Sumergirse en lo profundo del streaming en tiempos post Covid a veces puede parecer un ejercicio difícil, cuando no, agotador. El indie del Cono Sur y, particularmente, el de Chile, ha brindado a nuestros oídos algunos de los mejores ejemplos de música brillante, viva e inspiradora. Sin embargo, navegar por estas aguas digitales sin la guía correcta, puede conducirnos a un desierto de homogeneidad, lleno de propuestas presentistas y con poco sentido de urgencia. Aunque siempre hay momento para la suerte y, apretando los botones correctos, podemos caer en un proyecto vitalizador que destaca por sobre el resto de su generación, espacio geográfico y que nos hace preguntar ¿Dónde puedo ver a esta banda? ¿Por qué nadie me la ha presentado? ¿Por qué nadie más la está escuchando? Esto ocurre al toparse con Daniela Gatica y el Fruto del Ruido.
Voz, rostro, corazón y cerebro, Daniela Gatica, oriunda de la comuna de La Florida de Santiago (una comuna canónica de la clase media chilena), asumió un camino errante desde pequeña, que comenzó en su ciudad natal y la llevó al puerto de Valparaíso, compartiendo con artistas de distintos estilos y edades en plazas, bares, conservatorios y manifestaciones políticas. De regreso en Santiago convocó a los músicos que formarían su banda, El Fruto del Ruido, compuesta por antiguos amigos y conocidos cuyo epicentro de encuentro fue el Colegio Artístico Salvador de la cordillerana comuna.
Al escuchar sus primeros singles o EPs y compararlos con los estrenos que el grupo ha publicado últimamente en Spotify, el cambio de estilo desde un folk de cadencia chamber hacia un rock mucho más directo y oscuro es evidente. Al ver a la banda en vivo -experiencia sumamente explosiva, por cierto-, la asimilación del nuevo sonido se agudiza. Por eso el anuncio de la primera colección de canciones originales lanzadas luego de la consolidación del grupo causó expectativa en sus seguidores, pues urgía tener al alcance estas piezas un tanto más estridentes y enérgicas. Y no se trata de que las obras que hicieron en sus inicios carecieran de pasión y personalidad. Al contrario, poseen una belleza a medio andar entre lo inocente y lo rebelde. Pero el aperitivo de rock lisérgico que significó el single ‘Pirómano de la Flor de Cactus’, abrió el apetito por algo más en la misma línea.
Así es como la banda preparó por meses el EP “El Fruto del Ruido Plays Daniela Gatica con Invitaciones Especiales”, de nombre extenso, pero que avanza a gran velocidad por pasajes estéticos diversos, que pueden ser emotivos y rudos, recordar lo dionisiaco de Violeta Parra y la estridencia de Jack White. “Creo que el tránsito se dio por cómo se armó la banda. Yo igual traía algunas influencias del rock, como de estas cantautoras quizás más alternativas, pero mucho más folclórico, más de raíz. Pablo Milo [guitarrista] tenía más arraigado el rock y confié en lo que él y la banda me podían enseñar”, cuenta Daniela. Aun así, en tiempos en que el rock cruza pruebas morales que no siempre logra sortear y se han levantado voces críticas por algunos imaginarios anacrónicos, como el machismo, reducir la historia de este género musical al canon del glam rock es una aberración conceptual e injusticia histórica. Daniela reflexiona sobre esto “veo el machismo en las prácticas y en cómo se manifiesta en mi vida y en mi quehacer cotidiano y musical. Siempre me llamaron la atención las mujeres que hacían música donde podían gritar o decir cosas que estaban relegadas a otras voces, incluso me pasó de muy chica, que hacía canciones un poco más experimentales y hablaba de algunas temáticas que fueron súper cuestionadas entonces. Cuando chica veía al rock como algo súper masculino, locos curados que hablan de minas, después se fue expandiendo y empecé a escuchar más cosas, Rage Against The Machine, Mars Volta, las rockeras como Patti Smith. El rock más trascendental tiene que ver con cuestionar cosas”.
Un EP de rock que explora sonidos intrínsecamente chilenos, que recuerdan desde baluartes de la música fusión y experimental como Fulano y Congreso, a ejercicios contemporáneos como el de Pascuala Ilabaca y Fauna. Sonidos que se complementan con las influencias lisérgicas de sus integrantes (Cream, Jimi Hendrix, Radiohead) y las capas que aportan los y las invitadas, como Chini.png, Doctor Pez, Martina Lluvias, Mora Lucay y Koala Contreras de Cómo Asesinar a Felipes. “Teníamos una lista de personas que nos tincaba que podían funcionar sus timbres, sus maneras de interpretar y de cantar para cada canción. En el estudio algunas personas interpretaron partes y otras compusieron algunas cosas, fue muy interesante, fue súper ecléctica la selección”, comenta.
