Cuatrocientos años -cantan con el paladar enlodado- cuatrocientos años de esclavitud.
Europa dominó África durante cuatro siglos en los que cerca de quince millones de africanos fueron transportados y vendidos por los europeos al Nuevo Mundo. De ahí nace la idea afro del retorno a Mama Africa.
Marcus Garvey fue un líder jamaicano que preconizaba el retorno de todos los negros del mundo a su tierra madre. Fue el fundador de la Universal Negro Improvement Association (UNIA), y considerado padre del panafricanismo.
En una de sus conferencias en Nueva York dijo: «Mirad a África, allí un rey negro será coronado, y él será el redentor». Ese día llegó poco tiempo después con la coronación en Etiopía de Haile Selassie I, quien sería distinguido como el mesías. Había llegado la hora de volver a África. Para esta empresa se formó un asentamiento rastafari entre montañas llamado Pinacle. Allí, en primera instancia se trasladaron los adeptos a la creencia, que pretendían zarpar a Etiopía en busca del paraíso; no obstante, con el transcurrir del tiempo Pinacle creció hasta albergar a miles de jamaicanos, todos hijos de esclavos, o gente de clase obrera, discriminados. Tiempo después, en un éxodo que se dio de los campos a las ciudades, los rastafarians se dispersaron hasta llegar a las puertas de la casa de un jovencito Bob Marley, quien se vio iluminado por aquel porvenir. Desde entonces, y gracias a su idílico talento, pregonó el rastafarismo por todo el mundo como si fuese un estado, un estado paralelo al político. Con esa corriente, la música, y la cultura de esa música se trasladó a Europa -como contamos en el capítulo anterior– al mismo tiempo que a África, donde atracaban barcos con afrodescendientes que retornaban a Mama Africa, pero con música en el bolsillo. Muchos de estos barcos llegaban a las costas de Costa de Marfil, hogar de un niño que recibiría el mensaje.
Seydou Koné, con cinco años, y sin comprenderlo, presenció la independencia de Costa de Marfil, que fue colonia francesa desde 1893 hasta 1958, cuando Félix Houphouët-Boigny, padre de la independencia, le otorgó la soberanía a su pueblo.
Seydou Koné, mejor conocido como Alpha Blondy inventó una palabra: ´Democratura´, que es la conjunción de democracia y dictadura, para caracterizar el proceder indigno de algunos gobiernos africanos. Fue nombrado Embajador de Paz de las Naciones Unidas en Costa de Marfil en 2005. Se le oye cantar en más de cinco idiomas, y es reconocido como el más grande exponente del reggae africano. De joven fue a estudiar inglés a NYC, en donde conocería la noche neoyorquina, y con ella, a la música en su mayor esplendor: escucharía con ahínco y rigurosidad a Bob Marley, a Burning Spear.
Allí entendería que el roots es la vertiente más política del reggae. Que tratar la desigualdad social, la opresión gubernamental, la pobreza, el racismo, es responsabilidad del artista. A su vez, captaría que este subgénero dejaba entrever en sus letras una espiritualidad llena de firmeza, orgullo afro, y hermandad, que son su identidad y la de su pueblo recién liberado. Y al encontrar su voz en el roots reggae, su logro desde entonces sería hacerle brillar como el marfíl.
I
En 40 años de carrera músical, Alpha Blondy ha publicado 23 trabajos discográficos, inyectando la vibración de África en el roots reggae, mediante el uso de instrumentos musicales africanos como el kora (Mezcla de arpa y laúd) para fomentar la construcción de una identidad musical.
En 2007, junto al sello francés Mediacom, publica “Jah victory”, su catorceavo álbum compuesto por 19 canciones. La primera es ´I wish you were here´, su extraordinaria versión del gran éxito de los británicos Pink Floyd.
¿Cómo convertir entonces un clásico del rock n´roll en un clásico del reggae? Fácil: ¡Con una gaita! La versión reggae de ‘Wish you were here’ respeta el intro de la original, que son suaves ecos de guitarras. A partir de ahí cada versión toma su propio camino e identidad, como es natural de la música verdadera. En esta versión es necesario comenzar con demasiada fuerza, ya que el comienzo de la canción original así lo exige. Dicha entrada está ejecutada con una gaita encantadora que preludia la incursión del sonido reggae sobre pistas rockeras que se hace protagonista en el aire. Lo que sea que suceda en el momento en que suena esta gaita, pasa a segundo plano. A la gaita, como a una reina, se le escucha cuando habla.
“Wish You Were Here” es un álbum que los miembros de Pink Floyd quisieron crear en nombre de la condición de su antiguo miembro Syd Barret: un deterioro cerebral ocasionado por su consumo excesivo de drogas psicoactivas. Pese a que la original se haya construido sobre este propósito, cuando se escucha la versión reggae, se vislumbra a un humano señalando a otro humano por sus improcedentes ideales. Aquellos ideales que se fragmentan en el oscuro subconsciente:
Así que…
así que crees que puedes distinguir
el cielo del infierno.
Los cielos azules del dolor,
¿puedes distinguir un campo verde
de un frío raíl de acero?
¿Una sonrisa (que se esconde) tras un velo?
¿Crees que puedes diferenciarlos?
También parece una dedicatoria al gobernante africano. Es como si le increpase al identificar la ebriedad de poder con la que gobierna y procede. Parece decirle que su perorata no son más que fruslerías, que allí abajo está el pueblo, y también que, al ser seres humanos, aquel gobernante y aquel compatriota se rigen por las mismas condiciones.
