La plenitud del ermitaño: sobre inspirarse en soledad

Milo J es la voz de una generación. Cada paso suyo dialoga con la realidad argentina y resume parte de su identidad. «Retirada», la expansión de su LP «166» no es la excepción.

¿Cómo te comportás cuando nadie te mira? ¿Qué te permitís decir? ¿Qué canción vas a escribir ahora que nadie te escucha? El 166 está vacío, podés sentarte donde quieras. 

Aislado del gentío del que estuvo rodeado en “166 (2024), dueño de su libertad y su soledad, Milo J opta por llamarse a retirada de los cánones sonoros y líricos presentes en sus discos anteriores. Tal como la intimidad acústica de “111” (2023) fue una ruptura respecto del sonido de “en dormir sin madrid (2023), esta versión deluxe nos acerca una propuesta disímil a la que escuchamos en la edición original del disco. Zecca y Lisan, que prescinden de moldes y recetas, dan rienda suelta a su instinto en una novedosa exploración sintética. Los chops irregulares, los samples intertextuales a otros artistas y la variedad de grooves son aspectos centrales en este trayecto sonoro que tiene como destino final la búsqueda en sí misma. “166 (DELUXE) retirada logra ser una experiencia frenética y descolocante que desafía la estructura standard del cancionero popular. 

El vacío es un espejo en el que solo uno mismo puede salir reflejado. La retirada permite a Milo tomar un respiro de los estímulos externos y volver a tenerse como única musa. Entre tantos ramales y direcciones diversas, este 166 se propone recorrer las profundidades de su conciencia. El único pasajero de este colectivo emprende, con total determinación y compromiso, un viaje de sanación personal. 

En una línea similar a los asomos de Charly García y Malandro en “166”, Milo decide dar vida nuevamente a canciones que considera relevantes para el inconsciente colectivo. Las referencias directas a modo de tributo son un recurso recurrente dentro de su obra, y en esta ocasión decide implementarlo a fondo: Manu Chao, Luis Alberto Spinetta, Alejandro Sanz y Shakira son las figuras evocadas a lo largo de la tracklist del deluxe. Estos callbacks se introducen con sentido en el entramado lírico del disco e incluso se resignifican, adecuados a su nuevo contexto. Un caso evidente es el de ‘LA TORTURA’ en el que el estribillo “yo sé que no he sido un santo pero lo puedo arreglar” toma un tono nostálgico, contrapuesto a su versión original. 

Este proyecto retrata a un Camilo totalmente desinhibido en sus formas. Poco le preocupa diluir el tono poético en expresiones coloquiales como sucede en ‘LA TORTURA (“Qué feo es olvidarte, la concha de tu hermana”) o mostrarse sin cabales como lo hace en ‘DAÑA (ELVIRA)’ (“Tengo la cuenta bancaria como pa comprarme tres mansiones millonarias”). A fin de cuentas, la impunidad de crear a solas trae como resultado una conexión más profunda, tanto entre oyente y artista como del artista consigo mismo. Del otro extremo de la retirada emerge un letrista con un mayor grado de honestidad, que sabe hacer de su obra un canal donde plasmar sus emociones al descubierto. Uno que tiene claro dónde empieza Milo y dónde termina Camilo, a tal punto que el primero ya tiene total credibilidad para responder por el segundo. 

Recientemente Milo compartió estar trabajando en su siguiente proyecto. Su carácter camaleónico no da indicios de cómo sonarán sus próximos pasos. Cuando las puertas del colectivo se abren, son innumerables los senderos posibles. Ahora no queda nadie ahí dentro, ni siquiera él. Desde afuera solo podemos apreciar un coche vacío. Pero si nos subimos, vamos a notar al instante retumbando en las paredes del 166 los ecos de una verdad. Una que acompañó a Milo durante dos discos. Una que trasciende Morón como epicentro, el trap como género y la industria como contexto. No se trata de hechos ni afirmaciones puntuales. Se trata de la verdad como lenguaje. Camilo Joaquín Villarruel ya lo habla con fluidez. Y a nosotros nos queda toda su obra por delante para aprenderlo. 

Te puede interesar