Crear sin presiones: los beats se perciben y las rimas llegan cuando hay algo que decir. Rapear sin apuro, siguiendo el compás, reiterando el mensaje: ir lento hacia el objetivo, que el camino -aunque extenso, inclemente y desgastante- también sirve de alimento. Volver a producir los ritmos para jugar: sentir lo genuino que nos sobrevive a lo obligado. Esas parecen ser algunas de las premisas del productor Bishop One y el rapero Aq, que unieron los 115 kilómetros que distancian Concordia de Colón para lanzar “Zihuatanejo”, un oasis de sonidos que exaltan el disfrute pero también la incomodidad de encontrarse con uno mismo.
“La gente sin fe me perturba”: la frase lanzada por Aq convoca a la acción a grito crudo contra la cárcel generacional, que nos tiene preparada una vida armada de convenciones y una maratón incansable para juntar siempre -poco- dinero. La transparencia de las barras conviven con el último trabajo de Bishop One, que continúa consolidando la identidad de “R.E.O.” (2021, con Sáez’93) y “Kind of Blue” (2024, junto a Rap Gotti), pero borra las fronteras sonoras para pasearnos por los distintos climas que marcan los diez tracks de su último álbum. Así se puede recorrer indistintamente una plaza litoraleña o un sótano del hampa, en donde los personajes tendrán un mismo objetivo: encontrar su propio “Zihuatanejo”.
En la definición de colaboradores, el álbum construye más que gestos. Las apariciones de Valentin Franko, Tek The Preach y Nachotheplug llenan de contrastes la representación de la escena rapera de Entre Ríos, con voces tan diferentes como concordantes en la acidez de su mirada de lo que nos pasa. “Somos de los pocos que quedan”, lanza el último de ellos en el anteúltimo track, sintetizando una energía que atraviesa la producción, en donde repercute la traba de ser independiente por fuera de la capital de su propia provincia.
El lamento, sin embargo, no es el tono principal: hay lucha, hay orgullo y hay interés en desmitificar esa foto de localidad/campo, que asemeja aspirar las “s” con la inocencia. Los treinta minutos del tracklist reproducen los códigos de las calles -las mismas de siempre, menos transitadas pero igual de nocturnas-, con sus drogas y sus berretines, pero también con su viveza y su espíritu de desplante y de arrogancia, aptitudes determinantes para seguir dando pasos y mostrar que el lunfardo provinciano no necesita elegancia y mucho menos impostación para tener altura.
Una primera búsqueda de “Zihuatanejo” muestra fotos de una playa paradisíaca del caribe mexicano, como posible vía de escape para las voces que se samplean, coincidiendo con la temática que hilvana las diez canciones del álbum. “La paz sigue lejos pero está más cerca”, canta Aq, que vuelve a conjugar la fluidez que mostró en ‘Just vibe’ (junto a Hoku en 2024) para bucear con soltura en distintos tempos, con la provocación de su trayectoria como freestyler para dejar desafíos que reboten en el oyente: “Cuando no hay salida, ¿qué te motiva?”. Más que una respuesta, su encuentro creativo con Bishop One se nos aparece como un mapa en el que los caminos se multiplican para alcanzar la sensación de plenitud, que reemplaza al parámetro de éxito. La fórmula no es menor: el anhelo de serenidad corre al del exceso.
Como un “estado mental” que reconoce que el espíritu “es más pesado que el cuerpo”, el camino del álbum tiene como destino la serenidad mental, principal variable para poder construir un futuro. ¿El pasado? Solo presente para mostrarnos todo lo que pasó en el camino, abriendo la pregunta de cuánta vida existe en la desmemoria. Con frases de otros raperos como mantra o escenas de película que nos empujan para iniciar el viaje, Bishop One consolida una estética que reconoce la excepcionalidad de lo cotidiano y deja marcas del trabajo que conlleva sostener cualquier sueño.
