Es casi imperceptible, pero cuando suena el saxo de Nubya Garcia en una habitación con plantas, las hojas empiezan a crecer hacia el parlante. Toca desde los diez años, por lo que ya lleva más de dos tercios de su vida soplando. Su lugar en el bioma jazzero británico es natural. Su tacto y labia con el instrumento la vuelven una suerte de pararrayos de las energías rondantes. En el estofado de fusión de doce músicos que es London Brew, Nubya poliniza las orquídeas y belladonas de ese amazonas sonoro. En el arroyo que es Maisha se vuelve vela y viento. Ha brillado en obras cumbres de Sons Of Kemet, Makaya McCraven, Moses Boyd, Moses Sumney, Yazz Ahmed y más, siempre encontrando una frecuencia vecina para vibrar.
“Source” es su santuario. Se abrió en 2020 en forma de álbum, su único LP solista, solo precedido por el discortito “Nubya’s Five” y el EP “When We Are”. Allí impregnó un reposo anímico que venció al tiempo. La música está estática en su propia retroalmientación cíclica, donde vuelve a sus motivos y tonifica el espíritu. Contrabajo, batería y teclados agregan aristas por las que el saxo tenor conduce el pensamiento. No es meditación, pero se parece.
En sus ideas se puede palpar una fibra antillana, su herencia cultural catalizada en formas simil-calypso y simil-dub. La más evidente es ‘La cumbia me está llamando’ en conjunción con la banda colombiana La Perla. Las canciones transportan su identidad, que es uno de los grandes tropos que la movilizan. En una entrevista para i contó que “A veces pienso: “Bueno, supongo que nadie va a conocer la historia”. Porque la música realmente es sobre trascendencia, sobre un tipo de sentimiento que no se puede poner en palabras”. Nubya se permite dudar, preocuparse y también contemplar, pero es consciente de su valor. Cuando hace cantar su saxofón todo se clarifica.
La presentación en Buenos Aires
Registro audiovisual del show en formato reel.
Si entendemos la música como lenguaje Nubya es políglota, connoiseur de argots y périto en wordplays. Conoció el verlán francés y el vesre argentino, así que se divierte dando vuelta sílabas igual que jugando con tonadas como el patwah jamaiquino, el pidgin nigeriano y el caleño colombiano. La pronunciación siempre perfeita. En persona la parla se entiende toda, incluso cuando inventa modismos y cuando parafrasea retruca a John Coltrane, entre otros fonoaudiólogos y filólogos.
En su primera vez en Buenos Aires se encontró con una audiencia llena de parejas. Al menos por acá la excusa de la cita romántica fomenta y sustenta el circuito jazzero y en el caso de Nubya Garcia no hay publicidad engañosa. El amor es uno de los centros gravitatorios de su semántica, por lo que todos pasan a ser receptores y usuarios de esa energía.
Del dub al UK garage, todos los canales están abiertos. Con ella Deschanel Gordon, joven y tímido tecladista de toque hipersensible, Sam Jones, totalmente opuesto: extrovertido y guiado por un instinto alarmante al que reacciona impredeciblemente, y Daniel Casimir, de perfil equilibrado y un sonido todoterreno emitido por un contrabajo que no duda. Lo que para el resto es un arreglo para ellos es un pulso. Conocen y usan todos los trucos, siempre al servicio de proyectar sus auras para conectarse.