más difícil.
El trauma religioso llega a una catarsis en ‘Pecado’. El tema es una crónica sobre Estación Central, una de las comunas con mayor densidad poblacional y pobreza en Santiago de Chile. “Dios está perdido en una calle de Estación Central”, expresan en una melodía electrizante que mezcla elementos del ska, el rock alternativo y el rock progresivo, generando un caos sonoro exquisito, junto a los cambios melódicos, los gritos desgarrados y los fragmentos de noticieros. Su escucha solo se puede comparar a la confusa experiencia de ser joven en este lado del mapa. Políticos corruptos, inmobiliarias que deshumanizan a los habitantes de sus edificios, gente en situación de calle y la doble moral de un sector que se persigna en público, pero hace y deshace en la intimidad, ¿Cómo encontrar respuestas divinas en un mundo así?
‘Cáliz’ comienza a cerrar el viaje de introspección. “Yo vivo en el reino de Dios”, expresan sampleando al biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana, casi definiendo lo que significa el disco.
Soy yo quien pregunta
Soy yo quien responde esta vez
Cáliz
El desenlace se dibuja como una experiencia colectiva con ‘José’, donde hacen partícipe al público de sus conciertos, definiendo el disco como un verdadero portavoz de la juventud chilena.
“Deseo, Carne y Voluntad” no busca solucionar las dudas de una generación que debe enfrentarse a un exitismo abrumador, a las crisis sociales, al avance del fascismo y a una humanidad cada vez más individualista -bueno, este no es un análisis sociológico- hay más preguntas que respuestas, y eso es lo mejor del álbum. Frente a un algoritmo que nos determina nuestros gustos y creencias, Candelabro decide por sí mismos trazar un camino propio que puede estar permeado o no por lo divino. Quizá el niño asustado que busca respuestas finalmente no las encuentre, pero por lo menos sabe que realizar esas preguntas es una elección completamente suya.