Al escuchar el disco, se repite mucho el concepto de Zihuatanejo como “un estado mental”. ¿En qué estado mental pensaban cuando armaron el disco con Aq?
Más que todo se construyó a partir de que el Aq se había quedado con una película que habla justamente sobre el ideal de un lugar a donde quieren escapar los presos. Y yo le dije de construir un trasfondo en el que Zihuatanejo sea un lugar físico pero que también sea como la realización para cada uno. Eso para cada persona es totalmente distinto: para algunos es económicamente, para otro es la familia… creo que Zihuatanejo como estado mental es el camino hacia la realización de cada uno.
También aparece con mucha recurrencia el dinero, en una ambivalencia de que nunca es suficiente pero sin él no se puede. ¿Discutieron mucho acerca de eso? Ahí también hay mucho de realización subjetiva.
Total. El tema de Zihuatanejo es “no quiero necesitar esto”. Literalmente es eso: “Lo odio, pero realmente lo necesito”, más que nada para el plano de lo que es la vida adulta. Nos agarró el paso de la adolescencia a la adultez de aceptar que, desgraciadamente a partir de ahora, vamos a necesitar esto para cualquier cosa que quiera ser, o en la mayoría de las cosas. Entonces hay como un amor/odio en el dinero. Más también con la parte rapera de relacionarse con el dinero, del bling-bling y todo eso que es parte de la cultura. Era como: “Puta madre, esta música me creó una necesidad”. También está el sistema en cierto punto orillándonos a una necesidad que uno en el fondo no necesita, pero que todos los días cuando salís a la calle te das cuenta que necesitás.
En tus beats se nota eso, que pasás por muchos estados: más oscuros, cuando está toda la parte de necesitar plata para poder cumplir los sueños; y al mismo tiempo hay un clima más de juego, y ahí aparece lo adolescente que persiste, de juntarse con un amigo y rimar.
Desde la parte musical creo que justamente yo cumplo esa parte más desligada, porque lo mío es más creativo, no tanto de la parte de la escritura. Yo lo que traté de hacer en Zihuatanejo es como ponerle una banda sonora a una película, acompañar musicalmente las imágenes visuales que el Aq crea. Necesitaba cierto tipo de ambiente para cada canción, porque ya estaba definido lo que buscábamos, entonces lo único que traté es transmitir las emociones correctas en cada canción.
Pregunta obligada. ¿Qué vino antes? ¿Los beats o las letras?
Un 50-50. Hay letras que ya estaban encaradas; había beats que yo ya tenía y beats que ya se hicieron a propósito para Zihuatanejo, como la de “Jackson y Travolta”, si no estoy mal. Yo le dije: “Amigo, este es”. Y él me dijo: “No hay duda”. Creo que se lo pasé y a la media hora me mandó la letra.
En R.E.O. o en Kind of Blue hay un clima más oscuro. ¿Necesitabas Zihuatanejo para salirte de ahí?
La verdad que sí. Cuando hicimos el disco, le decía al Aq: “Amigo, estos son los beats que nadie me rapea”. Siento que, capaz por los tiempos que corren y los sonidos que hay en tendencia, el rap se ha virado a ritmos más sucios, más opresivos, más oscuros, más ambiente de calle y de noche. Zihuatanejo creo que es un daiquiri en la playa, es totalmente distinto. Yo, agradecido justamente con el Aq por tener esta oportunidad para poder crear estos ritmos que traen otros colores.
Pensaba en el daiquiri en la playa y hay una publicidad en el comienzo del álbum. Son esos samples que vos usás mucho. ¿Qué encontrás de irreemplazable en esas cosas cotidianas o en ese material bien noventoso?
Soy bastante fanático del cine y yo siempre trato de transmitir un sonido bastante cinematográfico. Creo que muchas veces Marlon, Lil Supa’, habla sobre eso, de la cinematografía en la música. A mí me gusta el cine pero no el fantástico, sino las cosas pegadas a la tierra. Cosas reales y cotidianas. Es parte de mi sonido.