Los bronces, tu voz y la guitarra aportan con timbres muy diversos, a medio andar entre lo gipsy, lo folk y la energía del punk, grunge, rock clásico y algo lisérgico también ¿De dónde viene todo eso?
Eso nos hace tener una estampa muy reconocible y de alguna manera original, es algo que también puede cautivar a oídos muy distintos, que nos ha pasado cuando tocamos en la calle, por ejemplo, que le gusta a niñas o personas adultas. Está ese espacio para hacer música muy suave y música muy estridente a la vez, incluso en una misma canción. El solo, el ruido, ha sido también un lenguaje que se complementa súper bien con mi voz o con incluso algunas letras. Todo eso permite manifestar cosas que a veces de otra manera no se podría. También creo que el rock puede ser sutil, puede ser suave y lindo en ese sentido. Me gusta esa versatilidad.
En la evolución de la banda, algunas canciones como ‘Cómo Mancha el Té’ suenan de una manera en streaming y en vivo tienen una estética completamente diferente ¿Piensan regrabar esas canciones más acordes a su nuevo sonido?
Las canciones más antiguas siempre las tocamos. De hecho, para nuestro próximo show en el GAM estamos reversionando en modo Fruto del Ruido algunas canciones de un EP que saqué en pandemia que se llama “Sentada Cantando Debajo del Agua”. Creo que para un próximo disco igual vamos a incluir algunas versiones que hacemos ahora y como han ido evolucionando, pero también nos pasa eso que era algo que teníamos pendiente lo que hacemos ahora tiene una sonoridad más clara y más definida, se siente como un poquito más maduro todo.
Las letras de este EP son antiguas, pero se ven frescas, como tus últimas canciones. Abordan temáticas muy diversas ¿De dónde viene esa inspiración?
En mis letras muchas cosas conviven, el tema surreal con lo personal. Hablo harto de las personas y qué cosas nos pasan y qué cosas nos mueven y cómo nos relacionamos. Hubo un tiempo que me costaba mucho comunicarme con claridad, entonces la canción era algo muy importante para mí. ‘Chepica’ habla mucho de eso. La canción ‘Cosas’, que no viene en este EP, es una canción súper redondita a nivel lírico, se me ocurrió cuando estaba mirando por la ventana a una familia vecina en que había mucha violencia.
Te hemos visto participando en una serie de iniciativas independientes. ¿Cómo observas la escena indie chilena y latinoamericana?
Me gusta mucho el ecosistema que se genera. Se habla mucho de que en Chile no existe una industria musical o que está solamente en el mainstream. Por eso se ignoran otras esferas y que existe un sistema que funciona igual, de manera orgánica, con personas que trabajan muy empobrecidas en una industria incipiente. Hace poco estamos trabajando con el Sello Trigal y les admiro profundamente, porque tienen una visión muy integradora de todo. No sé cómo será en el resto de Latinoamérica, no he viajado y conozco tantas personas de otros países, pero en Chile encuentro que la escena independiente, aunque haya gente muy valiosa, igual está como triste en algún aspecto, porque está muy empobrecido todo. Por eso es bonito ver cómo algunos proyectos logran crecer. Lo que sí creo que es muy bacán, es que las personas se están reuniendo en torno a preguntas y con un ojo siempre puesto en lo valórico y eso es bonito, porque yo siento que el arte tiene que estar relacionado con eso.
Parece difícil sobrevivir en un ambiente así. Es el tono actual del mundo.
Desde nuestra parte ya está bastante asumido que no vamos a buscar el mainstream. A mí me encantaría que el Fruto del Ruido fuera una gran banda, en el sentido del show, porque lo que más nos gusta es tocar en vivo, pero entendemos que estamos en un nicho. Un nicho que está repuntando, con bandas chilenas que han vuelto y se han hecho muy masivas. No está el espacio totalmente perdido.
¿Puede la música cambiar el mundo?
Esa pregunta me da rabia. Yo no creo eso, no veo ese espacio. Sí creo que cambió mi mundo, es algo fundamental para mi vida, cosas que he aprendido o que he llegado a pensar a través de escuchar una canción. De eso habla ‘Cómo Mancha el Té’, de lo cíclica que es la historia, de lo frustrante y pequeño que uno se siente cuando ve una pequeña oportunidad de cambio y siempre perdemos. Yo soy súper pesimista en ese sentido, no significa que no crea que se puede seguir peleando y tratando que la música pueda ser un aporte para la organización social y que convoque a cosas importantes, pero sí creo que no es el arte en sí, en este momento de un capitalismo tan voraz, capaz de cambiarlo.