En la otra acera está “Wish You Were Here”, de Pink Floyd, lanzado el otoño del ‘75 en los estudios Abbey Road. Si bien el tema de las cinco canciones que lo componen está inherentemente ligado a la condición de Barret, también versa sobre la industria musical, y la condición humana en una época convulsionada.
En la canción homónima, cuando suena el primer y nítido acorde de guitarra, siempre, siempre, siempre, se sentirá un cosquilleo en la nuca. Porque es un acorde que suena como suena una epifanía. Como la ineluctable primera frase de una gran historia. Es un acorde de guitarra profundo como la luz.
Asimismo, el tono de voz utilizado por Roger Waters, es nítido, esférico. Su canto parece una sentencia a pesar de estar ahogado en nostalgia. Un grito mudo esmaltado por los sonidos de una guitarra reverdeciendo. Tanto así, que al final de los estribillos, uno no sabe si hay un tarareo de la voz de Waters, o son notas agudas de la guitarra imitando algún tarareo en una canción taciturna, desconcertante.
Si la original de Pink Floyd demuestra la desesperanza de una generación entera, la versión de Alpha Blondy demuestra el anhelo de una generación entera.
II
Justo diez años después de que Costa de Marfil se declarase una república independiente nace Doumbia Moussa Fakoly, conocido mundialmente como Tiken Jah Fakoly. El Griot del reggae. Descendiente de una familia de Griots, aquellos emblemáticos narradores de historias que en el África Occidental entretienen, divulgan, cantan, riman. Son bardos, juglares.
Jah Fakoly, de los griots el más sobrio, decidió divulgar de mar a mar el Panafricanismo, que es la corriente filosófica y política que promueve el despertar, la unidad del pueblo africano y su diáspora frente a problemas raciales, coloniales, esclavistas, culturales, sociales y políticos.
Con su discurso de denuncia social y compromiso político irrumpió en la escena musical marfileña coincidiendo con la muerte del libertador Félix Houphouët-Boigny en 1993, cuando su pueblo necesitaba sosiego. Porque después de Boigny, qué sería de Costa de Marfil. Tribulación. Tanto así, que con el golpista Robert Guéï en el poder, Jah Fakoly cantó su protesta hasta que tuvo que exiliarse a Mali, por amenazas de muerte y hostigamiento político.
No obstante, desde el 93′ hasta la fecha, ha publicado 16 trabajos discográficos, obteniendo el reconocimiento mundial en mundo del reggae, donde es considerado uno de los sucesores de Bob Marley por exponer un roots reggae encomiable que ilumina incorporando instrumentos musicales africanos como el kora, el ngoni o el balafón.
En 2007 publica un álbum que se convierte en un álbum eterno, llamado “L´africain” en el cual aparece una canción llamada ´Africain a Paris´, analogía estupenda de ´Englishman in New York´, del rockero británico Sting.
‘Englishman in New York’ hace parte del segundo álbum como solista de Sting “Nothing Like the Sun”, que se publicaría en octubre del 87´. Cuenta con más de diez versiones, entre las que destacan la ya citada de Jah Fakoly; ‘Asturiano en Madrid’ de Dark Ia Eme, ‘Sin Papeles’ de Che-Sudaka, ‘Venezuelan in New York’ de King Changó y ‘Union’ de los Black Eyed Pies.
Es un pop-rock británico, en el que resalta sustancialmente un clarinete acompañando la voz de Sting de principio a fin, incluyendo un equilibrado y jazzero solo en medio de las dos estrofas que componen la canción. Particularmente en esta canción aparecen otras formas de inmigración. No es aquella en la que llegas a una comuna para poder sentirte protegido, ni tienes que soportar las inclemencias de ser un inmigrante indocumentado, ni regalar tu mano de obra; no, habla del inmigrante del primer mundo. Cuestiona con altivez las diferencias entre una cultura y otra, y desdeña del lugar que lo acoge, porque a ciencia cierta, él no bebe café, él bebe té. Él camina con bastón por la quinta avenida, lo cual es demasiado notorio, como es notoria la modestia y el decoro, o la gentileza y la sobriedad, que tan inusuales son en aquella sociedad, dios, ser un alien, ser un alien legal, ser un hombre inglés en Nueva York.
Más en el mundo real ‘Africain a Paris’, tomando como base la composición musical de ‘Englishman in New York’, reorienta la letra de la canción hacia un concepto sociopolítico completamente distinto, aunque utilice la misma idea: el inmigrante, el sentir del inmigrante atado a un lenguaje.
‘Africain a Paris’ se trata de un marfileño que le escribe una carta a su madre desde Francia, en la cual le dice que todo a su alrededor se encuentra bien, que aquel lugar no es el cielo ni el infierno; dice que viven todos juntos allí, una comuna, que sobreviven, que trabajan de domingo a domingo, y que no les falta nada, oh, oh, un extraño en la ciudad, un africano en París.
Musicalmente, la versión de Jah Fakoly, es mucho más rica que la original. Sus gloriosas trompetas -que en opinión de quien escribe, son las mejores en el reggae- manejan los altos en la melodía, mientras que el hilo conductor de la canción está orientado por dos guitarras. Un giro de voz muy trabajado, se atenúa simulando el tono de la original. Las guitarras se acompañan con un ngoni (instrumento de cuerda, considerado el antepasado del banjo. Mezcla de arpa y laúd), que, al sonar en solitario, suena a África.
En busca del paraíso se ha movido la humanidad desde siempre. La promesa del porvenir es donde se alberga la esperanza con la que se conquistan lugares. Cada persona es su patria, por eso, a fuerza de inmigración se construyen las culturas venideras. Nunca hubiera llegado el reggae a África si África no hubiera llegado a Jamaica antes. El paraíso puede ser una canción.