Creo que me gusta transmitir cosas que tienen ese porcentaje mínimo de fantasía que te sacan de acá, pero te hacen sentir que no estás tan lejos. El sonido es como un acompañamiento: los discos siempre están hechos para que la gente suba al colectivo, camine y pueda salir, pero con los pies de la tierra.
Entre los samples, hay una escena de una película que dice que Zihuatanejo “no tiene memoria, es donde quiero pasar el resto del tiempo de mi vida”. Ahí aparece una idea de un futuro sin pasado, ¿hay algo de eso en el álbum?
La mayoría de los clips los eligió el Aq para terminar de cerrar el concepto y creo que todo eso va con pensar a Zihuatanejo como la realización para cada uno. Siento que para llegar a sentirse realizado se tiene que dejar algo atrás. Es como un futuro sin memoria en donde puede haber un sacrificio. Bueno, nosotros somos del interior, soñamos con hacer música y desgraciadamente en el interior no hay mucha salida, entonces muchos se tienen que mover a la capital, dejando a su familia, sus amigos y su vida en general. Entonces es más difícil llegar a esa realización y creo que se necesita un sacrificio, o incluso dejarse a uno mismo atrás para llegar a eso.
Venías de muchos proyectos de colaborar en dos o tres tracks de cada álbum, y ahora hacés un proyecto completo con alguien que es tu amigo. ¿Cómo transitaste personalmente llevar adelante un proyecto íntegro después de tanta dinámica de colaboración?
Fue súper natural porque nos conocemos hace tantos años con el Aq que eso se dio no más. Es como que vimos el momento. Por más que nos una la música, con mis amigos personales no nos sentamos a hablar y decimos: “Che, tenemos que hacer música”. En este caso se dio totalmente natural y en un lapso corto de tiempo. Hicimos todos los beats, todas las canciones y ya hubo que ponerlo. Nos divertimos y nos preocupamos más por hacer canciones que nos gusten que por quemarnos con presiones y cosas raras.
Me dijiste esto de lo que cuesta hacer música desde las provincias y yo veo que estás, al igual que muchos productores, activando para tratar de vender beats. ¿Cómo es ese escenario y cómo se trabaja desde Entre Ríos para hacer música y lograr que se escuche y circule?
Si yo tuviera otra opción monetaria a través de la música de conseguir alguna recaudación que no sea vendiendo beats obviamente la haría, porque siento que le quita una parte a la conexión de lo que es crear música. Pero hoy en día es mi trabajo y un poco lo hago obligado y otro poco también para darle salida a esos beats, porque sino se me acumulan en la PC: hago un total de entre 20 y 30 beats al día. Tal vez en un punto yo estoy ayudando a alguien, porque varios me dicen: “Che hermano, yo te escuché en tal disco que me re gusta y me encantaría tener un ritmo tuyo”. Por más que yo no esté a favor de la venta de los beats, la gente me transmite que le encantaría rapear con un beat mío y eso también es loco. Siendo del interior, obviamente, no estoy muy familiarizado con la idea de que la gente me reconozca y me pida un beat, así que es un flash.
En el álbum no aparece la idea de hacer rap de Entre Ríos, sino rap litoraleño. ¿Qué tiene de específico hacer rap del litoral?
Siento que en un punto estamos en el medio de la nada, pero en otro punto en todas nuestras ciudades hay una vibra muy callejera y a la hora de rapear eso se transmite. Siempre le digo a los gurises, cuando estamos en Concordia o en Colón, que hay una vibra que se siente: corren las calles, corren las drogas, corren problemas económicos. Eso tiene que salir por algún lado. Aq justamente quiere, en cierto punto, salir de todo eso, pero el resto de raperos cercanos a nosotros hablan de salir de esta opresión de estar en el medio de la nada. No es que estamos en el campo, sino que estamos en un ambiente medio oscuro y callejero, pero distinto. Eso es lo que se siente acá, esa cosa es el litoral.